
Alba Abiega dejó su puesto de ejecutiva en Tesla para volver a España y dirigir una bodega familiar en Olmedillo de Roa, en Ribera del Duero. Sin experiencia previa en el mundo del vino, se ha embarcado en una empresa tan titánica como la de antiguo trabajo. La idea es elaborar vinos elegantes y, al mismo tiempo, frescos.
En septiembre sale a la venta el primero de sus vinos, bautizado “Desde Zero”, un tinto ecológico y goloso, según sus propias palabras. El nombre de este primogénito define claramente el nuevo punto de partida, con un vino que apostará por un precio de mercado asequible. En los dos próximos años, la bodega ya tiene planificada la salida de otros vinos con el mismo objetivo de ofrecer calidad frente a cantidad. De su anterior vida de ejecutiva aprendió a arriesgarse, a que es “mejor pedir perdón que permiso”. Y sigue pensando exactamente igual.

Has dejado toda tu vida laboral anterior para dedicarte al vino, ¿qué es lo más importante que has aprendido hasta hoy sobre elaborar vino?
A bajar el ritmo. Vengo de un mundo donde todo va rápido y crees que puedes controlar los tiempos. La viña te enseña lo contrario: aquí cada ciclo tiene su momento y no lo puedes forzar. También he aprendido que el vino no se fabrica, se acompaña. Hay que escuchar a la tierra y a la uva, respetarla y darle espacio para expresarse.
¿Por qué está ubicada la bodega en Olmedillo de Roa?, ¿qué te une a este pueblo de 179 habitantes?
La decisión la tomó mi padre a finales de los 90, cuando la Ribera del Duero empezaba a despegar. Recorrió toda la denominación y vio claro que el triángulo formado por Olmedillo – Roa – La Horra era el enclave perfecto: aquí se dan las uvas con la mejor acidez natural, equilibrio y calidad excepcionales. En el fondo fue sencillo: seguimos la materia prima. Invertimos donde sabíamos que la uva iba a ser la mejor. Y con el tiempo, este pequeño pueblo de 179 habitantes se ha convertido también en parte de nuestra historia familiar.
Trabajas en una bodega familiar, ¿qué ventajas y desventajas crees que tiene unir familia y trabajo?
Lo mejor es compartir una ilusión común: celebrar juntos cada pequeño avance y remar también en los momentos más complicados. Para mí es un privilegio poder aprender de la experiencia de mi padre y, además, descubrir cuánto nos parecemos cuando trabajamos codo con codo.
Lo más difícil es que todavía no sabemos separar del todo y acabamos hablando de Alba en Ribera a todas horas, cualquier día de la semana. Supongo que es parte de la pasión, aunque también un reto.
Sueles referirte a tu infancia como un espacio de tiempo muy vinculado a la tierra y la naturaleza, ¿opinas que ese vínculo pudo destinarte, de algún modo, a volver a España y elaborar vinos?
Sin duda. Cuando pienso en mi infancia vuelvo a Logroño, a sus viñas, su huerta y sus árboles frutales. Recuerdo el caserío de mis abuelos en Oquendo, con el gallinero, la huerta, el río que pasaba junto a la serrería y el manantial de agua de montaña. La lechera de hojalata para ir a por leche al vecino, hervirla en casa y tomar el mejor cola-cao del mundo. También vuelvo a Asturias, a sus montes infinitos, a las hortensias y a las calas en los caminos. Tengo muchísimos recuerdos, pero, sobre todo, una sensación de paz y bienestar grabada para siempre. Hoy, pasear por nuestro viñedo en Alba en Ribera me devuelve exactamente a ese estado: tranquilidad, conexión con la tierra y una paz que solo encuentras en la naturaleza.
Tu finca, según he leído, es 100% ecológica. ¿En qué aspectos concretos se traduce esto?
Fuimos pioneros en viticultura ecológica en la Ribera del Duero, apostando por ella ya a finales de los noventa. No fue un camino fácil: la falta de cuidados en parcelas vecinas contaminaba nuestras viñas y eso nos obligó incluso a suspender temporalmente el cultivo ecológico. Pero nunca perdimos la convicción y, años más tarde, conseguimos recuperarlo. Desde entonces toda nuestra finca está íntegramente certificada en ecológico. Ser ecológicos significa un compromiso absoluto con la tierra. Trabajamos sin herbicidas, pesticidas ni fertilizantes químicos; dejamos que la viña siga sus ritmos naturales y cuidamos cada cepa con respeto. El CAECYL (Consejo de Agricultura Ecológica de Castilla y León) nos audita periódicamente y certifica que cumplimos con los estándares más exigentes, asegurando trazabilidad y transparencia. En la práctica, esto se traduce en uvas más sanas, viñas más equilibradas y vinos que expresan con mayor pureza el carácter del terruño. Pero, sobre todo, nos da la satisfacción de estar construyendo un proyecto sostenible, pensado no solo para hoy, sino también para las próximas generaciones.

Este primer vino que saldrá este mes, en septiembre, llamado “Desde Zero”, ¿qué destacarías de él?
Lo primero que llama la atención es su color rojo púrpura intenso. Después, la nariz afrutada, fresca y expresiva, que invita a probarlo. En boca sorprende por su estructura y elegancia, con taninos suaves y un final largo que lo hace redondo. Pero si tuviera que resumirlo en una frase, diría que es un vino tremendamente fácil de disfrutar: tiene la complejidad suficiente para quien busca matices y, al mismo tiempo, la amabilidad necesaria para conquistar a cualquiera desde la primera copa con su perfil goloso. Es una delicia.
En general, ¿cómo definiríais los vinos que saldrán al mercado de tu bodega entre este año y 2027?
Serán vinos que comparten una misma filosofía: elegancia, autenticidad y disfrute sin complicaciones. Queremos que cada botella exprese lo mejor de nuestra finca —viñedo en altitud, ecológico y de producción limitada— y que, al mismo tiempo, sea un vino cercano, fácil de disfrutar y con identidad propia. Habrá distintas expresiones: desde Alba Abiega, desde Zero, con su frescura y sedosidad, hasta los crianzas y vinos de autor, que mostrarán más profundidad, complejidad y capacidad de guarda. En definitiva, vinos que reflejen nuestra forma de hacer las cosas: con calma, con respeto y con una clara apuesta por la calidad frente a la cantidad. Vinos pensados para emocionar hoy y seguir sorprendiendo dentro de muchos años. Pero para nosotros el vino no termina en la copa: la estética también forma parte de la experiencia. Creemos que una botella de vino debe vestir la mesa y transmitir una historia desde el primer vistazo. Nuestro primer vino, Alba Abiega, desde Zero, tiene un packaging con mucha personalidad y carga simbólica. La cápsula luce un dibujo de damero, un motivo que se remonta a la antigua Grecia, donde representaba equilibrio y orden; ese mismo patrón también está presente en el corcho. La etiqueta está impresa en un papel de algodón de alto gramaje texturizado, que aporta carácter y distinción. En ella encontramos un rosetón del siglo XIX en honor a la tradición, rodeado de hojas de parra en color naranja, un tono que simboliza energía, entusiasmo y calidez. El resultado es una botella que no deja indiferente: una elegancia contemporánea que mezcla tradición y modernidad con muchísimo estilo.
¿Por qué has elegido vino tinto y uva tempranillo en exclusiva?
Ribera del Duero es, ante todo, tierra de grandes tintos. Aquí el tempranillo —que nosotros preferimos llamar tinta fina o tinta del país— alcanza una expresión única: intensidad de color, elegancia en boca y un equilibrio extraordinario. Desde el principio tuvimos claro que queríamos construir nuestro proyecto sobre esa identidad, y por eso en los años 90 decidimos plantar nuestra viña con esta variedad. En nuestro caso elegimos clones de baja producción y grano pequeño. Creemos firmemente que menos es más: no buscamos cantidad, sino calidad. Al ser menos productivas, estas cepas nos dan uvas con mayor concentración de taninos, color y estructura. En definitiva, una uva mucho más rica y con más personalidad. Y aunque nuestro foco es el tempranillo, no descartamos experimentar con otras variedades en el futuro que nos permitan ofrecer vinos diferentes y sorprendentes.
¿Qué has aprendido en tu anterior vida laboral de ejecutiva en Tesla que te sirva para esta nueva etapa?
Tesla me enseñó que si algo no existe, se crea, y si no hay camino, se abre. Esa mentalidad de romper moldes y no conformarse con lo establecido me la traje conmigo a la bodega. También aprendí el valor de la simplicidad: transformar lo complejo en algo fácil de entender y de disfrutar, tanto para el equipo como para el cliente. Nada está escrito en piedra, siempre hay margen para mejorar. Y, quizá lo más inspirador, fue su impulso al emprendimiento interno: esa filosofía de “mejor pedir perdón que permiso”, donde equivocarse no es un fracaso, sino una forma de avanzar y aprender.
Y viceversa, ¿qué lecciones de vida de la viticultura te hubieran venido muy bien en tu puesto anterior?
Más que enseñarme, la viña me ha reforzado principios que para mí siempre han sido importantes. Por un lado, la importancia de los tiempos: en la viña no se puede forzar nada, cada ciclo necesita su ritmo, y esa paciencia te da otra perspectiva a la hora de decidir. Por otro lado, la certeza de que el trabajo bien hecho se construye con constancia diaria. No existe un gran gesto que lo cambie todo, sino miles de pequeños cuidados que, al final, son los que marcan la diferencia.

El mundo del vino lleva años sufriendo una demanda a la baja, especialmente en lugares de cultura vinícola como España o Francia, en parte porque los jóvenes apenas lo consumen, ¿qué le dirías a alguien joven para convencerle de probar tu vino?
Le diría que nuestro vino no tiene reglas ni etiquetas: está hecho simplemente para disfrutarlo. Es elegante y sedoso, con un punto goloso que lo hace muy accesible desde la primera copa. Además, el vino forma parte de nuestra cultura y nuestra historia: es un producto natural que nace de la tierra y se elabora con cariño y paciencia. Probarlo es regalarse un momento de desconexión, disfrute y serenidad, algo que creo que todos, jóvenes o no, buscamos en esta vida tan acelerada.
Calificas tus vinos de “desenfadados”. ¿Opinas que el aire de solemnidad que suele rodear al mundo del vino es algo a desterrar?
Creo que el vino tiene que ser apto para todos. Para quien tenga inquietud y esté interesado, el mundo del vino es realmente apasionante: profundizar en la viña, las variedades de uvas, de terruños, los procesos de producción, las diferentes fermentaciones, la crianza…Pero no hace falta ser un experto para disfrutar de una copa. Igual que no necesitas que te expliquen una cerveza, tampoco lo necesitas con el vino. Te gusta un vino o no te gusta. Nuestro vino está sorprendiendo precisamente porque no es un “típico Ribera”: tiene un punto diferente, más cercano, más fácil de disfrutar, sin perder elegancia.
Además, tu primer vino tendrá un precio bastante asequible, ¿qué le dirías a alguien que piensa que un buen vino debe ser muy caro?
Hacer un buen vino es, de por sí, muy costoso. Todo empieza en la viña, que en nuestro caso está cuidada cepa a cepa y además en ecológico, lo que implica un esfuerzo y un coste extra. A eso se suman nuestras barricas de roble francés, que superan los 1.000 € cada una, un packaging de primerísima calidad (botella, etiqueta, cápsula, corcho, caja…) y, por supuesto, el trabajo del equipo y la logística entre otros. Con Alba Abiega “desde Zero”, hemos decidido trabajar con márgenes muy ajustados para llegar a un público amplio poniendo a su disposición un vino simplemente excepcional.
¿Cómo han recibido los vecinos del pueblo y alrededores este proyecto?
Mi padre siempre ha tenido una relación fantástica con los vecinos de Olmedillo, y creo que sienten este proyecto también como un poco suyo. Estoy convencida de que se alegran de ver cómo damos este paso adelante y de que defendamos, con orgullo, la calidad excepcional de su tierra.
¿Te has propuesto retos o metas concretas a alcanzar en este nuevo rumbo profesional?
Aspiramos a que Alba en Ribera sea una marca reconocida en toda España, valorada por la autenticidad de su historia, la calidad de sus vinos y su forma de hacer las cosas sin prisa. También queremos tener presencia en algunos mercados internacionales clave, llevando con orgullo nuestra historia y nuestra tierra fuera de nuestras fronteras. Pero más allá de las cifras o la expansión, me gustaría que dentro de cinco años sigamos fieles a nuestros valores: cuidando cada viña como si fuera la primera, celebrando cada cosecha en familia y conectando con personas que buscan algo más que un vino. Que quien abra una de nuestras botellas siga sintiendo que hay alma detrás.
Si un vidente hace 20 años te hubiera dicho que volverías a España a elaborar vinos, ¿qué le hubieras contestado?
Seguramente no me lo habría creído. Con 20 años lo único que quería era salir, viajar, conocer mundo y descubrir otras culturas. Lo curioso es que ha sido precisamente el ver mundo lo que me ha devuelto a casa: a mi país, a mi tierra, a mi cultura… y, al final, a un producto que siempre ha estado presente en mi vida, el vino.
