Haranita: jarana en el Nakeima low cost en Chueca

Se confirma: la h de Haranita no es muda. Más bien es una llamada vacilona a la nueva fiesta que prometen los chicos de Nakeima en el barrio de Chueca. Siumais, torreznos pekineses, algo de caviar, champán y muchos baos para celebrar sin darse importancia ni quemar el bolsillo.

Se lo debemos a Gonzalo García y a Fernando Moreno, viejos conocidos –siendo unos jovenzuelos todavía– como artífices (fundador y grumete destacado) de esa rara avis que sigue siendo Nakeima, referencia de la gastronomía underground. De su escuadrón formaron parte Roberto Martínez Foronda (Tripea), o Pablo López (Brutalista). No está mal para un bareto de dumplings en Argüelles.

Con Haranita despliegan los encantos de todo hermano menor: más sencillo todo. Aunque conviene llegar pronto porque no admiten reservas, desaparece la exigencia de una cola a la intemperie. Además, horario non-stop para compensar, o viceversa, el cierre de domingo a miércoles.

Haranita: jarana en el Nakeima low cost en Chueca

Imágenes superiores: Siumais de papada y vista de la cocina desde la barra. Que no falte el gato chino. 

En el fondo, ellos continúan imponiendo sus reglas

El local actualiza a su vez los modos Nakeima: puerta automática, sencilla piel industrial, y temazos a todo volumen, de los Chili Peppers a Sporto Kantes o Thurston Harris. Para entendernos, envoltorio algo menos radical a lo que fue aquel Barra M, por poner un ejemplo del barrio, y espacio mejor iluminado que la gran mayoría de los restaurantes del universo.

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Imágenes superiores: Carta en mesa y detalles interiores 

Haranita: el restaurante low cost de Nakeima

Centra todo la barra con la cocina semiabierta donde se desenvuelven los cocineros-camareros. A la vista, los trazos a mano en color flúor de una pizarra de neón en donde se canta que aquí se despacha caviar y se beben burbujas. Les gusta el contraste de mezclar bocados para todos con el lujo –también democratizado– en forma de champán y huevas de esturión que puede acompañar cualquier plato si se quiere. Otro sello Nakeima que celebramos reconocer.

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Imagen superior: Torre de vaporeras y black bao

Un ticket de 40 euros de media 

La idea es no pasar de 40 euros por cabeza, pero si te pones en sus manos, o si con una botella no te llega, igual se supera un poco. Todo empieza con la torre de vaporeras que destapan por orden los ya clásicos siumais de papada (x 3, hay que pelearse por el tercero) y sucesivamente los baos de tinta de calamar o guiso de sepia (black bao, su versión del bocata de calamares), el de pollo con curri, el veggie, el de cordero guisado o el de cochinita pibil. Si te gustan estas bolas caseras de masa rellena querrás más. Delicadas pero sabrosas.

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Imagen superior: Sigue el surtido de baos en Haranita

Puede llegar un cuenco de chop suey, una ensalada de verduras con pak choi, brócoli y crema de berenjenas y miso, más los puntos cítricos. Buen desengrase para recibir sin tomar aliento a Mr. Chang, la hamburguesa a baja temperatura entre pan frito y con pepinillo encurtido.

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Imagen superior: Chop suey y Mr. Chang

Una ejemplo: ensalada de callos

La cosa se empina más con la ensalada de callos, un plato picantito y algo efectista presentado con las tripas cocidas en blanco junto a tomatitos cherry, algas, curry rojo y alioli de jengibre. Los mitómanos no se saltarán el paso del katsu sando, menos sorprendente pero efectivo.

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Imagen superior: Ensalada de callos y katsu sando

Está también lo de los torreznos estilo Pekín, preparados a conciencia durante varios días y que están triunfando. O lo de las patatas Hilton, confitadas y acompañadas de salsa agria y gel de salicornia y apio. La fuente está pensada para compartir con una lata de caviar (de 10 o 30 gramos).

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Imagen superior: Squirty bao y Pavlova

Para el final, solo dos postres. La parte más gamberra la pone el squirty bao, una bomba de yemas (de huevo de pato saladas) que básicamente tiene la misión de avergonzarte por chorrear natillas a la primera mordida. Más elegante, y digna para el comensal, es la pavlova, una versión de la tarta en forma de corte de helado con merengue crujiente y relleno de crema de frutos rojos.

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Imagen superior: Los cuchillos siempre a mano y botella de sidra Poiré

Haranita opera sin vino, solo birra y burbujas. Puede que pronto habiliten la planta de abajo y la cosa evolucione pero por ahora unas pocas referencias francesas: los champanes L’Extravertie y Michel Gomet, el cremant del Jura Des Marnes Blanches, y la sidra de pera Poiré, dulce pero secante al final, una elección genial y muy asequible.

 

Haranita
Calle de Víctor Hugo, 5, Madrid
No admite reservas
@_haranita_