Henry Hargreaves, foto conceptual de menús apocalípticos

Hablamos con el fotógrafo Henry Hargreaves para conocer su obra conceptual relacionada con la comida. Desde Nueva York, nos cuenta cómo cambió servir mesas en restaurantes a colaborar en proyectos editoriales donde la visualización de la gastronomía sirve para entender mejor las complejidades del mundo.

Desde cuestionar el colapso del sistema alimentario global a las jornadas salvajes de ingestas excesivas protagonizadas por el animal gonzo Hunter S. Thompson; desde la recreación culinaria del universo de James Bond a las últimas voluntades gastronómicas de un puñado de condenados a muerte, algunos de ellos célebres. Pasando por los menús diseñados por los preparacionistas ante un posible caos post-apocalíptico.

El fotógrafo Henry Hargreaves, neozelandés aunque con carrera en Brooklyn, nos revela las claves de sus trabajos como “creador de lo inesperado”. Ready for Dinner, una colección de cenas para degustar en el refugio atómico, mientras fuera cae lluvia ácida, lava o un virus letal, arroja hoy un escalofriante significado.

Henry Hargreaves, foto conceptual de menús apocalípticos

Cuando le pido que se defina a sí mismo, el fotógrafo Henry Hargreaves balbucea: “Honestamente, creo que me comporto un poco como sociólogo, no creo encajar dentro de un género tradicional de fotografía. Más que con gente, trabajo principalmente con naturalezas muertas y con comida, es por lo que se me conoce. Al mismo tiempo tengo mucha curiosidad por la historia y por la exploración del mundo a través de mis fotos y por compartir mis descubrimientos. No soy un lector muy paciente, así que cuando me gusta un tema quiero encontrar mucha información visual y eso es lo que trato de hacer con mi trabajo y así conseguir atraer a la gente sobre ello, gente que a lo mejor no está leyendo sobre esa cosa determinada”.

“Las fotos con modelos son realmente difíciles. Necesitas un equipo grande y yo cuando empecé necesitaba disparar con mucha facilidad. Es mucho más difícil fotografiar modelos que ir al supermercado y coger lo que necesitas. Tuvo que ver con la accesibilidad”. 

“Así son mis aventuras en el mundo de la comida. Creo que estamos acostumbrados a tratar la comida en un solo sentido, a consumirla y a olvidarnos de ella. Y en realidad la comida ofrece muchas oportunidades para poder subvertir las expectativas, hacer que la gente encuentre en ella algo sorprendente y humorístico para que pueda conectar y recordarla”. 

“Por otro lado, la comida es algo universal, algo que nos afecta a todos, todos tenemos ideas y posicionamientos respecto a ella, así que es un gran denominador común para usar como dispositivo de narración”. 

“He trabajado durante años en restaurantes como bartender y camarero, es lo que hacía antes de que pudiera ganarme la vida haciendo fotografías. Así que me encanta entender por qué la gente toma sus decisiones a la hora de pedir la comida, las emociones que sienten y cómo están ligadas con las experiencias gastronómicas. Me gusta que haya todo un mundo entero por explorar ahí”.

Henry Hargreaves, foto conceptual de menús apocalípticos

En los años cincuenta, con la amenaza nuclear en la chepa, Estados Unidos se volvió paranoico. Y de aquella sociedad con sintomatología patológica empezaron a surgir los llamados preppers o preparacionistas de la casi extinción humana. Con sus búnkeres y su acumulación de víveres. Sobre ellos, en torno a tres millones de supervivientes de aquel pensamiento extremista, el fotógrafo Henry Hargreaves hizo Ready for Dinner, un trabajo dedicado a los menús para el Armagedón. De la práctica entomofágica al hecho de poder inyectarse sus propias medicinas. La pandemia y sus confinamientos revitalizan la vigencia de estas inquietantes fotografías, unas más suculentas que otras.

“Siempre me ha interesado la gente diferente o los outsiders, cómo la comida puede hacer que te identifiques con alguien que a priori podría extrañar que te relacionaras con él en una vida normal, por eso hice el trabajo de las últimas comidas de los prisioneros o el de los riders entre bastidores. A lo mejor no sabes quiénes son esas personas de verdad pero la comida puede hacer que sean más cercanas. Con los preppers pasa un poco eso. Me acerqué a ellos como si fueran un grupo extremo pero conforme les fui conociendo empecé a empatizar. Quería mostrar sus elecciones de menús y creo que es fascinante cuando te hacen reevaluar tus prejuicios sobre las personas. Y, sí, este tema vuelve a estar de actualidad por la pandemia”.

Henry Hargreaves, foto conceptual de menús apocalípticos

Imagen superior: From MRE to Michelin. MRE (Meals Read to Eat) son las raciones de combate militar que se proporcionan a los soldados. No es la comida más rica del mundo. Con este proyecto, el fotógrafo Henry Hargreaves trata de reimaginar estas dosis empaquetadas a la manera de emplatados con estrella Michelin. Coger la peor comida posible y elevarla visualmente como si la estuvieran sirviendo en un templo gastronómico.

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Imagen superior: Fallout of the Food System. De nuevo el miedo nuclear, esta vez como amenaza a nuestro sistema alimentario global. Si la imagen de la nube en forma de hongo evoca el fin del mundo, Henry la aprovecha como metáfora ya que los mismos hongos nos enseñan sobre la capacidad de recuperación y de adaptación a entornos perturbados.

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Imagen superior: Dying to Eat. Escapismo en tiempos de guerra fría y una visión esclarecedora tanto del personaje de Bond como de su creador Ian Fleming. La estilista gastronómica Charlotte Omnès y el fotógrafo Henry Hargreaves devuelven todo el protagonismo a los manteles de hilo y las recetas lujosas ya que la comida es curiosamente una parte ausente en las películas 007.

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Imagen superior: No Seconds. Henry Hargreaves se interesa por la mezcla de lo mundano y lo extraordinario. En el momento más antinatural, “el de la muerte patrocinada por el estado”, ¿qué tipo de comida piden los reos? “En Nueva Zelanda, y de hecho en casi cualquier otro lugar del mundo desarrollado, la pena de muerte ni siquiera está en la conversación. Es un remanente de una época anterior”. Esa pizca de cortesía, de “oye, te vamos a matar, pero ¿qué te gustaría comer?” acabó por obsesionar al fotógrafo. “Por un momento pude identificarme con esas personas a través del denominador común de la comida”.

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Imagen superior: Band Riders. El rider es la lista de exigencias que hace una banda o un músico cuando firma un bolo. Además de especificaciones técnicas de equipo, implica también los caprichos de camerino, comida y bebida incluidos en el pack. Lo que más atrajo a Henry Hargreaves fue lo que estas peticiones cuentan sobre la personalidad de los artistas. Se centró en las solicitudes más peculiares y escandalosas de Britney Spears (fish and chips, varias cheeseburgers del McDonalds pero sin pan, ciruelas pasas e higos y una foto enmarcada de la princesa Diana), Marilyn Manson (ositos gominola) o Prince (un juego completo de té y un médico para administrarle una inyección de B-12).

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Imagen superior: Cocktails of Films Literature & TV. Si uno puede beber como James Bond, puede ser como James Bond. Los cócteles han desempeñado un papel fundamental en la cultura popular. ¿Quién puede pedir un Cosmopolitan o un Martini shaken not stirred sin pensar inmediatamente en los personajes que los hicieron famosos? O cómo un personaje genial puede volver a hacer guay una bebida como el White Russian. El matrimonio entre el alcohol y la cultura popular es lo que inspiró esta serie. La naranja mecánica, El gran Lebowski, Miedo y asco en Las Vegas, Jackie Brown, Deadpool, The Blues Brothers…

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Imagen superior: Power Hungry. El proyecto nació con una mirada a los alimentos favoritos de dictadores históricos. Sin embargo, evolucionó rápidamente cuando observaron grandes similitudes entre el pasado y el presente y quedó muy claro cómo los regímenes autoritarios a lo largo de la historia han utilizado la comida como arma, oprimiendo, silenciando y matando sistemáticamente a la gente por inanición. El fotógrafo sienta al espectador a la mesa para que sienta las disparidades entre “los que tienen y los que no”. El mundo ha cambiado, se tiene acceso más regular a los alimentos e incluso hoy algunas poblaciones pobres sufren el mal de la obesidad. Son desequilibrios lejanos pero también cercanos, de la Francia pre-Revolución Francesa a la Siria de la actualidad, una realidad contradictoria que mezcla la desigualdad y el lujo culinario más obsceno.

El fotógrafo Henry Hargreaves utiliza en sus trabajos seriales varias técnicas, desde la Flatlay, aérea y cenital, sin profundidad y con un halo pop, a geometrías y collages. Se acerca en algunas al realismo y la severidad barroca de los bodegones velazquianos o de Juan Sánchez Cotán y Clara Peeters, escuela española y flamenca, pero también le da a la fantasía pastelera. Fue en los años sesenta cuando en la fotografía la comida empieza a trascender para obtener otro significado y convertirse en un ingrediente relativo a la religión, la lucha de clase o los derechos civiles.

Cerramos conversación con este fotógrafo de 42 años que nos cuenta que ahora vive más para su bebé nacido al principio del confinamiento en Nueva York que para sus propios proyectos. Eso sí, acaba de autoeditar un nuevo libro, esta vez sobre la comida de personal (staff meals) en restaurantes y lugares de trabajo de todo el mundo. Una aproximación para entender cómo contribuye este tipo de comida social a ser más productivo en el trabajo. “Recojo todo tipo de entornos laborales, desde bancos a floristerías, hospitales y bodegas. Se analiza si repercute en los beneficios de los negocios. Hablé con un restaurante de Nueva York que vio de inmediato que una comida buena de personal hacía que cada mesero ganara 60 dólares más y que las ventas aumentaran un 50%. Es una solución de gran alcance”

Otros libros en los que el fotógrafo Henry Hargreaves ha colaborado:

Avocaderia.

The Power of Sprinkles.

Jacks Wife Freda.

henryhargreaves.com