BLOOMCOOKING (2)

LA GASTRONOMÍA COMO FORMA DE ARTE

¿Qué es exactamente un eating designer? ¿Cómo se prepara una sesión fotográfica cuando la modelo es una sopa suculenta o unos preciosos guisantes? ¿Qué relación hay entre la gastronomía y las demás artes? Si estas preguntas os suenan algo raras, os sorprenderá aún más saber que hay quien, además de contestarlas cada día, ha hecho de esto su trabajo. En este número Marije Vogelzang, Sara Remington y Francesc Guillamet nos revelan sus recetas secretas para cocinar la belleza. Con resultados verdaderamente gustosos.

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Marije Vogelzang es una eating designer holandesa. En 2004 abrió el primero de sus restaurantes, el Proef de Rótterdam – que justo en estos días se ha convertido en un original espacio para “picnic urbanos” –, dentro de poco seguido por otro Proef, él de Ámsterdam, un espectacular restaurante y estudio de diseño en el que la comida no sólo se come, sino que se piensa, se huele, se comparte y se crea. Es el verbo “comer” en todas sus posibles declinaciones y no simplemente la comida, lo que le fascina a esta chica de tan solo 30 años que ha conseguido inventarse su trabajo nada más acabar la carrera y que, pese al elevado grado de sofisticación culinaria que su elección profesional implica, nos confiesa que adora la comida vietnamita y la sopa de tomate de su madre. Y que, como todos los comunes mortales, a veces no tiene ganas ni de cocinar ni de hacer la compra.

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Sara Remington es otra fenomenal treintañera que trabaja cada día con la belleza de la comida, en largas sesiones de fotos en las que la modelo acaba siempre en el estómago de algún afortunado. Define su estilo “limpio, simple, elegante, casi de ensueño” y la verdad es que – pese a no ser una gran chef y admitirlo – sus fotografías son auténticas declaraciones de amor hacia la comida. Entre los miles de proyectos en los que está metida (un libro de cocina sobre la región italiana de Calabria y otro sobre la vinificación en Argentina, sólo por citar algunos), Sara Remington trabaja a un especie de álbum de objetos de familia donde recoge las fotos de las vajillas, de los vestidos y de los muebles de la antigua casa de sus abuelos. Es que un buen fotógrafo, aunque (¿o quizás aún más?) sea un fotógrafo gastronómico, no puede prescindir de un alma romántica y de una gran sensibilidad hacia las diferentes formas de belleza.

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Algún añito más, pero el mismo talento y la misma pasión por la comida. Francesc Guillamet es el irresistiblemente simpático fotógrafo oficial de elBulli. O sea que es parte del éxito de uno de los mejores restaurantes del mundo. Nada más y nada menos. Tras haber trabajado durante cinco años en la tienda de comestibles de familia, decidió simplemente cambiar un poco de perspectiva y empezar a fotografiarla, la comida. Cursó sus estudios en Francia, donde probablemente se enamoró de la tortilla francesa, uno de sus platos favoritos junto al yogur. Por su sencillez, dice. Admite también, entre risas, que nada, ni la palabra ni la escritura, le permite expresarse tan bien como la fotografía. ¿Será esto el secreto de esas fotos preciosas y potentes que inmortalizan la belleza perfecta de los platos de elBulli y de las demás obras de arte gastronómico? Quizás sí. O quizás lo que hay detrás del trabajo de su o de él de Marije Vogelzang o de Sara Remington es simplemente un gran amor hacia algo que nos nutre el cuerpo, nos moldea el alma y nos calienta el corazón. Además de cosquillearnos todos los sentidos.

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