ARTHUR GANSON

Hace cerca de 100 años que Alexander Calder sorprendió al mundo con su particular “Circo”. Los trapecistas, los acróbatas o los animales de un circo tradicional eran sustituidos por inventos y mecanismos que venían del personal mundo de Calder y que cobraban vida a partir del movimiento de sus propias manos. Unos años después el artista Arthur Ganson bebe de esta estimulante idea para generar arte a partir de los movimientos y gestos de sus ingeniosas máquinas.
Su trabajo tiene que ver mucho con la felicidad. De pequeño era un niño muy tímido y por cuestión de supervivencia, tenía que zambullirse durante sus solitarias horas de vida en su propio mundo creativo. Utilizando sus manos para pensar, traspasaba sus ideas y pasiones a los objetos con los que trabajaba.  En sus clases en el colegio llenaba los márgenes de los libros de pequeñas historias animadas.
Siempre había demostrado un especial interés por el movimiento de las cosas. De esta forma empezó a explorar este mundo. A estudiar como la energía atraviesa cada objeto generando un sistema enmarañado y cinético. En sus obras Arthur toma decisiones estéticas y mecánicas al mismo tiempo. Como si su trabajo fuera el de un ingeniero, le encanta resolver problemas. Sin embargo sus resultados siempre son ambiguos. En su pieza “Cory´s yellow chair”, consigue atomizar un objeto tan cotidiano como una silla amarilla. Explotando  hasta el infinito todas las piezas que la forman, para volver a unirse todas de nuevo durante un pequeño instante.
De esta forma consigue dar vida a un hueso de pollo, que gracias al enorme mecanismo que lleva a su espalda se convierte en un cowboy que parece caminar tras haber pasado demasiadas horas montando a caballo. Por lo que sus máquinas se convierten en generadoras de gestos y acciones. Como dice él: “Parte de mis movimientos quedan reflejados en mis piezas”. Para en definitiva poder completar el círculo creativo del que él habla, en el que sus inquietudes personales se transmiten a los espectadores que contemplan sus máquinas en movimiento.

ARTHUR GANSON