Audemars Piguet celebra sus 150 años como protagonista en la historia de la alta relojería. Y entre sus fans más recientes nos encontramos a referentes como Travis Scott, Jay-Z, Mathew M Williams, John Mayer, Ed Sheeran o Arlo Parks. Auténticos iconos de la cultura contemporánea, desde la música a la moda, pasando por el arte. ¿Quieres saber por qué? Esta es la historia.

Audemars Piguet, dos apellidos que simbolizan el arte de medir el tiempo. Una dinastía que se remonta a finales del siglo XVIII. Aunque no fue hasta 1875, cuando Jules Louis Audemars y Edward Auguste Piguet fundan su primer taller en el idílico valle suizo de Le Brassus. Desde entonces, esta casa familiar se ha mantenido fiel a sus orígenes. Siempre comprometida con la artesanía tradicional para crear relojes únicos y complicados, auténticas esculturas mecánicas en miniatura. Cada segundo de estos 150 años de historia de la alta relojería reflejan un perfecto equilibro entre la innovación tecnológica, el diseño y el savoir faire de los maestros relojeros. Las creaciones de Audemars Piguet son mágicas, y si lo piensas, también paradójicas, ya que tienen el don de medir el tiempo y a la vez ser atemporales.

150 años de historia en la alta relojería: Audemars Piguet

Audemars Piguet, el nacimiento de una leyenda

En el corazón palpitante de la Suiza relojera, donde el eco del martilleo artesanal resuena entre las cumbres nevadas, en Le Brassus, Audemars Piguet emergió en 1875 como el crisol de una ambición compartida. Fue en este enclave de tradición y meticulosidad donde Jules Louis Audemars, un joven relojero de 24 años con el pulso firme y una visión audaz, plantó la semilla de lo que hoy conocemos como un emporio de la alta relojería. Tras un breve retorno a su Vallée natal, instaló un modesto taller bajo las vigas de una casa familiar, un espacio bañado la luz esencial para el arte de dar vida al tiempo.

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En aquel otoño de 1875, mientras Audemars afinaba sus herramientas, el panorama relojero suizo se tambaleaba al borde de una crisis. La pujante industria estadounidense, con su producción en masa y su liderazgo tecnológico deslumbrando en la Exposición Mundial de Filadelfia, amenazaba con eclipsar la artesanía tradicional del Vallée de Joux.

Muchos relojeros, azotados por la recesión y la falta de pedidos, se vieron obligados a buscar fortuna lejos de sus hogares. Fue en este contexto incierto donde Audemars se atrevió a soñar, publicitando en la prensa local su oferta de “relojes de todo tipo” y “buenos relojes ordinarios”, una declaración temprana de su compromiso con la calidad.

Estos eran los slogans publicitarios de AD en 1875: “Relojes de todo tipo” “Buenos relojes ordinarios”

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Esos primeros años, envueltos en la niebla de la falta de archivos, son un testimonio de la tenacidad de Audemars. Sabemos de sus incipientes lazos comerciales con otras firmas relojeras, un indicio de su creciente reputación. Pero el verdadero punto de inflexión llegó en 1881, cuando su camino se cruzó con el de Edward Auguste Piguet. De la unión de estos dos talentosos relojeros nació una sociedad que trascendería el tiempo.

En 1881, Jules Louis Audemars y Edward Auguste Piguet fusionan sus talentos para dar vida a una de las firmas de alta relojería más prestigiosas del mundo

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Piguet, con su visión comercial y su arraigo en las influyentes familias del Vallée, aportó el capital y la perspicacia para expandir el taller y aventurarse en la publicidad. Audemars, por su parte, se erigió como el alma del taller, el guardián de la tradición y la excelencia técnica. En equipo, Audemars Piguet abrazó la creación de relojes con complicaciones, piezas de gran valor y complejidad que desafiaban la producción en serie.

Fieles a la herencia artesanal de Le Brassus, sus primeras creaciones fueron esencialmente únicas, sin números de modelo que las estandarizaran. Esta dedicación a la singularidad y a la maestría técnica se convirtió en el sello distintivo de una casa que, durante 150 años, ha sabido medir el tiempo con la precisión de un científico y el alma de un artista.

“La dedicación a la singularidad y a la maestría técnica se convirtió en el sello distintivo de una casa que, durante 150 años, ha sabido medir el tiempo con la precisión de un científico y el alma de un artista”

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Audemars Piguet a la conquista del mundo

En el siglo XIX, poseer un reloj era un privilegio, y uno con complicaciones, una rareza reservada para una élite de conocedores diseminados por las grandes urbes. Sin embargo, para los fundadores de un modesto taller enclavado en la serenidad montañesa de Le Brassus, el acceso a aristócratas y magnates industriales no era tarea sencilla. Para Audemars Piguet, el camino hacia el reconocimiento se antojaba aún más intrincado. Hay que pensar que en la década de 1880-90, ¡hasta cuatro marcas relojeras compartían el apellido Audemars en el mismo Le Brassus!

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Los cofundadores, con visión de futuro, exploraron todas las avenidas posibles, comenzando por ofrecer sus creaciones a otros relojeros con redes de distribución ya establecidas. Paralelamente, Audemars Piguet tejió lazos con minoristas que poseían boutiques en los enclaves más exclusivos y centros turísticos de renombre como Nueva York y San Francisco. Intermediarios cruciales que, si bien facilitaban la distribución, a menudo eclipsaban al fabricante al añadir su propia firma. Para forjar su propia identidad, Audemars Piguet no dudó en participar en los prestigiosos concursos de las Exposiciones Universales, cosechando medallas y lanzando campañas publicitarias estratégicas.

A finales del siglo XIX, AP comenzó a participar en los prestigiosos concursos de las Exposiciones Universales, porque no basta con hacerlo muy bien, hay que hacelo saber

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Lentamente, el nombre de la marca comenzó a aparecer con orgullo en la esfera: Audemars Piguet & Cie, Brassus et Genèv. Un paso firme hacia la conquista de un público exigente y cosmopolita, ávido de novedades y excelencia. De esta forma, desde el siglo XIX hasta el umbral de la Primera Guerra Mundial, la producción creció de manera constante. Un periodo en el que pasaron de fabricar un centenar de relojes anuales ensamblados por un puñado de artesanos en la década de 1880 a medio millar en la década de 1910, gracias al talento de unos veinticinco maestros.

Audemars Piguet pasó de fabricar un centenar de relojes anuales ensamblados por un puñado de artesanos en la década de 1880 a medio millar en la década de 1910. Todo gracias al talento de unos veinticinco maestros

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La Primera Guerra Mundial marcó el fin de la Belle Époque, sumiendo al mundo en un período de incertidumbre. A pesar de la neutralidad suiza, el comercio global se resintió. Con el vislumbre del fin del conflicto, los relojeros suizos retomaron la producción, anticipando un auge tras la firma de la paz. Pero sus esperanzas se vieron frustradas por los excesivos niveles de inventario que exacerbaron la situación económica, provocando una caída de precios y una profunda crisis en la industria.

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En este contexto, la producción total de Audemars Piguet representaba poco más de una milésima parte del volumen total de la relojería suiza. Por suerte, su posicionamiento en el segmento de alta gama la protegió de la caída de precios, y en 1926, logró vender más de 1000 relojes en un solo año por primera vez. Los 33 artesanos que trabajaban en sus talleres convirtieron a Audemars Piguet en la mayor empresa relojera de Le Brassus. Aunque desconocían que, poco después, la empresa sufriría otro golpe que casi la destruye.

Uno de las claves del éxito de Audemars Piguet a lo largo de siglo y medio: su posicionamiento en el sector de alta gama

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La caída de la bolsa de 1929 tuvo consecuencias devastadoras. Una crisis que llevó a la bancarrota a su principal cliente, el distribuidor neoyorquino Metric Watch, dejando deudas insostenibles. Durante esos años, las ventas se desplomaron a menos de 50 relojes anuales entre 1931 y 1935. Este lamentable hecho supuso la acumulación de pérdidas durante quince años consecutivos.

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Sin embargo, gracias al ingenio de una decena de artesanos, y la perseverancia de los nuevos regentes, Paul Louis Audemars y Paul Edward Piguet, la empresa vivió durante el periodo de entreguerras uno de sus mejores momentos creativos. Años que fructificaron con nuevas complicaciones para los relojes de pulsera, como los esqueleto o los modelos en miniatura extraplanos.

Y voilà, en 1945, tras los desastres de la Segunda Guerra Mundial, el optimismo volvió a reinar en Occidente. Las tres décadas siguiente fuero de un crecimiento económico espectacular. Audemars Piguet también se subió a esta ola de positivismo, participando en la Feria de Relojería de Basilea de 1948, donde los códigos gráficos de la marca se afianzaron y simplificaron con éxito.

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El paso del unicum a la edición limitada

Durante sus primeras décadas de la marca, cada reloj que salía de los talleres de Audemars Piguet era un universo en sí mismo. Una creación singular marcada por un número de serie único que hermanaba caja y movimiento. Aunque dos piezas pudieran compartir funciones, su individualidad era innegable. Su filosofía de empresa se resistía a la estandarización de “modelos” o “calibres” en el sentido moderno.

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Para el deleite de los coleccionistas, un punto de inflexión sutil pero significativo llegó en 1951. Los movimientos dejaron de portar el mismo número que sus cajas. Este detalle marcó el inicio de una nueva era, donde Audemars Piguet se permitió la licencia de crear múltiples iteraciones idénticas de un mismo diseño. Apartir de entonces, bautizaron a sus creaciones con un número de “modelo” o “referencia”. Sin embargo, esta “mini-revolución” no significó un salto abrupto hacia la producción industrial masiva. La transición fue un suave deslizamiento.

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Hasta la década de 1990, la referencia del modelo se circunscribía a la forma de la caja, el calibre y el material, dejando la esfera y las agujas al albur de la variación artesanal. Una inmersión en la Colección Patrimonio revela fascinantes ejemplos de relojes con el mismo número de modelo, pero con sutiles diferencias. Un testimonio de la persistente naturaleza artesanal de sus procesos productivos. Además, las “series” seguían siendo sinónimo de exclusividad, producidas en cantidades escrupulosamente limitadas.

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Dos décadas después de la introducción de la producción seriada, en 1971, los 6.217 relojes que vieron la luz en Le Brassus se distribuyeron en 237 modelos distintos, a menudo declinados en diversos materiales y con múltiples de esfera. Solo 23 modelos superaron la centena de unidades. Mientras que 145 se concibieron como ediciones ultralimitadas de menos de diez ejemplares, y 55 permanecieron como piezas únicas, la esencia primigenia de Audemars Piguet. No fue hasta la llegada del icónico Royal Oak 5402 en 1972 que la marca se atrevió a superar la barrera del millar de unidades para un solo modelo, marcando un nuevo capítulo en su relación con la producción y la exclusividad.

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La era de los diseñadores en Audemars Piguet

La década de 1950 fue una efervescencia de optimismo. El caldo de cultivo perfecto donde la carrera espacial y el rock and roll compartían protagonismo con la promesa de un futuro deslumbrante, salpicado de viajes interplanetarios y coches voladores. Esta energía visionaria no tardó en infiltrarse en el diseño de Audemars Piguet, que bebió de las líneas puras del brutalismo y la audacia geométrica de la era espacial. Sus relojes de entonces, con sus perfiles tensos, formas radicales y esferas expresivas, se convirtieron en un espejo de su tiempo, pavimentando el camino para la llegada de un icono: el Royal Oak.

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Fue en esta época de metamorfosis cuando la figura del diseñador de relojes comenzó a emerger con fuerza. Audemars Piguet abrió sus puertas a la colaboración, trabajando codo a codo con fabricantes de cajas, joyeros e incluso clientes visionarios. De estas sinergias creativas nacieron piezas asimétricas firmadas por talentos como Leu, Croisier o Cristofol, y los futuristas modelos Discovolante, obra del diseñador alemán Gebhart Duve.

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En este contexto de experimentación, la figura de Gérald Genta se alzó como una de las primeras en especializarse en el arte de diseñar relojes. Su visión, inspirada en el pionero del diseño Raymond Loewy, lo llevó a firmar un contrato trascendental con Audemars Piguet en 1962. Bajo este acuerdo, Genta se comprometió a dar forma a los deseos de la marca, manteniendo a la vez su independencia creativa.

Diseñadores como Gérald Genta, Fred Meylan, Jaqueline Dimier, Emmanuel Gueit, Claude Emmenegger, Philippe Vaptzarov, Octavio Garcia y Sébastien Perret  han firmado los modelos de la casa desde los años 60 del siglo XX

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El fruto más emblemático de esta colaboración visionaria llegó en 1972: el Royal Oak, el primer reloj de la casa con nombre propio y el embrión de la primera colección AD. Fue concebido en una noche de inspiración febril. Este reloj revolucionario elevó el acero a la categoría de metal precioso, fusionando con audacia el refinamiento con la estética deportiva. Una pieza que define la elegancia con un toque casual chic, la tradición con un diseño radical.

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El mismo año del lanzamiento del Royal Oak, Audemars Piguet implantó el puesto de diseñador interno. El primero en ocupar el cargo fue Fred Meylan, solo hasta 1975. Con más éxito, le siguió Jaqueline Dimier quien fue la jefa de diseño durante 24 años. Ella, asistida por Emmanuel Gueit, es la responsable de la estética de la mayoría de los relojes creados hasta 1999. La era Dimier y Gueit dio como resultado el Royal Oak Offshore (1993). También generó numerosas colecciones: Philosophique (1981), Baroque (1986), Huitième (1988), Audemarine (1990), John Schaeffer (1996), Millenary (1996), Carnegie (1996), Promesse (1998), Savannah (1998)…

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En 1999, coincidiendo con la celebración del 125 aniversario, se presentaron dos colecciones con los nombres de los fundadores. La colección Jules Audemars presentaba relojes redondos, mientras que la de Edward Piguet eran cuadradas. Ese mismo año, el equipo de diseño fue relevado por Claude Emmenegger, autor del Royal Oak Concept en 2002 y del Code 11.59 by Audemars Piguet lanzado en 2019. En 2003 fue sustituido por Philippe Vaptzarov y Octavio Garcia, aunque volvería a estar al mando en 2015. Finalmente, desde 2019, la oficina de diseño está dirigida por Sébastien Perret.

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Audemars Piguet reinventa la artesanía

Si el siglo XIX supuso un desafío para la tradición artesanal con la irrupción de la producción industrial, la década de 1970 trajo consigo un nuevo tsunami. La crisis del cuarzo. Los relojes eléctricos, producidos en masa en Japón y Estados Unidos, se erigieron como la némesis de la relojería mecánica, amenazando con relegar a la alta relojería al olvido. Cientos de empresas suizas no lograron capear el temporal de los ochenta, sucumbiendo ante la implacable competencia. Sin embargo, en este maremágnum, ciertas casas de Alta Relojería, aferradas a su prestigio y a una herencia de excelencia, lograron resistir. Entre ellas, Audemars Piguet demostró una vez más su resiliencia.

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En 1974, con apenas 125 empleados, produjo 9.600 relojes, generando una facturación de 25 millones de francos suizos. Una década después, 212 personas ensamblaban 12.000 piezas, elevando las ventas a 60 millones. Este éxito no fue fruto de la casualidad. El icónico Royal Oak y el sofisticado calendario perpetuo 5548 jugaron un papel crucial. Pero fue la actitud de investigación continua y la apertura a nuevas ideas lo que realmente aseguró el crecimiento sostenido de la marca.

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Lejos de cerrarse en banda ante la amenaza del cuarzo, Audemars Piguet exploró sus posibilidades, materializándose en creaciones como el Modelo 6001 en 1974. Paralelamente, la manufactura insufló nueva vida a la gran tradición relojera. La belleza intrínseca del mecanismo se exhibió con orgullo a través del arte del esqueleto. Las complicaciones clásicas se revisitaron y modernizaron para adornar los relojes de pulsera automáticos; mientras que los relojes de bolsillo se engalanaron con el brillo del esmalte.

El arte que marca la diferencia en los relojes de alta gama es el de las complicaciones

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A partir de la década de 1980, la experimentación con nuevos materiales como la cerámica, el tántalo y el titanio abrió un nuevo horizonte de posibilidades estéticas y técnicas. Actualmente, en un mundo inundado de smartphones y dispositivos conectados, la fascinación por la relojería tradicional persiste. Un reloj mecánico es mucho más que un mero indicador de la hora. Es un objeto de cultura, un símbolo de diseño y tecnología. Una reserva de valor, un emblema de reconocimiento y prestigio, una herencia que se remonta al Renacimiento.

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Sin embargo, la modernidad impuso nuevas exigencias. Un reloj mecánico también debía ser robusto, resistente al agua, autónomo durante días, intuitivo, legible y, sobre todo, ergonómico. Para abrazar estas nuevas demandas sin renunciar a su alma artesanal, Audemars Piguet creó departamentos de investigación y un laboratorio de vanguardia en el año 2000. Ingenieros y relojeros, en una simbiosis de talento, compitieron por encontrar soluciones ingeniosas para crear relojes extraordinarios. Algunos de ellos lucieron con orgullo la denominación RD, sinónimo de “investigación y desarrollo”.

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Ejemplos notables incluyen el ultraligero Millenary Carbon One de 2009, el innovador sistema “Laptimer” de 2015 para medir tiempos en carreras automovilísticas. También el Supersonnerie RD#1 de 2016 que elevó la acústica de los repetidores manteniendo la hermeticidad. Y, por supuesto, la revolucionaria arquitectura de los calendarios perpetuos del RD#2 en 2018, que los hizo más delgados sin sacrificar fiabilidad.

Millenary Carbon One, Supersonnerie RD#1, Code 11.59, Royal Oak o el Modelo 6001 son algunos de los iconos que han marcad época en la historia de la relojería

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La culminación de esta búsqueda incesante de la innovación llegó con el escape de gran amplitud del RD#3 en 2022, que optimizó el control de la energía y allanó el camino para la joya de la corona. El Code 11.59 by Audemars Piguet Ultra-Complication Universelle (RD#4), galardonado con la codiciada Aiguille d’Or en el Grand Prix d’Horlogerie de Genève de 2023. Una proeza con 23 complicaciones y 17 características técnicas que redefine la usabilidad en el universo de los relojes ultracomplicados. La artesanía, lejos de ser una reliquia del pasado, se reinventó en Audemars Piguet, abrazando la innovación para seguir marcando el ritmo del futuro.

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La huella femenina de Audemars Piguet en la alta relojería

Si la historia de Audemars Piguet se escribe con la precisión de sus mecanismos, no puede obviarse la profunda y a menudo silenciosa influencia de las mujeres en esta narrativa centenaria. Ya en los albores, a finales del siglo XVIII, la figura matriarcal de Susanne Audemars (Piguet de soltera) sembró la semilla de la dinastía relojera guiando a sus hijos hacia el arte de la horología.

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Avanzando en el tiempo, la presencia femenina se hizo sentir con fuerza en las esferas de la dirección y el diseño. En 1979, Paulette Gabrielle Piguet rompió barreras al convertirse en la primera mujer en formar parte del Consejo de Administración, aportando una perspectiva única y discreta.

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Otra figura clave fue Florence Piguet, quien se unió a la empresa en 1961 y, con su visión pragmática, llegó a ser Subdirectora. Ella fue la responsable de introducir la era digital en el Vallée de Joux al implementar la primera computadora para gestionar el personal. Su capacidad y discreción la llevaron incluso a ser considerada para la dirección tras la repentina muerte de Georges Golay. Finalmente declinó por modestia, aceptando la crucial responsabilidad de la gestión financiera.

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En el ámbito del diseño, el nombre de Jacqueline Dimier resuena con fuerza. Durante 24 años, desde 1975 hasta 1999, fue la jefa de diseño. Sin duda, la mente maestra detrás de la estética de innumerables creaciones que definieron la identidad visual de Audemars Piguet hasta el umbral del nuevo milenio.

En la actualidad, la tradición de liderazgo femenino alcanza su punto álgido con Ilaria Resta, quien asumió el cargo de CEO en enero de 2024. Con una trayectoria profesional forjada fuera del universo relojero, Resta aporta una energía visionaria y una perspectiva fresca. Es la única mujer al mando de una de las casas más prestigiosas  de la alta relojería mundial.

Susanne Audemars, Ilaria Resta, Jaqueline Dimier, Florence Piguet, Paulette Gabrielle Piguet… son algunas de las mujeres que han hecho grande a esta fima de alta relojería

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El universo actual de Audemars Piguet

El siglo XXI marcó para Audemars Piguet una apuesta decidida por la producción vertical. Una estrategia audaz para integrar las diversas etapas de la creación relojera bajo su propio techo. Lejos de depender de proveedores externos, la manufactura fortaleció su control sobre la calidad y la innovación. Un movimiento estratégico que consolidó su excelencia. A su vez, la estrategia comercial se transformó hacia una red global de boutiques monomarca, 51 actualmente. De esta forma, cultivaron un vínculo más directo y personal con el cliente final, elevando así la experiencia de la marca a nuevas cotas.

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Desde su pionera apertura en Ginebra en 1993, la concepción de la boutique Audemars Piguet ha evolucionado dando paso a una expansión estratégica en metrópolis como Milán, Singapur, Kuala Lumpur, Tokio y Nueva York. No obstante, la búsqueda de una experiencia de marca óptima llevó a una depuración de la red de distribución.

La marca decidió focalizarse en puntos de venta que reflejaran la exclusividad y el espíritu de Audemars Piguet, reduciendo su número para priorizar la calidad sobre la cantidad. En 2018, la marca dio un paso más allá con el innovador concepto AP House. Espacios concebidos no solo como puntos de venta, sino como lugares de encuentro cálidos y sofisticados en las principales capitales, incluyendo Madrid.

Una firma que no solo se adapta a los tiempos, sino que se adelanta a ellos

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Cada AP House, con su diseño único, invita a los clientes a sumergirse en el universo Audemars Piguet dentro de un ambiente lúdico. Un espacio adornado con arte contemporáneo, donde incluso puedes echar una partida de futbolín o jugar al pinball. Con 23 AP Houses en funcionamiento a principios de 2025, siendo la de Milán un impresionante buque insignia de cinco plantas inaugurado en 2024, Audemars Piguet ha redefinido la relación entre la alta relojería y sus fans. Y esta, como bien saben los amantes del tiempo, es solo la primera parte de una historia. Los descendientes de Audemars y Piguet siguen escribiendo desde ese mismo valle suizo donde empezó todo, en Le Brassus.

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La banda sonora de Audemars Piguet

Desde mediados del siglo XX, el ritmo de Audemars Piguet ha resonado en el corazón de los músicos más influyentes del planeta. Desde la voz aterciopelada de Frank Sinatra hasta las rimas innovadoras de la escena contemporánea. En 2005, el rapero Jay-Z celebró una década de éxitos con una edición especial del Royal Oak Offshore. Un hito que introdujo la marca en el universo del hip-hop, convirtiéndose en un símbolo de estatus codiciado y una referencia constante en las letras de sus canciones.

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Esta conexión con la cultura pop continuó expandiéndose. Incluso sellaron colaboraciones creativas con Marvel Studios en 2020, la vanguardista marca Cactus Jack de Travis Scott en 2023 y el icónico artista Kaws en 2024. Pero la sinfonía de Audemars Piguet va más allá de adornar las muñecas de las estrellas. En 2006, se embarcó en un ambicioso proyecto de investigación con la Epfl y expertos musicales para desentrañar los secretos acústicos de los relojes del siglo XIX. Este compromiso culminó en una perdurable alianza con el Montreux Jazz Digital a partir de 2010 para digitalizar y preservar el invaluable archivo audiovisual del festival. Un evento reconocido por la UNESCO como patrimonio mundial.

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Esta colaboración se elevó a su máxima expresión en 2019, cuando AP se convirtió en Socio Global del festival. De esta forma, estrecharon lazos con talentos contemporáneos como Arlo Parks, Lucky Daye, The Blaze, Carlita y Keinemusik. Todos ellos encuentran en Montreux un escenario para su arte. La influencia musical también fluye en sentido inverso. En 2024, el virtuoso guitarrista John Mayer participó en el diseño de la última interpretación del Royal Oak Calendario Perpetuo. Una fisión de su sensibilidad artística con la precisión relojera.

Las vanguardias creativas como parte de la identidad de Audemars Piguet

Y entre los coleccionistas más apasionados de AP encontramos a otro gigante de la música, el pelirrojo Ed Sheeran. La propia sonoridad de los relojes Audemars Piguet ha inspirado creaciones musicales. Por ejemplo, el tema Supersonnerie del dúo francés Synapson. Una canción que captura la acústica del Code 11.59 Grande Sonnerie Carillon Supersonnerie. Pero la melodía de Audemars Piguet continúa evolucionando.

La próxima nota de esta celebración de 150 años la pondrá el reconocido compositor, Dj y productor Mark Ronson, embajador de la marca desde 2012. Mark ha compuesto una canción especialmente para la ocasión. Un homenaje sonoro que vio la luz el 11 de junio. La prueba de que el arte de medir el tiempo y el arte de crear música comparten una misma esencia: la búsqueda de la armonía perfecta.

Sigue, segundo a segundo, todos los lanzamientos de esta legendaria marca desde su web oficial.