Descenso a los infiernos con Die Antwoord

El infalible dúo sudafricano, adalid de la cultura zef y el rap rave, publica su cuarto álbum entre rumores de separación. Así es Mount ninji and da nice time kid.

Lo han vuelto a hacer. Ninja y Yolandi, el dúo más subversivo de la actualidad, acaba de lanzar al mundo un nuevo artefacto sonoro que, recién nacido, ya nos estalla en la cara y explosiona en nuestras conciencias. Un exorcismo de dieciséis plegarias con las que repiten fórmula, la misma que los ha traído hasta el palmarés de la vanguardia sónica y visual; la misma que los lleva a coleccionar bajo un mismo mantra a adeptos de otras naturalezas que, de cualquier modo y sin remedio, acaban rendidos a sus pies.

Gurús de un electro rap llevado hasta la nigromancia, les vemos aferrarse a los cánones de la electrónica y del hip hop, al mismo tiempo que los asaltan y los pervierten. Los desafían sin faltarles al respeto, los estiran hasta límites nunca vistos,  los abanderan pero también los asesinan. Die Antwoord han reinventado los géneros que ellos mismos practican y, como adalides de los bajos fondos humanoides y las secuencias más perversas, con cada creación nos invitan a participar de su particular y adictiva crew rave.

Entre los rumores de su disolución en 2017, surgidos estos últimos días, el combo infeccioso va y se zampa de un mordisco las elucubraciones. Yolandi arremete contra la mala interpretación por parte de los medios y asegura que, entre los planes a corto plazo de Die Antwoord, se encuentra el de rodar una película el año que viene. Quizás esto sea lo que les lleve a un premeditado parón musical, pero nadie aporta la suficiente luz para saber con certeza si eso significa el fin o sencillamente una puerta abierta más en su carrera. En cualquier caso y, mientras tanto, no nos dejan hambrientos; aquí tenemos su nuevo disco publicado el pasado 16 de Septiembre, bajo la misma expectación que despiertan a cada paso.

Descenso a los infiernos con Die Antwoord

Producido por The Black Goat y GOD, el álbum ha sido bautizado como Mount Ninji And Da Nice Time Kid, una acepción algo más edulcorada que la que se barajaba inicialmente. Este cuarto trabajo había nacido para llamarse Rats Rule, exactamente igual que uno de los temas que lo componen a través del cual recalcan la adversidad de un mundo gobernado por la competitividad, la arrogancia, la desigualdad y la envidia.

Cuando comenzaron la confección del disco, percibieron que muchas de las composiciones iban encaminadas hacia esta temática incidiendo en esa lacra social -“Stupid rich” es un buen ejemplo- pero, a medida que fueron pasando los días en el estudio, a su ya habitual oscurantismo parecía adherírsele un halo de luz. Los dieciséis nuevos temas vuelven a serpentear entre la aspereza, la crudeza, la tenebrosidad, el asalto feroz… Pero, como siempre, la dulzura, el misterio e incluso la vulnerabilidad también desempeñan su rol y, esta vez, parece que más que nunca. De ahí el motivo de que el disco terminara llamándose Mount Ninji And Da Nice Time Kid, también de que la “delicada” Yolandi protagonice la cubierta a modo de diosa  guerrera de la decadencia, e incluso de que “We have Candy” sea la encargada de dar el pistoletazo de salida al álbum con golpes de lírica y ópera al más puro estilo “Carmina Burana”.

Descenso a los infiernos con Die Antwoord

Con “Banana Brain”, el primer single que lanzaron a finales de agosto, nos llevamos la sorpresa de una concienzuda apuesta por el tecno. Un chicle pegajoso que se adhiere a las paredes del estómago, visceral y grandilocuente que cumple con las expectativas de aquellos que prefieren la vena electrónica del dúo a la rapera. La insurrecta historia audiovisual que acompaña al tema, dirigida por el propio Ninja y Terence Neale, parece remontarnos a los inicios de una Yolandi niña que, corrompida por su compañero, se adentra en los laboratorios fáusticos de lo que hoy conocemos como Die Antwoord. Y todo ello a golpe de platos y agujas, con bases de un bakalao noventero que hoy perfectamente podría encumbrar las mejores sesiones remember de aquella ruta. Es, sin duda, una de las joyas de este nuevo trabajo y  la más extensa, por cierto. 

Coincidiendo con este mismo rictus electro-rave tenemos “Gucci Cookie”, solo que esta suena más cristalina, más mecanizada y cuenta con la colaboración de la incandescente Dita Von Teese que la extrapola a una dimensión diferente. O “I don’t care”, que cierra el disco por todo lo alto a modo de after party. Pero es la predilección del dúo por la neo-poesía urbana de la que son maestros, la que acapara todos los pliegues de este nuevo álbum. “Daddy” es un disparo rápido que se entrelaza con ritmos tribales y nos recuerda a las canciones infantiles de los juegos de palmas. “Fat faded fuck face”, el segundo adelanto, es sorprendentemente apaciguada y digna de ser degustada con detenimiento. Y como la regresión baby es uno de sus métodos de conquista, y se divierten volviendo atrás hermanado inocencia y corrosión, no sorprende encontrarnos con la enseñadora “Alien”, que hace las veces de canción de cuna, o las pseudo baladas rap “Street light” y “Darkling”.

El resto, un múltiple desarrollo de alquimia hiphopera. Desde “Shit just got real” acompañados del rapero cubano-estadounidense Sen Dog y el sampleo de un saxo, hasta las dos balas incisivas y orgánicas que facturan junto a Lil Tommy Terror: “Wings on my penis” y “U like boobies”. También piezas cortas, pero directas, que desembocan en el diálogo como “Jonah hill”. O el descarado enaltecimiento del street art y toda su imaginería con “Peanubutter + Jelly”.
En definitiva, un disco con el que demuestran una vez más su habilidades y vuelven a sacar sus armas a relucir; aunque algo más maduro, algo más sosegado y más ecléctico incluso. Para el que no olvidan su pertinente rescate de la cultura zef con la integración de elementos, sobre todo estéticos, en sus obras audiovisuales, ni el merodeo por el inglés, el afrikáans o la xhosa, una de las once lenguas sudafricanas que ellos se han encargado de presentarle al mundo a través sus letras.

Mount Ninji And Da Nice Time Kid es salvaje, como siempre, pero con medida. Tiene algo de sobrenatural, como todo lo que hacen, pero con él también se adentran en la realidad más cruda. Exactamente como “un paseo por el infierno del que uno sale reforzado y con la cabeza alta”, como ellos mismos aciertan a describir mientras su música golpea sin cesar.

Descenso a los infiernos con Die Antwoord

Fotos: Amanda Demme