EL LEGAO DE ERLEND ØYE

UN DISCO QUE CUENTA MUCHO CON APARENTEMENTE POCO

El frío obliga a los nórdicos a pasar horas y horas encerrados en casa. Ellos, a diferencia de nosotros, no pasan más tiempo en el bar que en el hogar. Y aunque podría haberle dado por hacer puzzles, papiroflexia o jugar a videojuegos, nuestra suerte fue que a Erlend Øye le dio por crear música. Artista prolífico donde los haya, Øye ha sido, a sus 38 años, la voz de los temas más míticos de Röyksopp, culpable de uno de los mejores DJ Kicks hasta la fecha, cocreador de cuatro largos deliciosos con Kings of Convenience (cinco si contamos el gran disco de remezclas, Versus), autor de dos clásicos de la indietrónica con The Whitest Boy Alive, productor de bandas tan adoradas como Kakkmaddafakka, dueño del sello Bubble Records y aún le ha quedado tiempo para regalarnos dos discos en solitario. Once años separan Unrest de Legao, ambos con una gran carga de verdad, como si abriésemos el diario personal del noruego. Si Unrest era el resultado de una tournée que le llevó a vivir en diferentes ciudades europeas, descubriendo su parte más electrónica, Legao nace tras su traslado a Siracusa, donde vive actualmente con su madre y un puñado de amigos italianos. La querencia de Øye por los sonidos sureños, el reggae y la bossanova ha quedado más que clara en todas sus creaciones, pero con Legao sonando de fondo no podemos evitar imaginar a Erlend tirado en la playa, rodeado de amigos, y haciendo canciones fáciles, espontáneas. Porque esa es la magia de este disco, que cuenta mucho con aparentemente poco.

EL LEGAO DE ERLEND ØYE

Es posible que en una primera escucha Legao deje a algunos indiferente; el listón había quedado muy alto con esa gran canción revienta salones que es La Prima Estate (vamos, ¿cuántos de vosotros la habéis bailado como locos en vuestra casa?). Pero Erlend decidió no incluirla en el LP y ofrecernos sin embargo diez canciones más íntimas, tranquilas y propias de un domingo por la tarde más que de un viernes noche. Erlend Øye se transforma con este disco en el yerno perfecto, ese outsider con ansia de enamorarse que pese a todo no pierde la sonrisa. Así lo demuestra en la canción que abre el disco, Fence me in, himno reggae al desencanto y al hastío que producen a menudo las relaciones humanas vistas desde los ojos del soltero solitario que odia los domingos. Peng Pong o Say Goodbye, dos de los cortes que más desapercibidos pasan del álbum (quizá por tranquilos de más), meten también el dedo en la llaga del desengaño amoroso y del adiós. Quién sabe qué le habrán hecho a Erlend… También hay espacio para el coaching en Legao. Garota o Lies Become Part of who you are contienen mensajes de ánimo y superación, consejos propios de un mejor amigo aderezados con unos ritmos lentos a medio camino entre el reggae y el soul. Y de amistad sigue hablando Bad Guy Now, una de las canciones más notables del LP que narra al ritmo del pop más clásico un extraño triángulo amoroso. Pero Erlend Øye, que a muchas ha enamorado con sus bailes encima del escenario, no podía dejarnos así, sin al menos un par de canciones que nos hicieran mover las caderas o los pies debajo de la mesa. Defienden este papel Save some Loving y Rainman, hit inmediato de estribillo adictivo que vuelve a trasladarnos a un espacio caluroso y sureño aun cuando el disco ha sido grabado en Islandia. En definitiva, Legao no es sino otra pieza clave para que los fans sigan construyendo la identidad de Erlend Øye, un reflejo claro y meridiano de sus referencias vitales y musicales. Diez canciones para dar un paseo por lugares comunes escritas, parafraseando a Astrud, con mucha metáfora y muy poca vergüenza. Porque si hay algo que no tiene el de Bergen, aparte de un disco malo, es la vergüenza. El frío aprieta ahora, pero si Erlend y la banda islandesa Hjalmar que le acompaña en el disco pudieron grabar en Reykjavik estas diez delicias, nosotros podemos escucharlas ahora para entrar en calor.