LE BEAT BESPOKÉArthur Brown

THE FLAME IS ALIVE

El 29 de abril de 1967, en el interior del Alexandra Palace, se vivió una de las veladas psicodélicas más históricas que se recuerdan en la ciudad del Thamesis. Aunque en realidad pocos se acuerdan de lo que allí sucedió exactamente durante esas “14 hour of technicolor dream”: música, happenings, luces, proyecciones y ríos de LSD, que mezclados ofrecieron un viaje de altos vuelos a los intrépidos que se sumergieron. Tampoco se acordarían de seguir con vida  John Lennon y Jimi Hendrix, ambos partícipes de la experiencia como asistentes de renombre. De las 41 actuaciones programadas en el majestuoso palacio del norte de Londres no hay apenas material disponible que constate cuáles llegaron a celebrarse. El poco que hay lo recoge el documental “Tonite Let’s make love in London” de Peter Whitehead, donde destapa indicios de que Pink Floyd, The Move, The Pretty Things, Tomorrow, Flies y Arthur Brown subieron probablemente al escenario en algún momento de esa intensa jornada psicotrópica. Algunos de aquellos protagonistas, en concreto The Crazy World of Arthur Brown y The Pretty Things, volvieron a subirse encima de un escenario el pasado 6 de abril con motivo de la jornada “8 hour technicolour dream” que el festival Le Beat Bespoké organizó como tributo al famoso evento. Es muy probable que algunos de los que asistieron como público a aquella primera cita repitieran 45 años después en The Venue, 229 de Londres, y es muy probable…. que además no salieran decepcionados.

LE BEAT BESPOKÉ

Han quedado atrás los tests de ácido, la experimentación sin límite y todo el espíritu transgresor y liberador que arrimó consigo el movimiento hippie y el Swinging London de mediados y finales de los 60’s. Pero esa llama, al menos la circunscrita a su vertiente musical, sigue avivada con fuerza en las cuatro jornadas anuales que el festival Le Beat Bespoké organiza en Londres durante estas fechas. Este año The New Untouchables (con Rob Bailey como principal impulsor) consiguió emplazar uno de los carteles más apetitosos que se recuerdan en las ocho ediciones celebradas. Diversificando un año más la oferta entre el anagrama de estilos musicales fervientes de los  60’s (psych, garage, beat, soul, Northern soul, rock, mod), LBB8 consiguió concentrar a bandas de la talla de The Trashmen, Jim Jones Revue, July, The Sorrows, The Poets, y los citados The Pretty Things y The Crazy World of Arthur Brown (la veterana soulsinger Maxine Brown cayó a última hora del cartel por complicaciones en una operación de las que se recupera). La banda de culto July (con un solo disco que data de 1968), y reunidos de nuevo hace poco (se los pudo ver en la última edición del Euroyeyé), abrió la noche del viernes 6 de abril, prestada en exclusiva a rememorar esa histórica celebración de la piscodelia inglesa de hace 9 lustros. Los ingleses interpretaron su lejano disco homónimo, junto a algún nuevo tema fruto de una formación rejuvenecida con la entrada de componentes que aportan sangre fresca, especialmente en los directos. Tras July empezó el que fue el gran show del festival. El gran Arthur Brown, y su reformada banda The Crazy World, calentaron con fuego (con o sin metáfora de por medio) a todos los presentes en el recinto. Brown se empeñó a consciencia para demostrar que los años no han hecho mella ni en su música, ni voz,  ni en su físico (hizo unos saltos encima del escenario que ya querría servidor poder hacer en su aún tierna edad). Su directo se nutrió sin pudor de proyecciones, bailarinas, disfraces extravagantes, maquillaje a raudales y todo lo que pasará por la insana mente de Arthur Brown. Lejos de lo que podría pensar con actuaciones que basan buena parte de su potencial en la performance, el teatro, y otros elementos alejados del propio plano musical, el asunto funcionó en esos términos a la perfección. Brown se mostró inspirado lanzando sus tenebrosas consignas, y a éste le arropó una banda compenetrada, y entregada con asiduidad al éxtasis que desprendía su profeta. El momento cumbre, por la magia, la espectacularidad y la contundencia desplegada, fue cuando la banda se encaró a interpretar su reconocida “Fire” y ante sorpresa de todos, lo hizo con un Arthur Brown envuelto por una imponente llamarada que cubría los cuernos postizos de su cabeza. Un momentazo que terminó por derretir los cimientos del recinto, y demostrar a los presentes que con 69 primaveras y mucha guerra a sus espaldas, se puede seguir rindiendo a un nivel envidiable, incluso, para algunos jovenzuelos.

LE BEAT BESPOKÉArthur Brown

Tras el volcán, una de las bandas más relevantes de la primera ola psych, garage y R&B cogió el relevo. The Pretty Things, con los miembros fundadores Phil May (Cantante) y Dick Taylor ( guitarrista) en cuerpo presente, y con la incorporación de sangre nueva para los puestos de bajo  y  batería,  interpretó composiciones para bandas sonoras que crearon a finales de los 60’s con el pseudónimo de Electric Banana. No es ni de lejos su repertorio más aplaudido ni reconocido, y eso lo acusó un poco su live, pero la banda, lejos de atenuarse  respondió la papeleta con buena cara. Su concierto fue de menos a más a medida que fueron saliendo del guión, el primer aviso sonado lo dieron con “Come see me”  para terminar con ese brillante triple bis final donde dieron rienda suelta a clásicos como “L.S.D.” o “Midnight to six man”. Puede que Phil May no mantuviera su poderío vocal al máximo brío, pero sí que sorprendió ver que tras el frágil físico de Dick Taylor se esconde aún un tremendo guitarrista, capaz de erizar los vellos de los presentes con sus riffs.

LE BEAT BESPOKÉThe Pretty Things

La noche del sábado deparó otra cita con la historia de la música popular. Desde
Minneapolis aterrizaron por primera vez en el Reino Unido The Trashmen, institución del surf y de la primera oleada rock en los EEUU. Reconocidos mundialmente gracias a su éxito “Surfin’ Bird”, número 1º en charts de medio mundo, y rebautizada por Stanley Kubrick al formar parte de la BSO de “La chaqueta metálica”. La banda, con cincuenta años (intermitentes) de carrera a sus espaldas pasó por Londres para contentar a sus pacientes seguidores con todos sus clásicos: “Miserlou”, “King of the surf” y “Surfin’ Bird” poniendo colofón a una jornada de nostalgia sin caer en la velada orquestral que a veces nos ofrecen bandas entradas en años. El domingo era el día elegido para que la leyenda del soul Maxine Brown saliera a derretir tímpanos con su soul clásico. Sin embargo una complicación en una operación reciente le impidió asistir a la cita londinense. Tremendo vacío tuvo que ser tapado con los directos de The Poets, Wild Ever and the Trashbones y los catalanes The Pepper Pots. La formación de Girona pareció dividir al público: el español entregándose a su soul alegre y bailable, y por otro lado, hacía el final de la pista, los ingleses inamovibles e inmutables.

LE BEAT BESPOKÉThe Pepper Pots

Tres noches intensas rebosantes de unos directos que lejos de dejar el ánimo alicaído lo levantaban para enfrentarse a largas horas de las sesiones musicales más eclécticas, exquisitas y underground de la música de los 60’s. Tres ambientes dividían la oferta y repartían al dispar público que allí se congrega. Así por ejemplo, en la sala grande, autóctonos de todas las latitudes y edades se entregaban al Northern soul embutidos en sus inmaculados vestimentas, que para la ocasión, se plegaban a los sudores que desprendía su apasionada entrega sobre la pista de baile. En otra sala, Dj’s especializados en la materia animaban con temas de psych, garage, beat, y en la última, la más calurosa, se congregaban mayoritariamente mods para entregarse a los beats de las piezas más desclasificadas del northen soul, el ska, el boogaloo, R&B y soul. Asistir a la liturgia con la que los ingleses se sumergen en la pista de baile es una fascinación comparable al efecto que puedan provocar ciertas drogas alucinógenas. Su movimiento por la pista hipnotiza, sus pasos imposibles resplandecen magia. Le Beat Bespoké se ha edificado a lo largo de estos años como el mayor evento británico enfocado a la celebración de la música y la cultura sixtie. La diversidad de estilos y géneros que se dan cita saltan a la vista con la moda mod, rock, skin, hippie, yeye, y hasta punk y heavy, que se cruza en fraternidad por los pasillos y salas del recinto. Y todo esto, convierte al LBB en un santuario único e irrepetible, donde la llama de esa época dorada para la creación musical sigue viva y venerándose.