La película de Pablo Berger da pie a un homenaje al negro como tradicional tendencia
Dicen que una imagen vale más que 1000 palabras y en realidad, no van muy desencaminados. Presenciar la emisión de una película muda, no significa aburrirse hasta la extenuación, sino toparnos frente a lo intrínseco del Séptimo Arte. Hartos ya de la sobrevaloración del mensaje escrito, una explosión de enunciados sin más que sacuden nuestras cabezas tanto como Machín agitaba sus maracas, ver joyas como la ‘Blancanieves’ de Pablo Berger, le hacen a uno creer en esa magia del cine que pensaba perdida en aquel Acorazado Potemkin, en aquella Metrópolis. Recuerdos en cine mudo que hacen agolparse en nuestra cabeza a Lubitsch, Niblo, Lang, Keaton, Clair, Renoir o incluso nuestro más cercano Buñuel.
Fiel al interés que en esta época de rótulos, anuncios y campañas publicitarias se pone en aquellos mensajes tan simples como francos en lo ornamental, Loewe vuelve a apostar por la tradición, por la imagen por encima de todas las cosas, con ‘Blancanieves’, una exposición de fotografía y vestuario con la que realiza su particular guiño al cine español. La muestra que estará del desde el día 1 al 28 de febrero en la tienda Loewe de Gran Vía, 8 en Madrid y desde el 10 de marzo hasta el 10 de mayo en la Galería Loewe de Barcelona, reúne una selección de fotografías fijas, obra de la japonesa Yuko Harami, aderezadas por parte del vestuario de Paco Delgado (nominado al Oscar por su figurinismo en ‘Los Miserables’ de Tom Hooper) para la película. Una expo que mucho tiene que ver con la filosofía de Loewe como marca que lleva más de 165 años apostando por el negro, lo artesano, lo minucioso y como parte de su éxito que ahora, unido a la memorabilia de ‘Blancanieves’, encuentra el acorde perfecto. Pocas veces la estética en oscuro dramatismo y pasión por la filigrana han hecho posible que de una secuencia de imágenes, al igual que de una colección de bolsos, prendas de vestir o marroquinería, hagan caer al público en la cuenta que una imagen vale más que 1000 palabras y que aún en el siglo XXI, una lágrima muda esconde lo más importante de la vida: el saber disfrutar de los más pequeños detalles que hacen que volvamos a creer, una y otra vez, en la magia de un fundido en negro. ¡Vayan a verla, por Berger!
