La exploración de la naturaleza del sonido, la performatividad de los cuerpos, el potencial para crear espacios donde se enfrentan la poética y la acción, son características constantes en el trabajo de João Onofre (Lisboa, 1976). La experiencia del espectador y la habilidad del artista se funden inevitablemente en las piezas Onofre. Con sólo veinticinco años participó en la Bienal de Venecia y a sus cuarenta ha expuesto en museos y galerías alrededor del globo; desde el PS1/MoMA Nueva York hasta el MAC de Sídney. Hablamos con Onofre con motivo de su exposición Untitled (Orchestral) en el nuevo museo MAAT de Lisboa.
Tu trabajo comprende un amplio rango de medios, desde el dibujo, la fotografía, la video instalación, hasta piezas sonoras como ésta que presentas en MAAT, ¿cómo surge el proyecto?
João Onofre. El director artístico de MAAT, Pedro Gadanho me invitó a realizar una exposición en la Sala de Calderas del edificio de la antigua Central Eléctrica del Tajo. Es quizás el espacio más difícil del museo. Tras darle muchas vueltas a la magnitud del espacio y a la presencia imponente de las calderas, pensé que no podía hacer una escultura porque la maquinaria tiene proporciones enormes y cualquier objeto allí sería imperceptible; no podía hacer un filme porque entra mucha luz en el espacio; ni fotografía o dibujo porque no hay paredes para presentarlas. Así, no pudiendo evitar “el elefante” en medio del espacio, la única posibilidad era hacer algo con las calderas. Se me ocurrió que una instalación sonora realizada a partir de la propia estructura de las calderas, sería la mejor solución.
¿En que consiste la pieza?
J. O. Untitled (Orchestral) es una instalación multimedia en la que utilizo ese gigantesco aparato industrial, el cuál, en su museología pienso que tiene un fuerte componente ideológico. Con esa monumentalidad preexistente, creé una caja de música y así esa arquitectura industrial se convirtió en un instrumento musical que usa solamente el sol como fuente de energía –las calderas son de carbón–. El sonido está producido por 16 robots y otros dispositivos que tocan percusión en el cuerpo de las calderas e interpretan una partitura en tiempo real parametrizada por el sol.
El sol gobierna la instalación, ¿todo sucede a partir de la energía solar y al ritmo del sol?
J. O. Efectivamente, los rayos solares inciden en una cámara de vídeo colocada en una de las ventanas apuntando al exterior en medio del espacio. Un sistema mide la intensidad lumínica del sol y determina la forma en la que se interpreta la partitura: cuanto mayor es, más rápida y más fuerte es la música; si hay nubes o cuando anochece, la música es más lenta, downtempo y menos intensa en volumen. De esta forma, dependiendo de la hora del día, de las condiciones atmosféricas y de la estación del año, lo que oyen los visitantes será diferente cada vez… la duración de esta pieza es de más de 850 horas.
Con respecto a la alimentación eléctrica del sistema, hace muchas décadas que las 4 calderas solamente trabajaban en grupo en un corto espacio de tiempo, por eso hablo de una conservación o de una museología ideológica. Decidí que la energía necesaria para el funcionamiento de la obra debía producirse a través de paneles solares que se instalaran fuera, pasando a ser otro componente del trabajo, que se convierte así, si no un organismo autónomo, casi en un virus de la central.
¿Quién es el compositor musical?
J. O. Invité al compositor y percusionista valenciano Miquel Bernat, que reside en Oporto. Bernat realizó un intenso trabajo de búsqueda de sonidos en el propio espacio –con varias técnicas de percusión– y compuso una partitura a partir de decenas de sonidos generados en la sala.
¿Por qué el uso de sonido acusmático –los robots que interpretan la composición no se ven–?
J. O. Efectivamente, los intérpretes son 16 robots creados la mayoría a partir de brazos industriales, que están esparcidos y escondidos en varios niveles del espacio. Esto además le confiere a la pieza, creo, una identidad muy particular porque los espectadores tienden a mirar hacia el techo de esta gigante nave industrial, yo diría, como solemos a hacer en una catedral.
Es un trabajo multidisciplinar y muy tecnológico…
J. O. Es una instalación performativa que exigió varios períodos de investigación y mucha tecnología avanzada. Para llevar a cabo esta “librería de sonidos” han contribuido primero el compositor, después los ingenieros de la Universidad Católica de Oporto, cuya participación ha sido fundamental para la elaboración de todo el software, el hardware y la mecatrónica –se han creado desde cero los robots así como para la programación y espacialización sonora. Sin olvidar al comisario Benjamin Weil, que también ha tenido un papel importante en todo este proceso de investigación y colaboración.
Formalmente, me refiero a nivel de componentes, ¿como está hecha?
J. O. En total, la obra hace uso de una cámara de video, 10 paneles solares, 4 calderas, 16 brazos robotizados, 2 micro controladores, 2 PCB, 2 ordenadores, 16 micrófonos, 16 altavoces, 6 subwoofers y 16 preamplificadores.
A través de la descripción, parece un trabajo un tanto matematizado y conceptualizado. ¿Tú qué piensas?
J. O. Conceptual si, lo es al máximo –yo no tengo conocimientos de informática, robótica, ni siquiera de composición musical. Sin embargo, creo que es trabajo lleno de afecto, todo depende del sol, el cuerpo de la pieza vibra, se mueve con él y sigue un ritmo casi animista. Además, el visitante que vuelva podrá experimentar los cambios regidos por elementos esenciales de la naturaleza como el sol o la meteorología y el sonido producido nunca será igual.
Para terminar, la celebración del sonido, su uso persistente y riguroso es constante en la obra de João Onofre. El paso del tiempo, clave en su cuerpo de trabajo, está muy presente en esta última instalación, Untitled (Orchestral) –en MAAT de Lisboa – y forma parte de sus últimas investigaciones sobre la relación entre sonido y espacio.
www.joaoonofre.com
