
En 1978, tras el fracaso de una huelga, un grupo de jóvenes vascos abandona la fábrica y funda una comunidad utópica en busca de sentido.
La directora Irati Gorostidi debuta con Aro Berria, una ópera prima que rescata la memoria del movimiento obrero vasco de los años setenta y su deriva hacia la vida comunitaria. Premiada en el Festival de San Sebastián, la película —continuación del cortometraje Contadores— llega a los cines el 12 de diciembre como una de las apuestas más libres y valientes del año.
El eco de una generación desencantada
Ambientada en 1978, Aro Berria nos sitúa en una Donostia aún marcada por las heridas del franquismo. En una fábrica de contadores de agua, los trabajadores celebran una asamblea que termina sin acuerdo. La huelga fracasa, y con ella se desvanece el sueño de una transformación política profunda. Algunos obreros, incapaces de reconciliar su idealismo con la realidad, abandonan la ciudad y se internan en las montañas para fundar una comunidad autosuficiente.
Irati Gorostidi reconstruye esa búsqueda de sentido colectivo con un pulso poético y una mirada histórica. “La película nació cuando pregunté a mis padres por la comunidad en la que vivieron poco antes de que yo naciera”, explica la directora. A partir de esos recuerdos, Gorostidi traza un retrato íntimo y político de una juventud que quiso reinventar el mundo desde lo cotidiano.


Del movimiento obrero a la utopía rural
La cinta continúa el universo del cortometraje Contadores, que la realizadora presentó en la Semana de la Crítica de Cannes y que ya exploraba el movimiento obrero autónomo vasco. En esta nueva etapa, Aro Berria se adentra en el terreno del desencanto y la búsqueda de alternativas: una “nueva era” —significado del título en euskera— donde la revolución se traslada al ámbito de la vida en común.
El relato se inspira en la comunidad Arco Iris, fundada en 1978 en Lizaso, en el valle navarro de Ultzama. A través de materiales documentales, testimonios y recreaciones históricas, Gorostidi propone una experiencia inmersiva que funde la memoria y la ficción. Su cámara observa los cuerpos, los rituales y los silencios de quienes intentaron poner en práctica sus ideales en un entorno aislado.


Un reparto coral y una mirada colectiva
Protagonizada por Maite Mugerza Ronse, Óscar Pascual López, Aimar Uribesalgo Urzelai, Edurne Azkarate y Jon Ander Urresti Ugalde, la película cuenta con las colaboraciones especiales de Jan Cornet, Oliver Laxey Javier Barandiaran. Todos ellos participan en una puesta en escena austera, donde la naturalidad de los gestos y la atención al paisaje construyen una sensibilidad casi documental.
La directora subraya que su objetivo no es recrear la historia, sino sentirla: “Combinando la recreación histórica con una voluntad inmersiva, busqué un acercamiento sensible a las situaciones representadas. Quería entender el valor de aquella experiencia colectiva que condensaba los anhelos y frustraciones de una época”.


Aro Berria obtuvo la Mención Especial del Jurado Kutxabank–New Directors en el Festival de San Sebastián, donde fue celebrada como una de las propuestas más audaces del certamen.

Más allá del cine: la exposición Arcoíris 82
El universo de Aro Berria se expande fuera de la pantalla con la exposición Arcoíris 82, instalada en Tabakalera (San Sebastián). La muestra parte del material inédito del rodaje. Reúne dos videoinstalaciones multipantalla —Marathon y Samsara— junto con fotografías y documentos de la comunidad Arco Iris.
La propuesta busca prolongar la experiencia cinematográfica en un espacio sensorial donde los visitantes pueden conectar con los gestos, las voces y las emociones de los protagonistas. “Se trata de rescatar los cuerpos y testimonios que dieron forma a esa utopía efímera”, señala Gorostidi.


Una ópera prima libre y necesario
Con Aro Berria, Irati Gorostidi firma una de las óperas primas más prometedoras del cine español reciente. Su aproximación a la memoria colectiva vasca no es nostálgica, sino interrogativa: una invitación a pensar en las raíces del desencanto y en los límites del idealismo.
Entre el rigor histórico y la poesía visual, la película reivindica el derecho a imaginar otros modos de vida. En tiempos de incertidumbre, su mensaje resuena con fuerza: cada generación busca su propia “nueva era”.
