Monterrosa la liaron así de parda en México

Monterrosa nos presenta su diario y su experiencia en México hace unas semanas.

¿Conoces el dúo de electro-pop Monterrosa? Bueno, han pinchado como proto-Monterrosa en nuestra fiesta de Neo2 de 2018 y también cantaron como dúo en nuestra fiesta de febrero de 2019, Monterrosa lo forman Rocío Saiz de Las Chillers y Enrique R. Aparicio, también conocido como Esnorquel DJ. Hace unas semanas estuvieron de gira por México, su primera incursión como Monterrosa en Sudamérica. Rocío nos ha escrito un diario de cómo fue esta increíble y loca experiencia.

Además de leer  estos diarios históricos de unos músicos de gira por tierras lejanas, cuando todavía se podía hacer, te recomiendo que sigas las andanzas de Monterrosa en Instagram.

Monterrosa la liaron así de parda en México

Los diarios de Monterrosa en México

Lo cierto es que al principio pensábamos que íbamos a ser dos maricones en una caravana de palomos sorteando peligros por doquier. La realidad es que así empezó nuestro viaje, pero según fuimos sorteando los primeros obstáculos del principio, el paraíso mexicano se abrió a nuestros ojos. El primer día hicimos cuarenta entrevistas, de un lado para otro fascinados por el ritmo de la ciudad. Edificios barrocos, con cuadros pintorescos de los años 60, grafittis, muchos puestos callejeros… Ciudad de México tiene la capacidad de parecer que estás en tu pueblo de la infancia y de repente encontrarte en una esquina con un edificio de diseño alemán con muchas pretensiones, pero poco acogedor. Por otro lado, no estábamos del todo cómodas porque decidimos pensar que todavía éramos adolescentes y nos metimos 400 personas en un piso para 4. Se animaron Nara de Live Nation y Mar Rojo a venir a nuestro viaje, así que reunimos los pocos ahorros que teníamos y alquilamos otra casa por airbnb. Total, que cogimos nuestros petates y nos fuimos al día siguiente a esa maravillosa casa, muy cara y con vistas a la zona rosa (el Chueca Mexicano). Nunca nos abrió nadie, la historia fue un poco pintoresca, la verdad. Resulta que los propietarios del bar de abajo habían visto a la dueña del apartamento a primera hora de la mañana con un varón con pinta como de albañil y que, posteriormente, les vieron subir al piso.

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Otra vecina me llevó a mí hasta la puerta de la casa y al otro lado de la puerta comencé a escuchar muchos ruidos extraños. Mientras, Enrique se quedó abajo con un muchito de ansiedad custodiando todos nuestros enseres, nótese que en una hora nos íbamos para Pachuca directos a nuestro primer concierto. El dueño del bar de abajo consiguió, no sabemos cómo, el teléfono de la madre de la propietaria y le dijo que ese piso llevaba años sin alquilarse y que no estaba habitable. Todavía seguimos sin saber cuál fue la resolución del misterio. Total, que alquilamos un hotel para meternos todos en un momento de angustia vital y camino a Pachuca.

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Monterrosa en Pachuca

Viajamos con un grupo de música experimental llamado Fryturama. Dos personas encantadoras que nos hablaron de Tepotzlán, un pueblo dónde está demostrado que habitan ovnis que luego cobrará importancia en esta historia. El club de Pachuca se llamaba Mamón y la verdad es que no hace nada honor a su nombre, nos trataron fenomenal y fueron encantadores. Bebimos muchísimos cócteles llamados agua de estrellas. Después del concierto volvimos a la capital. CDMX México ahora es como cuando Madrid molaba hace 10 años y empezaba el movimiento feminista. Energía y sororidad a muerte. Y fue lo que hubo en Pan y Circo, la gente era increíble pero el local no estaba preparado para hacer conciertos… Así que fue un entrenamiento en toda regla con saltos del tigre incluídos.
Destacar que tocamos con Budaya, que el grupo era buenísimo. Lo mejor de esa noche es que conocí el Rico, el bar de travestís de la ciudad. Me subí a la última planta y nunca había visto nada parecido, estaban bailando con tacones inimaginables sobre los depósitos de agua. La zona rosa es una especie de Chueca multiplicada por mil, pero con bares de vaqueros. De vaqueros de verdad, de los que llevan sombrero tejano y botas de punta de vaca del desierto. En ese bar conocimos a nuestra nueva artista favorita Jenni Rivera, el éxito en la Chueca mexicana se llama “A cambio de qué”, pero en remix, como buen hitazo a lo Isabel Pantoja.
Al día siguiente nos encontramos con que tocaba Calavento en un hotel, llamado casa Pepe, que luego tendría una gran importancia en esta historia también. Calavento fue lo más. Allí conocimos a Javi, el dueño del hostel. Y volví a coincidir con Rodrigo Ayestarán, una persona preciosísima que echaba de menos. La primera vez que nos vimos fue en Madrid, después de un concierto de León Benavente en el Jamonlandia, junnto la Sala Sol, con Marilia, de Ella Baila Sola. El concierto era un evento patrocinado por la liga de fútbol, que resulta que lo organizaban todo un grupo de valencianos que luego terminaron siendo nuestros amigos. Además, llegaba también Kin de Esmerarte, que nos encontraríamos con él viendo a Combo Chimbita y nos daría una maravillosa noticia.
Al día siguiente nos fuimos a ver una competición de lucha libre, consejo para la próxima, id a ver lucha libre, pero de mujeres.

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Monterrosa en Guadalajara.

Aquí empieza lo mejor de nuestra gira. El concierto fue increíble, la gente fue increíble. Conocimos a las Norway, de lo mejor del synthpop mexicano del momento, el local sonaba increíble y nos quedamos en el hotel más antiguo de la ciudad, “Hotel Londres”. Recomiendo muchísimo alojarse aquí, te da una hostia en la cara así como muy hacia el siglo XIV, pero con mariachis medio en chándal. Te tele transporta a la época colonial en un ascensor que tarda unos cuarenta minutos en subir al tercer piso.
Guadalajara no te enamora tanto como otras ciudades, pero, si vas al antiguo orfanato podrás ver los murales de Orozco, una de las siete maravillas del mundo, patrimonio de la UNESCO y de no sé de cuántas cosas más, y no me extraña. Este señor, que además era manco como nuestro Don Quijote, describió al ser humano y la colonización como nunca nadie lo ha hecho. Lo fuerte de las pinturas  de este señor ,que además era arquitecto, es que las diseñó de tal manera que mirases desde el ángulo que mirases verías una intención distinta en el personaje, este tipo de pintura es llamada construcción poliangular. Después de volver de Guadalajara, en un alarde de estar bien de la cabeza, viajamos hasta Tepotzlán para subir una pirámide de 2 kilómetros en cuesta y con escaleras, que luego resulto que no había nada. Nota mental: No subáis la pirámide de Tepotzlan, porque NO EXISTE.

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Monterrosa en León.

León a priori parece que no tiene nada que contarte, excepto dos cosas: Una y cito: “León vivió en 1892 uno de los momentos más trágicos de su historia. Una epidemia de tifo se apoderó de la ciudad y cuentan las crónicas de la época que no hubo familia en León que no perdiera a algún amigo o familiar por causa de esta devastadora enfermedad. El miedo se apoderó de las calles y a los feligreses se les ocurrió colocar una lámpara de luz roja entre las dos torres para implorar a la Virgen a que frenara el desastre.” Esa luz roja a día de hoy todavía se ve. Además, dormimos justo en la plaza del centro del pueblo. México tiene una luz preciosa, el sol se pone a primera hora de la mañana y ves cómo se refleja en los edificios como con un anaranjado que te dan ganas de vivir. La segunda, es el Testarossa. Allí fue dónde tocamos, está en la zona de todos los locales, giras la esquina y si te descuidas puedes llegar a caer en la parte de los garitos de adolescentes rollo Ibiza a tope con el reggaetón. La ciudad está llena de jóvenes universitarios e ingenieros. Se instalaron varias fábricas de construcción de automóviles y la energía es un poco como de intelectuales queriendo encajar y otros muchos dejándose llevar por la corriente de la masa humana. Pero el Testarossa es un oasis de luz. En la primera planta con sus neones y una decoración a lo Sega se improvisan conciertos en la cabina del dj y abajo es un local de technazo a lo Berghain de Berlín que es lo más. Por aquí pasan todos los mejores djs del mundo. No caben más de 150 personas, pero saben muy bien que cualquier día por allí te puedes encontrar a Indira Paganotto.
En la prueba de sonido empecé a escuchar un grupo de personas gritar en la calle y al salir me encontré con una manifestación feminista a la que, por supuesto, me uní. Sólo eran unas pocas mujeres, quizá 30 o 40 como mucho, la gente les pitaba, las insultaba, las criticaba. Me recordó a cuando la manifestación del 8M en Madrid éramos muy pocas y hacíamos un recorrido de apenas 300 metros y mira ahora. Las admiro, me volví a reencontrar con mi pasado de niña adentrándome en el feminismo, pensé en mis exnovias, en mis amigas más mayores que me llevaban a todos los círculos feministas. Y, sobre todo, pensé en las tres mujeres al día que matan en México, en los feminicidios, en nuestras zonas de confort y en que parece que en España estamos entrando en un periodo de letargo con una falsa modernidad como si ya todo hubiese cambiado, tuviéramos las mismas oportunidades y los mismos sueldos, y como si no fuese una pandemia mundial y se hayan acabado los cuidados en las casas. Pero no.

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Monterrosa en Monterrey

Con mucha pena llegamos al final de nuestra gira. Como los trayectos en México son enormes, tuvimos que coger varios aviones. A mí me dan un miedo y una angustia horrible, os recomiendo muchísimo los autobuses. Como no hay tren, tienen películas, son enormes y te dan comida. Aterrizamos por la noche y no pudimos ver mucho. En general nuestro viaje de turismo ha sido desde los Ubers, pero lo que vimos fue increíble. Es precioso. Tocábamos en un festival con varias bandas al aire libre, uno de esos espacios en el medio de la ciudad que antes se veían en Madrid pero que desaparecieron después de las regularizaciones de Ana Botella. Los vecinos venían, había ropa vintage, comida casera, súper buen rollo. Yo estaba obsesionada porque la organización ponía un tatuador por 200 pesos (10 euros), bueno pues acabamos todos tatuándonos a las 2 de la mañana. El pobre ya no podía más. Lo más fuerte es que Sergio se hizo un taco. Ya me dirás tú, llevar un taco tatuado. Le admiro. Dormimos ocho horas y volvimos a CDMX. Aquí vuelve a cobrar importancia el Casa Pepe.
En México pasa una cosa, y es que puedes improvisar. Al no tener limitaciones de horario, de ruido, y en definitiva ser más salvaje (como cuando Madrid hace 10 años molaba), Javi nos dijo que improvisáramos un concierto de despedida en la terraza del hotel. Y fue lo más. Acabamos pinchando Lina Morgan, bebiendo gin tonic de color rojo y desatadas. Además, coincidió que estaba Baiuca en un festival de electrónica y vino con Alan Queipo a vernos. Fue muy bonito. Por supuesto acabamos de nuevo en un garito de travestis, volviéndonos locas y ligando con las chicas mexicanas. Como final de viaje, tuvimos el valor de irnos con toda nuestra resaca a ver las pirámides de Teotihuacán. Enrique y Sergio subieron todos los escalones, yo me dormí a la sombra de la pirámide. Con mucha pena y tristeza tuve que coger el vuelo de vuelta.

Te aburras, o no te aburras, estos días de cuarentena, pincha el perfil de Monterrosa en Instagram. Merecen la pena y la alegría que tienen.