Banks, el reto de encontrarse a sí misma

La artista estadounidense publica “The Altar”, su segundo trabajo discográfico

Jillian Rose Banks tiene nuevo disco. Más conocida únicamente por su apellido, Banks, la californiana retoma su prometedora carrera discográfica con un segundo trabajo que, lejos de colgarse etiquetas, le permite seguir buscándose a sí misma. En él se ciñe a un sonido más directo que a ratos puede parecer una concesión comercial y, aunque logra consolidar el producto, se queda lejos de afianzar el sonido. “The Altar” suena a muchas cosas pero en todas está presente la cálida voz que da forma a su electrónica alternativa de influencia r&b.

Tras un exitoso “Goddess”, publicado hace ahora dos años, en el presente álbum la diosa se despoja de todas las joyas. Aparece la propia Jillian, la mujer detrás del apellido, y nos habla de quién es en realidad: una chica impulsiva, segura, manipuladora a ratos, y fuerte, sobre todo fuerte. Banks se autorretrata en su nuevo disco sin preocuparse de quedar del todo favorecida. Y lo vemos cuando canta con rabia mediante descalificativos hacia sí misma en “Trainwreck” o proclamando mediante susurros que lo importante es conservar el amor propio en una sensual “Fuckyourself”. Las contradicciones tienen cabida en tanto que su estado de ánimo cambia y en “The Altar” hay tiempo para defender la liberación de la mujer libre de ataduras en “Gemini Feed” a la par que se entrega al amor enfermizo y sin condiciones en “Lovesick”.

Banks, el reto de encontrarse a sí misma

Junto con una experimental y agradecida “Mind Games”, la primera mitad de “The Altar” se erige sólida y contundente en contenido y forma. Más tarde esa entereza emocional se desmorona y aparecen grietas que permiten conocer los pensamientos más profundos de la artista. En “Mother Earth”, el track más íntimo del disco, aborda el sentimiento de protección hacia un ser querido. En temas como “Weaker Girl” y sus románticos violines del final, nos habla de una chica indefensa, pero la chica débil a la que se refiere no es ella: “Cause I’m need a bad motherfucker like me”. Con una voz rota y resquebrajada, las confesiones se prolongan hasta “To The Hilt”, la balada acerca del inevitable final de las relaciones: “¿Es este el lugar donde pensabas que estaríamos?”.

En las trece canciones que dan forma a “The Altar” también hay tiempo para ritmos rápidos, como la autoafirmativa “This Is Not About Us” o la étnica “Haunt”. Sin embargo, en “Judas” no acierta y se queda a medio gas con su manida metáfora de la traición bíblica. Tampoco atina al hablarnos de esos fantasmas del pasado que siempre regresan en la lineal “Poltergeist”. Afortunadamente llega el último track del álbum, “27 Hours”, y la antigua diosa recupera su lugar en una combinación majestuosa que conecta al fin con el trabajo anterior mediante florituras vocales necesarias y bases rítmicas atronadoras que la devuelven a lo más alto.

Así, desde el altar, ese al que nunca será llevada de la mano para unirse a nadie, Banks cierra un disco que brilla más en sus temas vocales e íntimos, pero que vaga en los más movidos. En este disco Banks juega a la provocación y nos muestra su verdadera personalidad: la chica autosuficiente y la dependiente, todo a la vez, en una búsqueda incansable por definir su identidad. Al final, toda esta mezcla resulta en un trabajo de producción limpia y cuidada marcado por un sonido cada vez más plural.