Julieta

El principal problema que tenemos al enfrentarnos a una nueva película de Almodóvar es a obligarnos a tener que estar viendo el nuevo taquillazo del director manchego. Es una extraña sensación que nos hace volver a sus clásicos, a aquellos que tantas escenas nos regalaron las mejores risas o más escandalosas lágrimas del ayer y exigirnos a nosotros mismos, y a Almodóvar por descontado, que esas escenas, instantes o diálogos brillantes tengan que resumirse, exprimirse y/o aparecer en la nueva proyección. No pasa con Julieta.

Julieta es el ejemplo perfecto de que Pedro Almodóvar está en otra etapa de su vida. Le hemos visto experimentando en los 80, celebrando la exageración propia de los 90, coronándose como embajador del cine español en los 2000 y ahora en esta nueva década, es otro rollo totalmente distinto. Con Julieta tira de novela(s) de Alice Munro y nos propone una historia que no es un simple camino a seguir, sino una casa con la que vas descubriendo las vistas desde cada habitación, donde te instalas donde quieres y el tiempo que haga falta y que cuando ambas habéis cumplido el círculo vital os despedís porque el servicio y/o la necesidad ya han sido cubiertos.

En esta ocasión, no es el espectador el que va descubriendo la película sino la película quien se va descubriendo al ritmo que ella va marcando. Hacia delante, hacia atrás, de atrás a hacia delante. Una película en la que dos actrices, Adriana Ugarte y Emma Suárez se encargan de dar vida a un mismo papel en dos épocas distintas que se entrecruzan y vuelven a cruzar sin vértebra que las conforme, pero sí columna. Una historia que nos cuenta el drama de la viuda de un pescador y que en su día se creyó sería el bautismo del director manchego en lengua anglosajona.

Es una película que no desprende un metraje desmedido, ni incluye una escena por incluirla. Todo está medido, todo es por algo, todo color, rayo de luz, nublado y silencio es necesario. Silencio, mucho silencio, de hecho así se tendría que haber llamado la película que por circunstancias que ya todos sabemos, debió cambiar su nombre (hubiera coincidido en nombre con la también nueva película de Martin Scorsese).

Pero es el silencio quien recorre la cinta de principio a fin. Un silencio que a veces es menos silencio pero que en ningún caso acaba gritando, pero sí cuchicheándose gracias a una Rossy de Palma que recoge el testigo de su buena amiga Chus y sin quererlo la homenajea, pero ofreciendo su guiño personal. Una Julieta frente a la que también brillan Daniel Grao, Inma Cuesta y Susi Sánchez, en papeles que también ven al silencio pasar y actuar caprichoso.

Quienes sigan buscando al Almodóvar más frívolo y descarado, decirles que ya no está, que cambió de casa, incluso de ciudad y que dejó el recado a la portera (que además creemos es Testiga de Jehová) de que no se le buscara. Almodóvar ahora es otro, le mueven otro tiempo y otros intereses y un melodrama en puro deconstructivismo parece ser la dirección. Final abierto. Fundido en negro. Intenten escuchar el silencio.

 

Julieta

Julieta

Julieta

Julieta

Julieta

Estreno, MAÑANA 8 de abril, en cines

Fotos película: Manolo Pavón
Fotos de estudio: Nico Bustos