THE LADYBUG TRANSISTOR

Y TÚ, ¿DE QUÉ TE RÍES?

Hay quien pretende cambiar el mundo con grandes proclamas. Hay quien trata de arreglar todos los problemas, llenándose de buenas intenciones. Y hay a quien no le importa nada de eso. Quien simplemente se limita a ver el lado luminoso de la vida, a darle a las cosas la mínima importancia y saber que aunque las nubes lo tapen, detrás está el sol. 15 años llevan The Ladybug Transistor proclamando esa visión. Siete discos de pop de melancólica alegría. A ‘Clutching Stems’ (Merge Records), el último de la serie, le separan cuatro años de su predecesor. En este tiempo, la banda se ha reorganizado en torno a su indiscutible líder, Gary Olson. Según Olson, los cambios también se orientaron hacia la composición: “Quería hacer algo distinto en este trabajo. Sé que hemos sido acusados de hacer música de iglesia. Quería hablar más de la gente y darle más emoción a las canciones”. Parece una buena idea cuando después de siete discos la insistencia en la fórmula empieza a mostrar contraindicaciones. Porque cuando alguien está de permanente buen humor, sobre todo en los tiempos que corren, deja de transmitir buen rollo para volverse sospechoso y exasperante. Al final, suena a impostado, como si trataran de certificar la transcendencia de lo intranscendente.  Por momentos es como si cada verso entonado por Olson tuviera como objetivo pasar a la Historia. Más aún según los discos se van desnudando de producción, como se aprecia desde “Can’t Wait Another Day” hasta ahora, y la voz de Gary Olson cobra mayor protagonismo, tanto que parece grabada a bastante más volumen que la música, creando un plano forzado y hasta cierto punto arrogante. Ahora que hasta The Divine Comedy han optado por la ironía kinksniana. No cabe duda que la propia “Clutching Stems” o “Breaking Up The Beat” pueden sonar en un anuncio de telefonía móvil y, durante 20 segundos, hacernos sentir tan optimistas que hasta decidamos gastar dinero. Pero al final, diez canciones en esta línea te llevan a pensar que la alegría no puede ser un estado de ánimo impuesto, que la felicidad nunca puede generarse de forma artificial. Aunque gracias por intentarlo.