GRANDES CANCIONES

LOSING MY RELIGION DE R.E.M. (1991) BY JAVIER MATEOS

Hace veinte años, un 19 de febrero de 1991, se publicó una de las más hermosas y mejores composiciones que la música pop haya dado jamás en su historia: “Losing my Religion”. Los chicos de R.E.M. enfilaban la madurez y ya habían alcanzado por aquellas fechas una popularidad considerable, pero en aquel primer año de la década de los 90, de una manera natural y casi inconsciente, estaban a punto de entregar un himno que cambiaría la música popular de aquellos días y años. La banda de Athens, Georgia, comenzó a dar sus primeros pasos con el auge del post-punk aún rezumando en ambas orillas del Atlántico. Ellos, inmersos en ese movimiento musical y cultural, aplicaron el folk americano a sus composiciones y terminaron por ser los padrinos y, con todos los honores, creadores del rock alternativo. Durante una década de los 80 plagada de excelentes composiciones, se encontraron con la posibilidad de dar un paso de gigante. No la desaprovecharon. Las tres claves que pueden simplificar el éxito atemporal de este tema son: el sonido de la mandolina, la voz hermética y una letra cargada de simbolismo. La embriagadora e irresistible melodía estaba arropada por una interpretación fuera de lo común. Una voz diferente y misteriosa que encerraba extrañas metáforas sobre la fe, la pérdida y el paso del tiempo.

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La leyenda comenzó a forjarse en una noche de diciembre de 1990 en el “40 Watt Club” de la localidad de Atlanta, un local que abrió sus puertas en 1978 y que como tantos locales diminutos del circuito independiente norteamericano, han sido pilares fundamentales de la historia del rock moderno. En esa velada, el sonido de la mandolina arrancó por primera vez y de improvisto, ante una audiencia privilegiada. Aquella canción fue presentada como “Losing my religion”, una expresión sureña y arcaica para referirse a esa sensación que a veces nos invade y que nos empuja, sin saberlo, hasta el límite. Peter Buck, durante ese verano estaba inmerso en el aprendizaje de un nuevo instrumento para él; la mandolina. Mientras ensayaba con ella, se percató de un riff que podría ser una buena base para una nueva canción y lo conservó. Cuando comenzaron a trabajar sobre ella en julio de ese año, temporalmente la llamaron “Sugar Cane” – curiosamente, de la misma manera, pero con K, que lo hicieron dos años después Sonic Youth con uno de sus temas más recordados-. Allí en el estudio, añadieron banjo, bajo y al principio un órgano Hammond. Según confiesa Buck: “La sesión fue memorable.” Dos meses más tarde, se reunieron para comenzar a trabajar en la grabación de “Out of Time”, en el Bearsville Studio de New York. Después, Michael Stipe le tendió su voz única en una sola toma junto con la ayuda de la guitarra acústica de Peter Holsapple, de los también sureños, the dB´s. De vuelta en Georgia, el órgano fue reemplazado por los arreglos de cuerda de la “Atlanta Symphony Orchestra”. El enigmático cantante ha confesado recientemente, que la canción trata de alguien que sufre por otra persona, y además fue un intento por alcanzar en temática a la enfermiza “Every Breath You Take” de The Police. “Es simplemente una clásica canción pop obsesiva”, puntualiza el cantante de R.E.M. y niega que fuese autobiográfica.

Independientemente de estos datos, el magnetismo de sus palabras y su interpretación la hicieron irresistible y la propulsó hacia la eternidad. Al lanzamiento como single, le precedieron dudas por parte de Warner, su sello de entonces y que mantienen hasta la fecha, por tratarse de un sencillo poco convencional. Sin duda se colaron hasta el fondo, pues el tema se convirtió en un triunfo rotundo. Poco después le acompañó un vídeo, magistral, que fue dirigido por Tarsem Singh y obtuvo galardones por todo lo largo y ancho del planeta. La canción más allá de ser un éxito de crítica, público y ventas, se convirtió en una de las mejores canciones del siglo XX y símbolo de una época. Un clásico moderno que aún hoy estremece por su belleza y lirismo. La fe nunca se perdió y aún hoy impacta por su fuerza.