Château La Coste

Parece que los viñedos atraen el lujo, el diseño y el arte contemporáneo. Ya conocíamos el impresionante proyecto de The Donum Estate cuyas tierras californianas en Sonoma albergan un alucinante campo de esculturas al aire libre que incluye obras de Ai Weiwei, Yayoi Kusama, Louise Bourgeois, Keith Haring o Elmgreen & Dragset, entre tantos otros.

Imagen superior: Drop, Tom Shannon, (c) 2019 Tom Shannon, Foto: Andrew Pattmann

Para saciar las ganas de tan notable pero lejana visita, llega ahora Château La Coste, un dominio vitícola, hotel de lujo, centro de arte y alguna cosa más situado en lo que se está convirtiendo en la región por excelencia del arte, y las tendencias en Francia : la Provenza.

Hay que saber encontrar el lugar. No es que esté escondido en caminos inaccesibles, o lugares remotos como una antigua civilización maya olvidada en medio de la jungla. Pero tampoco se sitúa en los circuitos más turísticos de la famosa Côte d’Azur francesa. Lo encontramos entrando un poco en las tierras, ahí donde la Provenza ha sabido mantener -un poco- de su autenticidad y su lenta tranquilidad. Cerca de la famosa montaña Sainte-Victoire que pintó Cézanne para dar comienzo, dicen muchos, al arte moderno.

Château La CosteWall of Light Cubed, Sean Scully, (c) Sean Scully 2019, Foto: François Deladerriere

Cerca también de ese castillo que compró el reconocido diseñador Pierre Cardin, al final de su vida en Lacoste, un pueblecito homónimo -pero que, por lo que sé, no tiene nada que ver con el hotel del que hablamos- sobre el que se eleva un castillo en ruinas, recuerdo de lo que un día fue también, hace ya un par de siglos, el lugar en el que se escondía el marqués de Sade.

No muy lejos tampoco de la casa en la que Samuel Beckett, se refugió durante la Segunda Guerra Mundial, de los girasoles de Vincent Van Gogh, o de la faraónica fundación Luma de Arles. Una región, en definitiva, que nunca ha dejado de acoger artistas. Alejados, o alejándose siempre, del tumulto de la jet-set parisina. Viniendo a estas tierras soleadas y a estos caminos pedregosos para disfrutar del anonimato, el paisaje y, seguramente, la soledad.

No sorprende entonces que sea aquí, precisamente aquí, donde ahora hayan decidido reunirse ricos coleccionistas, fundaciones XXL y hoteles de alto standing.

Repartidos con cuidado, escapando de las miradas curiosas pero muy presentes y sin miedo a ofrecer arte a granel. Hay muchos por la zona: el Domaine de Fontenille o el hôtel Baumanière, por ejemplo. Pero uno destaca por su ambición, su amplísima oferta y su apoyo sostenido a los eventos culturales y al arte contemporáneo en particular. Se trata del Château La Coste, un proyecto empezado en el 2004 por el empresario Patrick McKillen, que combina con acierto un hotel de mucho lujo -con vistas maravillosas a los campos-, tres restaurantes, una especie de brasserie y varios espacios dedicados al arte.

Château La Coste Château La CosteUne Pause Colorée, Daniel Buren, (c) Courtesy of Kamel Mennour Gallery, Foto: Vincent Agnes

Construcciones diseñadas por los más grandes arquitectos – léase Tadao Ando o Jean-Michel Wilmotte– y que albergan entre sus muros exposiciones tan destacables como las de Yoshitomo Nara o Jean-Michel Othoniel. Pero lo más impresionante sin duda es el espacio, la naturaleza y la construcción que en ella se dibuja tan cuidadosamente. Al llegar, el visitante cruza una larga fila de columnas minimalistas de estilo clásico y no sabe si está entrando en un parque de atracciones nueva generación, una villa romana remodelada o un rancho texano versión 2.0. Poco le dura la duda y le acoge una de las inconfundibles arañas de Louise Bourgeois – las Maman, arañas-madre. Hemos visto varias en instituciones como el Guggenheim de Bilbao, la National Gallery de Canada o en Roppongi Hills, el barrio del arte de Tokio. Pero ninguna tan fascinante como ésta, flotando ligera encima del agua como un sueño desvaneciente.

Château La CosteCentre d’art, Tadao Ando, (c) Tadao Ando 2019, Foto: Simon Schwyzer

Château La Coste

Komorebi, Kengo Kuma, (c) Kengo Kuma

Luego llegan la espigada escultura de Hiroshi Sushimoto, cuyo nombre – Mathematical model 012 surface of revolution with constant negative curvature – resulta tan fascinantemente incomprensible como su forma o la instalación colorida de Daniel Buren situada cerca del restaurante como una simple zona de juego para niños.

Y eso solo es el principio. Porque lo mejor es, sin duda, darse un paseo por las más de 150 hectáreas con las que cuenta el domaine, y donde encuentran su lugar creaciones sobresalientes de artistas tan importantes como: Per Kirkeby -y su Brick Labyrinth-, Sean Scully – con Wall of Light Cube- o Liam Gillick – Multiplied Resistence Screened. Han sido los propios artistas los que han elegido el lugar exacto en el que poner sus obras, en diálogo con la naturaleza y el entorno, para que estas evolucionen y vivan al ritmo de las diferentes estaciones del año.

Château La CosteBrick Labyrinth, Per Kirkeby, (c) Courtesy of Michael Werner Gallery, Foto: Vincent Agnes

Château La CosteMultiplied Resistance Screened, Liam Gillick, (c) Liam Gillick 2019. Courtesy Galerie Lelong, New York and Paris, Foto: Andrew Pattmann

Tres destacan en este recorrido de aires oníricos y recuerdos estéticos. La primera, la especie de nave espacial imaginada por Tom Shannon -titulada Drop- que recuerda, al acercarse una enésima obra de Anish Kapoor. Pero es mucho más que eso. La escultura oval y reflectante gira de manera irregular alrededor de su eje, creando la sensación de una nave espacial a punto de aterrizar o de un juguete a punto de colapsar. La segunda es una especie de campana gigante de diseño asiático, Meditation Bell, que el artista, Paul Matisse, invita a activar. El resultado es un sonido grave y relajante que resuena de forma hipnótica en el silencio de los campos desiertos. La tercera se disfruta mucho mejor de noche: se trata de un enorme neón situado al pie de la montaña, a lo lejos, inaccesible y un poco angustiante, como una llamada que emerge de la oscuridad, un mensaje que viene del fondo inconcebible del mundo y que destaca en letras brillantes y fluorescentes. The world is yours, reza la frase de Claude Lévêque. Que cada uno haga lo que quiera con esa afirmación. Pero es indudable que, en ese momento, en ese lugar, el mundo parece nuestro.

Château La CostePavillon de Musique, Frank O. Gehry, (c) Gehry Partners 2019, Foto: Andrew Pattmann

Entre tanto estímulo visual es fácil no percatarse del pabellón de Renzo Piano perfectamente integrado en el flanco de la colina, reminiscencia del famoso Teshima Art Museum, diseñado por Ryue Nishizawa y Rei Naito, o del edificio de vinificación diseñado por Jean Nouvel. Porque sí, también hacen su propio vino. Y es más que destacable. Pero esa es otra historia. Podríamos hablar de la escultura circular del mediático artista JR, que uno se puede encontrar paseando por el hotel, de la instalación en forma de corazón de Louise Bourgeois- sí, otra vez ella- que preside el centro del restaurante estrellado por la guía Michelin, o de los dibujos de Basquiat que ornan los muros de los pasillos.

Château La Coste

Île Síngulíère. Jean Míchel Othoniel

Château La CosteFour Cubes to Contemplate Our Environment, Tadao Ando, (c) Tadao Ando 2019 Foto: Simon Schwyzer

Podríamos hablar de la maravillosa exposición de Sophie Calle que acogió el centro en el 2018. O de ese imponente edificio – inevitable este- imaginado por Frank Gehry y que resulta ser un auditorio donde, en verano, organizan conferencias, charlas, conciertos al atardecer y cine de medianoche. Podríamos hablar de la carne del restaurante Francis Mallmann -argentino él-, de lo mejor que se puede probar en la región. Podríamos hablar mucho pero quizás lo mejor sea no decir nada más. Simplemente que si pasan por la Provenza francesa algún día, el desvío vale la pena. Aunque solo sea para petarlo en Instagram, a falta de poder pagarse la noche en una de las suites del hotelazo de lujo – entre 650 euros, en temporada baja, y 1200 euros.

Château La CosteSmall Crinckly, Alexander Calder, (c) Calder is a registered trademark of Calder Foundation, New York (c) 2019 Calder Foundation New York, All rights reserved, Foto:  Andrew Pattmann