Siempre se esperan con cierta expectación los contados trabajos que llegan desde ese continente tan lejano del que sólo nos separan 14 kilómetros y que, lamentablemente, siempre es noticia por otros asuntos que nada tienen que ver con la cultura. El próximo 13 de febrero, y gracias al apoyo de artistas como Julie Mehretu, Jessica Ranking o Angelina Jolie, se estrenará en cines la película etíope Difret, cuyo título en amárico –idioma oficial del país– puede traducirse como valiente o también como violación. El film, que ha recogido el Premio del Público en el Festival de Sundance, y también fue Premio del Público en el pasado Festival de Berlín en su sección Panorama cuenta la historia, basada en hechos reales, de una niña de 14 años, Hirut, que es raptada al salir de la escuela y violada por uno de sus captores en la choza donde está retenida. Hirut consigue escapar de su cautiverio y en su huida mata a su agresor. De acuerdo con las costumbres y las leyes tribales que rigen la vida de esta zona, extremadamente pobre y donde el nivel de alfabetización es escaso o casi nulo, la niña ha de ser castigada con la pena de muerte. Una asociación sin ánimo de lucro asentada en Adís Abeba, la capital, y encabezada por una joven abogada se entera del suceso y decide defenderla ante los tribunales del Estado entrando así en conflicto abierto con las costumbres y las leyes tribales de la zona.
La película relata el periplo de la abogada en su lucha contra la injusticia y por un cambio que haga avanzar a la sociedad etíope hacia la democracia y la igualdad. El film, más allá del loable alegato por la defensa de los valores mencionados, y una interpretación notable de la actriz Merot Getnet en su papel de abogada, no muestra nada nuevo que no hayamos visto ya en películas bajo la denominación “basada en hechos reales” cuyo mayor potencial se encierra precisamente en el qué de la historia y en su etiqueta de veracidad –aunque resulte inconcebible– obviando el cómo y perdiendo así su identidad única. Cosas de la globalización, de la mano de Angeline Jolie como productora, o de ambas cosas, el caso es que esta película, una oportunidad para retratar con mayor profundidad la realidad de una sociedad de la que poco o nada sabemos, planea por encima de los personajes perfilando el paisaje del conflicto entre tradición y modernidad de la sociedad etíope a través de elementos ya manidos como vericuetos legales, rencillas entre abogados, y la prensa como altavoz de la injusticia. Elementos de una narración convencional que consigue entretener al espectador, sin más. Quizás hubiera resultado más interesante poner el foco en la tradición, como en la magnífica secuencia bajo un árbol donde los sabios tribales discuten y dictan sentencia en un juicio público al que acuden todos los vecinos y por supuesto las familias implicadas.
Difret se estrena en cines este viernes, 13 de febrero