Canibalismo ¿Una tendencia gastronómica?

La gastronomía es ya una de las piedras rosettas de nuestro tiempo. Amenazado por un sinfín de nubarrones, el futuro de la alimentación se dibuja incierto y nos invita a preguntarnos: ¿cruzará la sociedad una frontera hoy socialmente inadmisible? El canibalismo como dieta del mañana. El canibalismo como tendencia gastronómica.

Violencia, purificación, antropología, satanismo, subversión, gastronomía. Uno de los grandes tabúes de la humanidad, un misterio del que la ciencia no siempre quiere dar cuenta, un agujero negro de la conducta social, regresa regurgitado cíclicamente a la superficie directo desde los intestinos más invisibles de la sociedad. Ahora que el consumo de carne (animal) está en crisis, ¿qué hay de la carne humana? Nos adentramos un poco en este territorio prohibido que algunos, los menos, se atreven a insinuar como carne, nunca mejor dicho, de futura tendencia culinaria.

Canibalismo ¿Una tendencia gastronómica?

Ilustración de Yarza Twins: Canibalismo ¿Una tendencia gastronómica?

Breve historia de los comehombres. Realidad y ficción

Huelga hacerse el despistado, a pesar de escépticos como el antropólogo negacionista William Arens. Desde que al Homo antecesor de Atapuerca le entrara hambre de sus semejantes, hace unos 800.000 años, el canibalismo gastronómico, hambrunas aparte, siempre ha estado ahí. En la antigüedad, tanto que el neandertal y el Homo sapiens acabaron rechazando las infecciones priónicas, transmitidas por esta práctica llevada a cabo para controlar los recursos de su entorno y marcar territorio.

Se apuntan motivaciones también culturales: en la cueva de Gough, en Reino Unido, y en otras de Francia, hace 15.000 años los sapiens brindaban en copas hechas con cráneos de otros individuos. Este comportamiento ritual es rico en literatura universal. El titán Cronos de la mitología griega devoró a sus vástagos para evitar la profecía que al final Zeus cumplió. Su semejante en Asia Menor, el dios Baal, daba cuenta de los infantes en sacrificio para así garantizar cosechas de provecho. Y, nada de leyenda, San Jerónimo, monje y teólogo cristiano a la par que hereje sectario del siglo IV y V, escribió en Adversus Jovinianus sobre los gustos de la tribu de los Attacots en la Bretaña romana: “Las partes más sabrosas del cuerpo humano son los pechos de las vírgenes y las nalgas de los jóvenes”. Colonizaciones españolas y británicas al margen, Cruzadas también, la antropofagia ha alimentado laimaginación retorcida de grandes autores: desde Jonathan Swift y su idea de canibalismo infantil para combatir la pobreza irlandesa apuntada en Una modesta proposición, a Edgar Alan Poe y el caso de extrema necesidad descrito en el naufragio de Las aventuras de Arthur Gordon Pym.

 

Pero antes de que Ed Gein subiera al olimpo de los serial killers más voraces, antes incluso de que el metal satánico tocara su primera nota desafiante, bajo la modosa piel de la sociedad victoriana latía un reducto de desviación culinaria: The Cannibal Club. Fundado en 1863 por Sir Richard Francis Burton y el doctor James Hunt, aquellas reuniones de degustación clandestina en los comedores Bartolini, cerca de la londinense Fleet Street, operaron como vía de escape de acaudalados radicales e inadaptados sociales. “El Club Caníbal era mucho más que un lugar de encuentro alegre y homosocial; de hecho, fue un lugar para expresar lo que en el momento se consideraban opiniones subversivas sobre religión, raza, sexo y mucho más”, cuenta Dane Kennedy, el biógrafo de Burton. Poligenistas (racistas y esclavistas), y también hedonistas con ganas de hincar el diente a algún aborigen. Por diversión. Entre los caníbales ilustres, el pintor mexicano Diego Rivera destaca por su provocación desacomplejada. “Los que decidimos llevar a cabo el experimento hicimos un fondo común para comprar cadáveres en la morgue municipal y escogimos los cuerpos de las personas que habían fallecido de muerte violenta: los que acababan de ser asesinados y no estaban enfermos o seniles. Seguimos nuestra dieta caníbal durante dos meses y la salud de todos nosotros mejoró visiblemente”. Esto lo escribió Rivera en sus memorias Mi arte, mi vida a cuenta de su estancia en Europa para estudiar anatomía. Y es muy posible que se inventara la historia.

Este flirteo libertario con la carne humana no puede compararse con notorios episodios de crónica sangrienta. El 11 de julio de 1981, un estudiante desequilibrado asesinó de un disparo a Renée Hartevelt, de 25 años de edad, descuartizó el cuerpo y procedió a comérselo. Issei Sagawa contó su vivencia en un libro y, libre en las calles de Tokio por ser declarado loco, se convirtió en una celebridad mediática incluso con espacios de crítica gastronómica.

Además del citado Ed Gein o de Jeffrey Dahmer, El Carnicero de Milwaukee, ambos inmortalizados en el cine como muestra de la fascinación morbosa por este tipo de sujetos (que se amplía con La matanza de Texas, El silencio de los corderos o la serie Hannibal), se agolpan casos contemporáneos. En el libro Fiambres: la fascinante vida de los cadáveres, de Mary Roach, se relata uno estrambótico del año 1991 sobre unos raviolis chinos con carne humana (“para chuparse los dedos”) o, más recientemente, en 2001, podemos recordar otro bien sonado: el ingeniero berlinés Bernd Jürgen acudió a la cita de un anuncio publicado por el informático Armin Meiwes en el que buscaba “hombres jóvenes y de buena constitución de entre 18 y 30 años para ser sacrificados”. Meiwes acabó cortando el pene de Jürgen, lo cocinó y ambos se lo comieron antes de que el último fuera asesinado. El perturbado sazonó los genitales con sal, pimienta, vino y ajo pero la receta se echó a perder. Fue condenado a cadena perpetua y, como publicó el diario Spiegel, “desde entonces se ha convertido en vegetariano”.

Canibalismo ¿Una tendencia gastronómica?

Ilustración de Yarza Twins: Canibalismo ¿Una tendencia gastronómica?

Canibalismo para gourmands

Inspirado precisamente por el caníbal Meiwes, el chef Alejandro García Urrutia dio en Gijón una ponencia a propósito de un curso de verano impartido en 2008 por el sociólogo y divulgador gastronómico Miguel Ángel Almodóvar titulado “Cocina del hombre para el hombre. Del tabú antropofágico a la cocina de los ogros”. Dicha ponencia trataba de arrojar luz sobre las “Posibilidades gastronómicas de la carne humana”. García Urrutia confesaba: “Nunca se me hubiera ocurrido algo tan repulsivo y aberrante porque sí, pero una noche estaba viendo un documental televisivo sobre Armin Meiwes, El Caníbal de Rotemburgo, y este individuo narraba con toda frialdad que una vez cocinado el pene de su amante y víctima, con ajo, sal y pimienta, el plato había resultado un completo fiasco culinario para ambos comensales. De pronto me sorprendí explicando en voz alta por qué esa preparación jamás podía haber funcionado”. El sibarita doctor Lecter bien podría haber aportado una receta inspirada en Paul Bocuse. Al fin y al cabo, el chef José Andrés asesoró al creador de Hannibal para que las creaciones del personaje de Mads Mikkelsen fueran verosímiles.

¿A qué sabe el ser humano? Dejemos a un lado los pasajes de truculencia y acerquémonos a la posibilidad de una ingesta socialmente aceptada, por criterios nutritivos, sostenibles y, sobre todo, por gusto de nuestra propia carne. Xavier Domingo, periodista y gastrónomo tan reputado como polemista, escribió De la olla al mole, un ensayo magnífico y, como apunta Carlos Mateos, aficionado, coleccionista y viajero del equipo de Gurmé Málaga, “un libro imprescindible” que narra el “enorme trasvase de cultura gastronómica en ambos sentidos que se produjo con la conquista de América”. Para Mateos, “el capítulo dedicado al canibalismo es, digamos, perturbadoramente interesante”.

El bloguero satírico captaincliff también reflexionó al respecto: “Si más personas donaran sus cuerpos a un bistró en lugar de a la ciencia médica, podríamos reducir la sobrepoblación. Y tener una fuente de alimento alternativa viable que sea nutritiva y rica en proteínas”. La mencionada periodista Mary Roach ahondaba en algo parecido: “Lo que a mí me interesa no son las culturas que se comen la carne de sus prisioneros, sino las que se comen a sus propios muertos. De lo que hablo es del modelo práctico del canibalismo, no tanto del porqué, sino del por qué no. Hablo de comerse la carne de los muertos porque está ahí y porque las raíces del ocumo acaban por cansar a cualquiera. Si uno no sale a capturar humanos ni se molesta en cebarlos, el canibalismo sí tiene su lógica económica”. Y fue más allá tras contactar con el antropólogo

Stanley Garn, que había calculado que los hombres tienen una composición corporal muy parecida a la de la carne de ternera. “¿Sería cierto del hombre, como lo es de la ternera, que los cortes con más grasa son más sabrosos? <<Pues sí>>, me confirmó Garn. Y al igual que con el ganado, cuanto mejor es la alimentación de un hombre, mayor es su contenido en proteínas. <<A la gente pequeñita del mundo no vale la pena comérsela>>”. Para el rollizo Diego Rivera, las piernas, pechos y costillas “empanizadas” de los cadáveres de mujer eran verdaderas “delicias”. Su bocado favorito: “Me fascinaron los sesos de mujer en vinagreta”. Dorángel Vargas, apodado como el Comegente, comparaba el sabor de sus víctimas con el de las peras.

Canibalismo ¿Una tendencia gastronómica?

Ilustración de Yarza Twins: Canibalismo ¿Una tendencia gastronómica?

Retrato del restaurante caníbal

En ocasiones puntuales, el comportamiento del caníbal homicida pasa del terreno individual y solitario al de la comunidad secreta. De vez en cuando, muy de vez en cuando, la cámara frigorífica de algún restaurante anónimo acapara protagonismo por haber sido utilizada para fines inconfesables: dar salida al excedente de competencia, sin ir más lejos, de una organización mafiosa. Otros ejemplos propios de leyenda urbana nos recuerdan al club caníbal del Londres victoriano. Se trata de los círculos gastronómicos caníbal, restaurantes ocultos en donde se serviría carne humana a clientes de confianza capaces de pagar cualquier precio con tal de acceder a una experiencia extrema al margen de la ley. Estas sociedades secretas de larga tradición en las que los ricos se comerían a los pobres como una reafirmación de su derecho divino, estarían activas en ciudades como Nueva York, Londres, París, Berlín, Bruselas o Roma.

El concepto de restaurante caníbal, sin embargo, ha intentado ser puesto varias veces sobre la mesa desde un enfoque casi comercial. Se mezcla el bulo gastronómico, caso de aquel restaurante de Tokio supuestamente caníbal que se convirtió en viral, con el puro clickbait y con estrategias mercadotécnicas fallidas, como la campaña llevada a cabo en 2010 por la Asociación Alemana de Vegetarianos (VEBU ) para sensibilizar contra el consumo de carne de animales y por la que se promocionaba una degustación de exquisitos miembros humanos en un restaurante berlinés que resultó ser falso. En enero de este mismo año, la comentarista gastronómica Garbancita publicaba el siguiente tuit: “Tendencias 2018: canibalismo y antropofagia. Cannibal Club, restaurante especializado en la preparación de carne humana, que brinda la vanguardia de la cocina experimental a los paladares refinados de la élite cultural de Los Ángeles”. A continuación incluía el link a la web del restaurante y etiquetaba: “#FakeNews”. Por supuesto, la cosa no pasa de la performance.

“Cuando el hombre alcance un estado de civilización superior al de la sociedad mecanizada aún algo primitiva de hoy, se autorizará el consumo de carne humana, pues para entonces el hombre se habrá librado de todas sus supersticiones y tabúes irracionales”.

Diego Rivera

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Menú caníbal

Sugerencias de la casa y especialidades del chef. Todos los platos con creados con carne humana de máxima calidad,denominación de origen.

a) Costillas baby a la barbacoa en carbón de encina

b) Tarrina de solomillo y setas de los Pirineos

c) Sandwiches de pastrami de carne de yogui con salsa de pepinillos y mostaza

d)  Postre. Crema de queso azul con cecina de paisano leonés y gelatina de fresas

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Ilustraciones: Yarza Twins
Fotografía: Brandon Morgan