Bar La Cruda (o lo que sea): vino natural y libertad

Las mejores cosas son a veces las que te soplan al oído. Sin mucho ruido alrededor. Como el bar La Cruda. O como se llame, porque en realidad no tiene nombre definitivo. Ni falta que le hace. Lo conocen los suyos, que poco a poco van siendo legión en ese barrio madrileño de Lagazpi cada vez más dinámico y apetecible. Bebamos.

El bar La Cruda, como convenimos por ahora en llamarlo, es casa menor de Bendito, el puesto de vinos y vinilos del Mercado de San Fernando, que tanto ha hecho por la cultura vinatera de nueva orden. ¿Algo más que una moda? Está por ver.

El barbudo de Bendito tiene parroquia muy fiel gracias a su simpático proselitismo contagioso. En el puesto se pimpla con naturalidad vino del llamado ahora natural y se lee Noble Rot, la biblia de este vino alternativo con sede, dónde si no, en Londres. Pero en esta ocasión pasamos de Lavapiés a Legazpi, directos a La Cruda.

Imagen superior: al pan, pan (y queso), y al vino, vino (natural), en La Cruda

Bar La Cruda (o lo que sea): vino natural y libertad

El bar ofrece todo lo que de él puede esperar un aficionado al wineloverismo, pero más de barrio y con ganas de experimentación. Entrada como de mesón, sin rótulo alguno que lo pueda identificar, algo de madera y rejería, puro tipismo de calle. Y, pum, de golpe, una especie de bar à vin francés sin filtros ni agencias de comunicación que valgan.

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El bar La Cruda tiene su terraza para hacerse fuerte y dentro una pequeña barra de comandas y una sala que engaña de lo espaciosa que es, con los botelleros al fondo. En la barra reinan los quesos, los embutidos y las conservas Minerva. Unos mejillones, paté o bravas. Desayunos y menú del día. Bar, cocina y tienda. Algún que otro bocata que me prometen como “guay”. Y copitas de vino a 3, 4 y 5 euros.

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Bendito ya hablaba de bocatas, vinos y felicidad. De amor embotellado. Otro tipo de cultura del vino más accesible para todos, sin tanto vocabulario y con más color, sin complejos ni prejuicios. A veces punki si es lo que apetece. El bar La Cruda es esa prolongación para echar el día entero empapándonos en vida.

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Al frente del bar La Cruda nos encontramos los fines de semana a Nahuel, responsable además junto a su mujer de Pequeños y salvajes, una pequeña bodega en El Tiemblo, Gredos. Vinos naturales de perfil fácil, vinos ancestrales vinificados en tinajas de barro. La labor de agitación emprendida por Fabio Bartolomei en la zona está dando sus frutos. Accedimos gustosos a la invitación para visitarlos pronto. Al propio Nahuel le hizo gracia lo de titular esto como vinos y libertad.

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Y qué ricos los quesos y el lomo, todo hay que decirlo. Y el pan. Pero qué festival de vinos el del bar La Cruda. Atiendo a mis notas, que me queda gusto pero no memoria:

-Probamos un Terbianc, burbuja italiana Trebbiano de cierta tensión vertical y mucho “flow” (así lo describe Nahuel, como a ellos les gusta). Me convenció, no dudaría ni un segundo en hacerme con alguna botella de este espumante elaborado por Cinque Campi perfecto para el aperitivo.

Bar La Cruda (o lo que sea): vino natural y libertad

2Naturkinder, vino alemán muy, en esta ocasión, “funky”, procedente de viñas en las que hasta anidan los murciélagos como parte de un tremendo proyecto sostenible. Hipster a tope, aunque verosímil, auténtico, una criatura insólita de la pareja formada por Melanie Drese y Michael Voelker. Por ahora solo lo podemos encontrar en España, apenas unas botellitas, en el bar La Cruda. Me pareció un líquido realmente loco, pasado de muchas cosas pero eléctrico y adictivo.

Bar La Cruda (o lo que sea): vino natural y libertad

El Rall, de Oriol Artigas, con su acidez mediterránea y algo de tanicidad para su poca estructura de baja Cuvée. Joven y con fruta de sobra, es producto de mezclar todo lo que Oriol tiene a mano en Alella (Barcelona) en cuanto a tinto: merlot, garnacha, syrah… Pestazo en nariz pero, lo que importa, muy rico en boca.

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Biográfico, graciano y tempranillo 18, y Latitud 40, graciano 14, ambos de Uva de Vida (Carmen López y Luis Ruiz en Santa Olalla, Toledo), todo un referente de la agricultura y del vino biodinámicos. Pedazo de evolución y de seriedad, oigan, ya para salir plenamente contentos del bar La Cruda, un lugar que esperemos empiece a servir de ejemplo en Madrid y donde sea.

 

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Bar La Cruda
Divino Vallés, 28 Madrid

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