EL ADIOS DE R.E.M. VISTO POR UNO DE SUS FANS, JAVIER MATEOS
Debo confesar que no me lo esperaba, que pensaba que siempre estarían ahí dándolo todo, quizá por ese anhelo de evitar hacerse mayor y así soñar que las cosas nunca acaban. Ayer por la tarde estuve con un amigo y me vino a la memoria el deseo que he tenido siempre de conocer a Michael Stipe -un personaje que siempre me ha fascinado-. No hace mucho también se lo dije a otra persona muy cercana y querida: “Me falta eso en la vida, conocerle”. Además había cambiado el tono de mi móvil hace un par de semanas por la canción de “ÜBerlin” y el otro día revisé y ordené todos los vinilos y cd´s de R.E.M. que tengo en Barcelona (el resto están todos en mi casa). Cuando una persona tan enganchada a la música como yo echa la vista atrás y se da cuenta de que los tiempos pasan, los gustos varían y las pasiones cambian, recapacita y ve con claridad que hay algo que nunca se marchita, y es esa sensación de volver a sentir de nuevo, como si fuese por primera vez, la emoción y el escalofrío que me produce la música de esta genial banda de Athens, Georgia.
El primer recuerdo y conocimiento de R.E.M. que tengo es un reportaje en ´El País Semanal` del año 88 u 89, el titular decía que habían dado el salto desde su estatus de banda clave en el rock alternativo para convertirse en una banda de masas. Después en un pub de mi pueblo, escuché por primera vez una canción de ellos, “Pop Song 89”. Me quedé embelesado y atrapado por su melodía. Eso fue poco tiempo antes de que pegaran el pelotazo mundial con “Losing My Religion” en 1991. Gracias a que siempre he sido un investigador obsesivo en lo musical y a que vi aquel magnífico especial que “Metrópolis” dio en la segunda cadena de TVE (aún lo conservo en VHS), comencé a sentir como su música penetraba en mi corazón. Además de ese clásico, ¡tenían cientos! Por aquella época estaba en C.O.U. y teníamos clases de conversación con una escocesa con cara de lechón – por cierto, algo que todavía no entiendo-. Nos pidió que si queríamos llevar alguna canción para sacar la letra y traducirla. No lo dudé, al siguiente día la llevé grabada porque ya me había comprado en el “Discoplay” el vinilo. La canción gustó a toda la clase, incluida la profesora, al poco tiempo llegó el bombazo y todos los bares y discotecas la pinchaban, los demás la bailábamos como locos (yo le imitaba sin parar) y lo mejor de todo: ¡Todo el mundo se la sabía!
Llegó la hora de partir a la universidad. En Salamanca, la ciudad adquiere una melancolía en otoño que roza en ocasiones una espiritualidad ligada fuertemente al drama, Castilla… Publicaron su gran obra maestra “Automatic for the People” y mi vida dio un giro atroz. Me compré el disco y lo grabé en una cinta en casa de mi tío. Todos los santos días me la ponía bajo la niebla y la lluvia. Paraguas en mano y la dudosa intención de ir a clase por las tardes. Siempre llegaba a la puerta y me daba la vuelta (quería seguir disfrutándolo). Por las noches, mientras uno de mis mejores amigos y compañero de piso ligaba con alguna holandesa, yo me volvía a casa desvalido y descorazonado, pero emocionado sabiendo que al llegar iba a enchufar el ´Sony Megabass` doble pletina y me iba a chupar enterito ese álbum suicida, me jodía por dentro, pero finalmente salía fortalecido.
Luego pasaron los años, las giras, la primera novia y aquel primer concierto en Madrid en el Palacio de los Deportes (el que se quemó), con Grant Lee Buffalo de teloneros y tres discos por presentar, ahí es nada: “Out of Time”, “Automatic for the People” y “Monster”, año 1995. Descomunales. Ese mismo año la cancelación del de Zaragoza y su consecuente rabia, la marcha de Bill Berry, la vuelta como trío… Años más tarde el maravilloso concierto del “Gutiérrez Festival” del 99 o la llegada de “Imitation of Life”, sonando en casa de mi tía una y otra vez mientras comía y me quería comer la noche con ella… Recuerdo con extrañas sensaciones su concierto antes de partir a USA en el Palacio de Vistalegre y con inmensa felicidad su último en las ventas en el 2008. Un concierto memorable donde en las primeras filas agarré la mano de Michael Stipe y en la versión de “I Wanna Be Your Dog” le ofrecí mi sombrero vaquero y él lo aceptó y se lo puso un par de segundos. Salí como un niño que había cumplido uno de sus sueños. De una plaza de toros con una sonrisa de oreja a oreja y sin sangre de por medio.
Ayer fue el día en que murieron como banda, me quedé abatido, pero su música, valga el tópico, seguirá siendo la banda sonora de mi vida. Una vez más han demostrado su clase, elegancia, honestidad y discreción, yéndose sin hacer ruido y entregando un disco mayor como “Colapse Into Now”, mientras muchas grandes bandas reptan por los escenarios de medio planeta. Lo han vuelto a hacer, me han robado el alma entera. Es vuestra. Gracias por todo.