LA CONSTRUCCIÓN DE LA ADULTEZ

Convendría poder acercarse a los libros con la mente virgen, desconocer quiénes son sus autores y qué circunstancias se agazapan detrás de ellos, contar con la oportunidad de valorar las novelas desligándolas de nuestra cortedad de miras. Y “novelas” puede sustituirse por cualquier otra obra creativa. Cuando, por ejemplo, uno teclea Rita Indiana en Internet recibe una sobredosis de información que lo empuja a encorsetarla inmediatamente: lesbiana, cantante, modelo y escritora. Cuatro trazos tan claros como prejuiciosos que no aparecen en la estupenda Papi (Editorial Periférica), una obra “más autobiográfica de lo que quisiera”, en palabras de su autora, sin actos lésbicos ni cantantes ni modelos ni escritoras. La protagoniza una niña, hija legítima de un mafioso caribeño, que cuenta la adoración a su padre, un machote con muchas novias, muchos coches y muchos otros hijos incapaz de darle algo tan esencial como un cariño constante. Contó la espigada y atractiva Indiana, en una entrevista concedida al programa de televisión Página 2, que el ritmo de esa voz procedía del rap, y con tal entonación leyó un fragmento. Sonaba fantásticamente pero si uno pudiera acercarse limpiamente a los libros o no existiera el bendito Google, diría que a Papi la sostiene una lograda habla infantil y que conviene leerla de una tacada para no perder su cadencia. Es una novela sobre la devastación de esa pureza inicial con la que todos venimos y la construcción de la adultez: la niña termina enajenada al empeñarse en ser como ese hombre sin escrúpulos, lo que la lleva a cavarse su propia fosa. Una edificación que en algunos párrafos estremece y en otros hasta divierte, todo envuelto en un seductor ritmo que hace que suene como completamente normal y lógico lo que en realidad es escalofriante.