
Héctor Fuertes explora el trance, la fisicalidad extrema y el pop como lenguajes para cuestionar identidades, expandir límites corporales y reivindicar la disidencia.
Bailarín y performer madrileño nacido en el 97, Héctor Fuertes habita el cruce entre danza, trance y fisicalidad extrema. Hablamos con él sobre su práctica escénica, el desborde, la ritualidad y su manera de habitar el escenario, y cómo todo eso se mezcla con el pop, la disidencia corporal y las nuevas formas de presencia escénica y conexión con el público.

En Bogotá descubrí un contexto creativo muy diferente al español. Allí, la acción prima sobre la espera.
Naciste en Madrid en 1997, pero tu formación también te llevó hasta Bogotá. ¿Qué diferencias notaste entre ambos contextos creativos y cómo te marcaron?
Héctor Fuertes: En Bogotá descubrí un contexto creativo muy diferente al español. Allí, la acción prima sobre la espera: los estudiantes se implican en proyectos desde el inicio, sin esperar a “estar preparados”. También me impactó su conciencia política y espiritual, siempre presente y en diálogo con su práctica artística.
Estudiaste Artes Visuales y Danza con mención en Teatro Físico. ¿Qué te atrajo de esa hibridación entre disciplinas?
Héctor Fuertes: Llegué casi por intuición, sin vocación definida. Al terminar, sentí una certeza: ese cruce de lenguajes era lo que me movía. Comprendí que ahí estaba mi lugar.

¿Qué papel juega el dolor físico en tu investigación artística?
Héctor Fuertes: El dolor ensancha mi imaginario. Me interesa lo que emerge cuando el cuerpo supera la técnica: gestos, temblores, empatía… o rechazo. La violencia en escena genera una tensión incómoda que revela algo esencial sobre nosotros como espectadores.
Candela combina precisión e intuición. Trabaja desde lo que el cuerpo ya tiene, sin imponer formas.
Colaboras con Candela Capitán explorando estados de trance y fisicalidad extrema. ¿Cómo es trabajar con ella?
Héctor Fuertes: Candela combina precisión e intuición. Trabaja desde lo que el cuerpo ya tiene, sin imponer formas. La complicidad que surge, también fuera del ensayo, enriquece el vínculo escénico y humano.

¿Qué te atrae de las experiencias liminales o de desborde en escena?
Héctor Fuertes: Ahí el cuerpo se vuelve auténtico, al borde del control y la forma. Busco ese temblor genuino, donde aparece la vulnerabilidad. El rostro —inspirado en el Kathakali y el butoh— se ha convertido en un lenguaje clave para mí, liderando en los estados de trance.
El rostro —inspirado en el Kathakali y el butoh— se ha convertido en un lenguaje clave para mí, liderando en los estados de trance.
Has trabajado con el colectivo Eskaton, con quienes presentaste Häxan en el festival Surge. ¿Qué queríais provocar con esa pieza?
Héctor Fuertes: Queríamos invocar una energía colectiva, brujil y oscura. Más que contar, se trataba de desatar fuerzas. Un ritual donde ni siquiera sabíamos qué íbamos a invocar… y funcionó.

En Tips Para Sabotear el Mundo propones un ritual entre lo chamánico y lo pop. ¿Cómo construyes un personaje desde el trance y no desde la narrativa?
Héctor Fuertes: El trance es mi punto de partida. Luego documento lo que emerge y construyo un mapa físico. La narrativa llega después, cuando el cuerpo ya ha hablado.
Actualmente bailas en la gira de Judeline. ¿Cómo surgió esa colaboración?
Héctor Fuertes: Judeline me contactó por Instagram. Tras colaborar en los Premios YouTube, me propuso unirme a la gira. Me impactó su confianza: de un día para otro, pedí una excedencia para sumarme al proyecto.
Cada concierto es distinto. Explorar el espacio, improvisar… esa imprevisibilidad nutre mi creatividad y refuerza la ritualidad de la escena.
¿Qué retos y libertades has encontrado al pasar del teatro a escenarios musicales?
Héctor Fuertes: Cada concierto es distinto. Explorar el espacio, improvisar… esa imprevisibilidad nutre mi creatividad y refuerza la ritualidad de la escena.

¿Cómo trasladas tu lenguaje más experimental o ritual a un directo pop como el de Judeline?
Héctor Fuertes: No intento encajar, sino aportar desde mi corporalidad. En Bodhiria jugamos mucho, probamos, fallamos… y eso hace que cada bolo sea único.
Me interesa el ídolo pop: qué lo mueve, qué lo impulsa a exponerse.
¿Sientes que la música y la escena están cada vez más entrelazadas? ¿Es el directo pop un nuevo espacio para la performance?
Héctor Fuertes: Sí. Me interesa el ídolo pop: qué lo mueve, qué lo impulsa a exponerse. El pop es un territorio fértil para cuestionar la presencia escénica y seguir indagando desde el cuerpo.
Tu trabajo cuestiona las representaciones normativas del cuerpo y la identidad. ¿Sientes que la escena contemporánea es un espacio seguro para esa disidencia?
Héctor Fuertes: A veces. Depende del contexto. La violencia estructural sigue presente. Reconocerlo es clave para construir espacios realmente inclusivos.

¿Qué papel tiene el cuerpo como archivo o memoria en tu práctica escénica?
Héctor Fuertes: El cuerpo es un archivo vivo. Registra y recuerda. Trabajar con él es trabajar también con la historia: afectarla, reescribirla o liberarla.
¿Qué referentes te han marcado, dentro o fuera del mundo escénico?
Héctor Fuertes: Muchos: Lady Gaga, Lana del Rey, Amore, 7 Minutos de Gloria, Las Nenas Theatre, Alberto Cortés, Eskaton, Cristian González, Young Boy Dancing Group, Candela Capitán, Maria Stamenkovic, Nataliya Andrú, Paula Mira, El Umbral de Primavera, Vemente, Bogotá, mis amigas trans, mis ex amantes y novios.
Sigo investigando dos figuras: el ídolo pop y el fan como cazador furtivo.
¿Qué te gustaría explorar próximamente? ¿Hacia dónde crees que va tu práctica?
Héctor Fuertes: Sigo investigando dos figuras: el ídolo pop y el fan como cazador furtivo. Me interesan sus vínculos, la exposición, la violencia simbólica. Trabajo con el lip sync y la danza butoh. Mi práctica va hacia lo animal, lo ritual y lo transformador. En agosto empiezo a crear una nueva pieza para 2026… ¡Se viene!