NEVER LET ME GO

NUNCA ME ABANDONES Y LOS LADRONES DE ORQUÍDEAS

Ladrones de orquídeas. Eso es lo que son. Así denomino, personalmente, a esa generación de cineastas que provienen del videoclip. Pero no a todos los que hacen cine después de haber realizado videoclips. No. Tan sólo a aquellos que debido a su juventud, han desarrollado su estilo y estética habiendo integrado las novedades implementadas por un formato audiovisual que, si bien naciera como propuesta comercial, ellos han terminado por convertir en auténtica obra artística. Me refiero, indudablemente a artistas multidisciplinares, creadores de videoclips y cineastas con un extraordinario equilibrio entre forma y contenido como Spike Jonze, Michel Gondry, Tarsem Singh, Mike Mills, Chris Cunningham, Anton Corbijn, Jonathan Glazer, Floria Sigismondi o Sofia Coppola, que aunque no haya realizado ningún videoclip, su estética está plenamente identificada con este grupo, no sólo por su sensibilidad estética y la vinculación con Spike Jonze, sino por las magníficas bandas sonoras con las que completa cada una de sus obras cinematográficas.

NEVER LET ME GO

‘Ladrones de orquídeas’ hace alusión al título en español con el que se conociera la magnífica obra de Spike Jonze, Adaptation (2002) en su versión original, que tuviera como guionista a Charlie Kaufman, un nombre esencial para este grupo, que ha sabido dotar de una inquietante sensibilidad fantástica y metafísica a unos textos que, en su mayoría y en apariencia, no eran más que sencillas historias de amor protagonizadas por personajes que se hacían preguntas involuntariamente existencialistas que acababan transformando los relatos que protagonizaban en unos filmes filosófico-fantástico-románticos, tal y como hace Mark Romanek en la que el que es su tercer largometraje de ficción, Never Let Me Go, titulado en España Nunca me abandones. Desconociendo su primera obra, Static (1985), siempre he considerado que Retratos de una Obsesión (One Hour Photo, 2002), a pesar de ser un filme visualmente muy estimulante, no se quedaba más que en la superficie de unos personajes abatidos por la soledad. Justo lo mismo que les sucede al trío protagonista de Nunca me abandones, salvo que aquí la estética queda en un segundo plano, resaltando la sobresaliente capacidad de Mark Romanek para transmitir emociones a partir de la sensibilidad de sus personajes, la evocación de la nostalgia en la construcción de su relato y la sencillez aparentemente tradicional de su puesta en escena. Aunque no dudo que tenga parte de responsabilidad en la excelencia de la película el hecho de que el material de partida sea una novela de Kazuo Ishiguro y que el guionista encargado de adaptarla sea Alex Garland, responsable de bodrios como La playa (The Beach, 2000, Danny Boyle) y Sunshine (2007), además de una película interesante como pueda ser 28 días después… (28 Days Later, 2002, Danny Boyle), me hacen sospechar que la responsabilidad artística debe recaer completamente en la labor de Romanek.

NEVER LET ME GO

Y es que impresiona realmente la cualidad de Mark Romanek, que parece introducir a sus actores en la máquina del tiempo, haciéndoles parecer auténticos adolescentes en uno de los racontos de la película. Siendo excepcionales las interpretaciones de los tres protagonistas, tanto Carey Muligan como Kathy, que muchos recordarán todavía de An Education (2009, Lone Scherfig), como Andrew Garfield en el papel de Tommy, que todos conocen ya desde La red social (The Social Network, 2010, David Fincher), hasta una sorprendente Keira Knightley como Ruth, la más conocida del reparto debido, probablemente, más a sus aventuras con el pirata Jack Sparrow, que por sus participación en las películas de Joe Wright, Orgullo y prejuicio (Pride & Prejudice, 2005) o Expiación, más allá de la pasión (Atonement); no son menos relevantes los tres niños que protagonizan el fragmento infantil: Ella Purnell como la joven Ruth, Charlie Rowe como e joven Tommy, pero sobre todo Izzy Meikle-Small como la joven y fascinante Kathy.

NEVER LET ME GO

Imposible me resulta no mencionar tres extraordinarias presencias en Nunca me abandones. Interpretaciones sobresalientes y casi sobrenaturales que son capaces de dejar en el espectador la misma huella imborrable que en los impresionables Kathy, Ruth y Tommy. La primera es Sally Hawkins, que interpreta a Miss Lucy, la profesora que tiene la capacidad de impregnar la semilla de la duda en estos desgraciados personajes abocados a un destino que no han elegido. La segunda es Nathalie Richard como Madame, un extraño personaje que como si estuvieran encerrados en la caverna de Platón, arroja destellos de luz con su presencia y cometido. Y sobre todo, la inconmensurable presencia de Charlotte Rampling como Miss Emily, la autoritaria directora de esa institución educativa en la que permanecen confinados los protagonistas, capaz de transmitir un quiebro de compasión en los duros discursos con los que mantiene a raya las falsas expectativas que los hijos de las ovejas descarriadas pudieran tener. La romántica posibilidad de entender el alma a través de la obra artística de su autor no es menos fascinante que esa parábola de las relaciones personales en la que pareciera que Tommy tuviera que elegir entre cuerpo y alma, siendo Ruth el cuerpo y Kathy el alma, evidenciando que mientras el cuerpo nos engaña a través de los sentidos —esa es la manera en la que Ruth seduce a Tommy—, estos acaban corrompidos con la edad, permaneciendo el alma —representada en Kathy. Incorrupta y preservada con el paso del tiempo, como seguro lo estará en el corazón de muchos espectadores Nunca me abandones.