Alejandra Jaime, directora creativa de la firma española de moda María Magdalena, redime a todas las mujeres a través de un texto y unos retratos donde se desnuda en cuerpo y alma: Llorarlo Todo
LLORARLO TODO
Llorarlo todo. Las ausencias justificadas. El dolor genealógico, la injusticia intrínsecamente vital, la ignorancia de mis educadores. De los educadores de mis educadores. De los educadores que no tuvieron los educadores de mis educadores.
Llorar la nostalgia de una infancia de domesticación y consentimiento. Llorar mi propio endiosiamento, todo mi ego empapado, entristecerme porque maquillaron mi empatía, trucaron el mundo para dármelo y me hicieron creer que el amor era sólo una cosa, una cosa que era mía.
Enfurecerme y sacar mi ira contra sillas, mesas y aparatos electrónicos, pensando en que son personas a las que amo.
Entiendo que nadie tiene la culpa. Pero se me despedaza el alma con las condenas generacionales, los niños rata, los sociópatas fabricados desde el patriarcado, frente a las mujeres sin autoestima ni consuelo.
Me condena mi ego, y lo que no comprendo desde él. No comprendo las almas perdidas, los hombres sin compasión, el dolor de sus almas ya inmunes, la desesperanza.
Este Matrix, este videojuego que desgarra. Eso es todo esto, un holograma y una profunda ilusión. Y ahí comienza mi liberación, y la de todos. Acepto que me habéis identificado como María Magdalena, la que ungió a Jesús con perfumes y le secó los pies con sus cabellos. Pero ya no necesito el perdón de él, reivindico mi sitio por mi misma, reconozco mi poder personal y el universo cósmico que me protege y orquesta todo, pero que no es un hombre, no tiene barba, ni testículos. Está compuesto de energías vibrantes que me atraviesan, entra y sale, crea y destruye. Pero no es un hombre, no es mi padre, no está separado de mí.
Así que ahora ejerzo mi perdón, mi compasión y acepto que la oscuridad está dentro del todo, que no está sanada. Entiendo el papel del hombre en la historia y su sitio en el juego, sin ser un día más inconsciente de mi posición de cómplice y otras veces enemiga.
Recuperar mi lugar, ponerme a mi altura y liberar desde mi radio de acción a las mujeres tachadas de pecadoras, dentro de una moral creada para los hombres pero que no beneficia a nadie.
Voy a morirme, arrodillarme una última vez ante alguien esperando compasión, así de esa manera nunca llegará desde fuera. Necesito revivir mi último abandono, hacerlo real, ser consciente de forma plena y acabar con mi propia victimización, porque me tengo y siempre me tuve.
Y después, en mi resurrección, puedo y voy a desnudarme. Voy a ser y soy todo lo puta que quiera en este mundo que nos sexualiza y después nos reprime, voy a mostrar toda mi sensibilidad sin tapujos, voy a llorar como quiera, cuando quiera, con todo el poder que se autootorga alguien que recibe, por fin, el sufrimiento con los brazos abiertos, lo acaricia y es capaz, también de apreciarlo.
Reconozco finalmente, mi propio dolor, y lo abrazo con todo el amor que cabe en mi insignificante y milagroso ser. Ahí acaba.
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Texto: María Mendoza
Fotografía y Dirección Artística: Off del Campo
Maquillaje: Irene Massia
Corona: Anel Yaos
Modelo: Alejandra Jaime de María Magdalena
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