COLUMNA DE OPINIÓN

Año 2066. El mundo es muy diferente al que conocemos hoy en día. Casi ninguna de las películas que intentaron mostrarnos el mundo del futuro se ha acercado siquiera: no andan entre nosotros los replicantes de Blade Runner ni la inteligencia artificial (de Skynet o cualquier otra) esclavizó a la humanidad, así que ni existió John Connor para liderar la resistencia humana ni ningún Terminator que intentara matarlo. Qué pena que La Guerra de las Galaxias estuviera ambientada en el pasado, de hacerse realidad el Halcón Milenario hubiera sido el primero en comprar billete para sentirme Han Solo por un rato.

Hablando de billetes… Por aquí sí que tuvimos novedades. De ser un objeto valioso y cotizado, motor del mundo y de la actividad económica, causa de guerras y delitos y hasta representación gráfica de uno de los siete pecados capitales, un día (vale, no fue de un día para otro) desapareció. Y no fue porque ya no hiciera falta (el mundo no se ha convertido todavía en esa utopía en la que vivir sin dinero es posible) sino que dejó de ser NECESARIO en el mundo físico. Las colas ya no se hacían eternas contando monedas para pagar, perder la cartera no fue nunca más algo que nos amargara el día y pedir para el metro dejó de ser una forma de iniciar una conversación con un desconocido. También fue el fin de todos los amigos gorrones que, sorprendentemente, nunca tenían suelto para pagar ellos las cañas pero tenían todo el tiempo del mundo para beberlas. A ellos se les terminaron las excusas y empezaron a pagar su parte de la cuenta como el resto de sus amigos. Desapareció el dinero, sí, pero triunfó la amistad.

Sin Billete(s) por Raimundo Sala

Os preguntaréis qué pasó entonces con el “vil metal”: dejó de ser un objeto de pago pero permaneció como recuerdo de lo que un día fue. Cada persona decidió darle el uso que creyó más conveniente: empapelar las paredes con los billetes fue una gran tendencia en decoración hace unos años –no falta un ático en la capital que no tenga su money wall-, el MOMA y el Louvre le dedicaron una galería especial en sus instalaciones para que pasara a la posteridad como objeto de culto y en las fuentes más turísticas de todas las ciudades del mundo se puede “comprar” una moneda porque nadie quiso perder la costumbre de lanzarlas para pedir un deseo. Es uno de los pocos vestigios de la época pre-cashless que todavía mantenemos, porque desapareció el dinero, sí, pero todavía sentimos ese cosquilleo de ilusión cuando deseamos que algo suceda con todas nuestras fuerzas.

Otra duda que os podrá surgir es: ¿con qué se “paga” ahora? Seguro que no sois tan jóvenes como para no recordar que durante un tiempo convivieron el dinero y el plástico y de ahí pasamos a pagar con otros dispositivos: móviles, apps y se asomaron tímidamente los wearables. Pues bien, aquello se convirtió en toda una forma de vida, incluso tuvo su propia generación: los WEA. No hubo piercing, joya o complemento que no utilizaran como medio de pago y lo lucieran con orgullo extremo. Incluso, en un guiño casi irónico, se insertaba el chip cashless en carteras que descubrieron en puestos de antigüedades. Aquellas carteras en las que no había dinero pero que permitían pagar cualquier cosa hicieron furor durante años. Aún hoy se ven por la calle.

Sin Billete(s) por Raimundo Sala

De momento, no hemos dado el paso definitivo en lo que a vuelta al pasado se refiere: rescatar los billetes e insertarles el chip cashless para pagar con ellos. No descarto que suceda en el futuro, porque el pasado siempre vuelve y, en algún momento, lo más moderno será pagar con ese billete sin valor pero que, gracias a la tecnología, sigue poniendo a nuestro alcance cualquier operación financiera que necesitemos. Han pasado 50 años pero no podemos negarlo: money still makes the world go round.

Año 2016. Me he permitido jugar un poco a adivinar un posible futuro. Sí, justo como en esas películas de las que os hablaba al principio. ¿Me lo inventé todo? No. Abro mi cartera y realmente no hay ningún billete. Quién sabe, quizá tenga un camino por delante como adivino.

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Autor del texto: Raimundo Sala
Raimundo Sala es Director General de PayPal España y Portugal desde el mes
de octubre de 2015. En este cargo lidera el equipo para mantener a PayPal a
la vanguardia de la revolución de los pagos digitales.
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