FRÍO EN JULIO

CRUZANDO LOS LÍMITES DE LA VIOLENCIA EXTREMA EN LA AMÉRICA PROFUNDA

Texas, años 80. La vida de Richard Dane (Michael C. Hall) cambia cuando una noche de madrugada, dispara a un hombre que ha entrado en su casa, protegiendo a su familia. Convertido de manera instantánea en todo un héroe de la comunidad, lo que no sabe es que este incidente será el primero de una larga aventura de violencia, mentiras y corrupción en la que tendrá que demostrar si es frío todo lo que sacude este thriller dirigido por el director americano Jim Mickle. ‘Frío en Julio’ es una vuelta a esas películas de los movidos 80 que tanto gustaban (y siguen haciéndolo), que tan reconocible estética se ha visto copiada en siguientes generaciones cinematográficas y a esa América profunda, testigo de las mejores y más intensas tramas del universal star-system desde sus orígenes. Una película que rompe cualquier esquema que el espectador vaya haciendo en su cabeza, según van avanzando los minutos y que nos demuestran como el 2×1 también existe en la sala de cine. Y es que lo que en un principio parece la historia principal, pronto se nos revela como el acicate o pistoletazo de salida del verdadero argumento de la misma, en un giro de 180º que Mickle maneja como nadie, en ésta su cuarta película. Una cinta que goza de un reparto excepcional, como baza principal y excusa para que tanto moviegoers como cinéfilos empedernidos coincidan en la misma sala y devoren cada uno de los 109 minutos de turbio thriller. Así, quedamos atrapados con el duelo interpretativo entre Michael C. Hall (Dexter para los seriéfilos) y el veterano Sam Shepard, así como con de la vuelta por la parte grande del más ochentero Don Johnson que sustituye aquellas tremendas camisas de Miami Vice por botas, sombrero y cinturón de cowboy, ofreciéndonos una interpretación a la altura de lo que se espera. Personajes que gracias a un guion del propio director, en un mano a mano junto a Nick Damici y teniendo en cuenta la novela de Joe R. Lansdale, consiguen ofrecernos una atmósfera que ahoga y oscurece nuestro camino como si de una película a lo Martin Scorsese o Andrew Dominik se tratara. Una cinta en la que la incursión de las continuas sorpresas y giros de su director, van conformando el ritmo de esta tremenda sinfonía que enciende la mecha de la implacable venganza y que se disfruta de principio a fin, gracias también a una banda sonora a cargo de Jeff Grace, que exprime el valor ochentero de estos monstruos interpretativos a través de la más inquietante América profunda, que incluso bebe con respeto de aguas lynchnianas. Saldrán con ganas de pasar más frío. Estoy seguro.

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