Caja Negra Editora – editorial psicoactiva

Caja Negra surge en el año 2005 en Buenos Aires, Argentina, y desde hace ya cinco años también están radicados en Madrid. Empezaron publicando libros extraños, que formaban una tradición caprichosa, mutante, en la que convivía George Bataille y Thomas de Quincey con Ian Curtis, William Burroughs o John Waters. Rápidamente el cine y la música se sumaron a su catálogo. Se consideran lectores empedernidos, la editorial refleja ese impulso de lectura, por eso Caja Negra se define como una editorial de no-editores. Nos encontramos con Ezequiel Fanego –uno de sus fundadores– a su paso por Europa el pasado invierno, para hablar de música, libros y las letras como fuerzas liberadoras.

¿Cómo surgió la idea de crear una editorial?

Caja Negra empezó publicando sin un plan muy claro más que el de seguir nuestras propias obsesiones, nos lleven adonde nos lleven. La coherencia del plan editorial y de nuestro catálogo va surgiendo un poco de manera retrospectiva, y es por eso que sentimos muchas veces que Caja Negra es una entidad pensante independiente que nos trasciende. Lleva desde sus orígenes la marca de ser una editorial de no-editores. Como esas bandas punks cuyos integrantes nunca habían tocado un instrumento, nosotros teníamos cero formación en la industria editorial. Éramos somos lectores omnívoros, diletantes con saberes y gustos poco especializados y poco metódicos aunque muy obsesivos. Caja Negra refleja ese impulso de consumo cultural amplio e intenso. Tuvimos siempre la pulsión de escarbar en busca de información esotérica. De alguna manera, editamos como leemos, y leemos para sobrevivir. El plan ya está escrito, nosotros lo seguimos y este nos dice qué hacer, qué publicar, vamos siguiendo su lógica y su modo de pensar. La coherencia del catálogo la vamos encontrando de manera retrospectiva, aunque con cada paso que damos entendemos un poco más hacia donde nos lleva. De hecho en más de una oportunidad son los lectores quienes nos señalan conexiones que no habíamos visto.

Caja Negra Editora – editorial psicoactiva

Yo os conocí por la colección Futuros Próximos dedicada a la filosofía contemporánea, háblanos de ella.

En los últimos años lanzamos una nueva colección, Futuros Próximos, en la que editamos a autores como Mark Fisher, Hito Steyerl, Éric Sadin, Franco Bifo Berardi o Boris Groys, entre otros; muchos de ellos por primera vez en español. Esa colección fue producto de un mayor grado de conciencia editorial, porque ahí sí nos propusimos un objetivo más ambicioso: generar un mapa conceptual para leer el presente y actuar en él. Sentíamos que el mundo estaba cambiando, la política estaba cambiando, nuestra relación con la tecnología estaba cambiando… todo muy vertiginosamente y creíamos que no había ninguna editorial asumiendo explícitamente el programa de abordar esas cuestiones, producir herramientas críticas que lleguen a un universo de lectores amplio y no necesariamente especialista en esos temas. Libros de pensamiento que no sirvan solo para alimentar esas batallas inter claustros para ver quién usa de un modo más apropiado un concepto de Heidegger. Son libros que nos sirven para pensar las imágenes que consumimos, las aplicaciones del móvil que cada vez saben más de nosotros, que nos sirven para entender la impotencia política que nos atraviesa, o por qué nos sentimos ansiosos y deprimidos.

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Y de la filosofía ultra contemporánea a la música, ¿por qué tanta importancia a la música?

La música está en el centro de nuestra formación estética. El postpunk, por ejemplo, es un género que se encuentra en el origen de la editorial. Muchas de las bandas, sellos, diseñadores gráficos de la época fueron de algún modo nuestra influencia, y pudimos saldar esa deuda cuando publicamos el libro de Simon Reynolds sobre ese período. Creo que había varios aspectos que nos interesaba de esa tradición. Por un lado, cómo reivindicaban sus lecturas como un elemento más de su estética radical. Tipos como Genesis P-Orridge de Psychic TV, Mark Smith de The Fall, y por supuesto Ian Curtis, hacen un uso de la literatura que nos resultó muy inspirador. La literatura es como una droga capaz de subvertir la percepción estandarizada que tenemos del mundo. Simon Reynolds llama a muchas de esas bandas “bandas portal”, porque pretenden ser para sus oyentes una puerta de acceso a todo un mundo de saberes esotéricos. Si se es lo suficientemente curioso a partir de un disco de Sonic Youth puedes enterarte quién es Mike Kelley o Mauricio Kagel. Nosotros pretendemos que Caja Negra sea también una editorial portal, de modo que adentrarse en nuestro catálogo, permita acceder a otro tipo de sensibilidad, permita conocer experiencias que arman una historia cultural alternativa a la dominante.

Caja Negra Editora – editorial psicoactiva

¿Así pues todo esto tiene una dimensión política?

Creemos que hay una dimensión política en todo porque sólo podemos cambiar el estado de las cosas desde otra sensibilidad, y este es un aspecto que las izquierdas suelen olvidar. En ese sentido en todo el catálogo de Caja Negra hay una insistencia en rastrear y recuperar experiencias de aquello que Blanchot llamo comunidades inconfesables. Son espacios minoritarios, muchas veces episódicos y prácticamente invisibles, en los que un tipo de comunidad puede experimentar con nuevas formas estéticas y de vida. Laboratorios sensibles, como lo fueron, por ejemplo, los decadentistas en el siglo XIX o la escena hippie de postguerra en Alemania que dio origen a lo que se conoció como krautrock. Caja Negra hace un trabajo genealógico y de visualización de esas experiencias comunitarias anómalas, no por una pasión historiográfica o fetichista, sino como una incitación a la experiencia, a recuperar ese legado para que este tipo de experimentos se multipliquen en el presente.

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Tú además eres DJ, ¿cómo es eso de ser dj y editor?

A riesgo de ser un poco repetitivo diría que son actividades que tienen mucho en común. Creo que en ambos casos hay un aspecto que tiene que ver con una búsqueda vital y casi compulsiva. La necesidad de encontrar ciertas cosas que nos hagan bien en la música o en la literatura, encontrar una canción con tales características, un ensayo sobre cierto tema. Es una necesidad que se mueve en ese loop entre la satisfacción el hartazgo. Buscamos un tipo de música hasta que encontramos una canción o un disco que tiene lo que necesitamos… y lo exprimimos, al menos yo. Al tiempo, tenemos que seguir buscando, necesitamos más, y rastreamos más música que fue editada en el mismo sello de ese disco, nos fijamos quién fue el productor, quién tocaba tal instrumento, qué otras bandas compartían su escena y se nos van abriendo cada vez más puertas. Con el tiempo se va acumulando un montón de información, se te arma una especie de mapa en la cabeza, con muchas conexiones, conexiones cada vez más sutiles e inesperadas. Te das cuenta que la música y la literatura no se conectan si comparten tiempo y espacio. Muchas veces hay influencias inesperadas, homologías impensables que conectan las cosas de manera muy estimulante. Armar una narrativa con todo eso es editar. Poder establecer esas conexiones y comunicarlas para hacer visible una tradición y para promover entre los lectores o los bailarines un tipo de sensibilidad. Lo interesante es que cuando lo escuchen o lean por primera vez tengan esa misma sensación de epifanía que tuve yo al descubrir ese mundo sensible.

Caja Negra Editora – editorial psicoactiva

Un virus es una unidad muy pequeña de palabra y de imagen. Tales unidades pueden ser biológicamente activadas como cepas virales transmisibles. Liberar a este virus de la palabra podría ser más peligroso que liberar la energía del átomo, porque todo el odio todo el dolor todo el miedo toda la lujuria están contenidos en la palabra. Quizás tengamos aquí el virus de la mutación biológica que antes nos dio la palabra y que desde entonces se ha escondido detrás de ella. Y quizás unos libros y algunos buenos químicos puedan liberar esta fuerza” concluye Fanego.

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