James Marsh firma uno de los mejores biopics que servidor ha visto, y he visto muchos, pues es uno de mis géneros cinematográficos favoritos. Los biopics tienen un atractivo doble: primeramente pueden acercarte a personajes ilustres de la historia de la cultura contemporánea de los que no sabes mucho, animándote a hacerte fan de alguno de ellos. Por otro lado pueden ser un despropósito y ser un atentado contra la verdad y las circunstancias reales de la vida de un personaje del que ya eres fanático y conoces muy bien. No obstante, siempre hay un regusto rancio a TV Movie, con guiones repletos de lugares comunes y narrativas sonrojantes. Pocas veces un biopic es cine con mayúsculas. Pocas veces puedes olvidar que se trata de una película de género en la que el mayor atractivo es un actor en estado de gracia, cuyas 500 horas de maquillaje diarias para adentrarse en la piel de un personaje suelen valer una nominación al Oscar.
En el caso de La teoría del todo nos encontramos ante un film en el que el género es irrelevante. No hay clichés que valgan. Es cine en estado puro, fluido, hecho con talento, naturalidad, y libertad. El guión de Anthony MacCarten le ha valido una nominación al Oscar, y sería de justicia que se lo llevara a casa. Stephen Hawking es una de las mentes más brillantes de la historia de la humanidad. Su inteligencia unida a una enfermedad degenerativa le han convertido en un personaje icónico, en una institución, una leyenda. Pero todo ello ha desembocado en que tengamos de él una percepción deshumanizada, desprende frialdad, parece ser una mente brillante atada a un castigo injusto y es imposible ver más allá de su inteligencia. Probablemente sea un amor de persona, pero eso no lo sabemos. Esa humanidad, esa dulzura, esa pureza de espíritu se la imprime la alucinante interpretación de Eddie Redmayne. Un actor fuera de serie, capaz no sólo de clavar al astrofísico de manera certera con un trabajo de expresión corporal y facial espectacular, sino también de darle alma. Su trabajo físico, el contorsionismo muscular y facial al que asistimos, ya le bastan para que te rindas a sus pies, pero lo que te deja sin aliento es la carga emocional de su interpretación, sus ojos, una mirada cristalina que rezuma vitalidad, amor y ternura. Eso es lo verdaderamente especial de su trabajo y del resultado del conjunto del film. Es una cinta sobresaliente, verosímil, cruda, emocionante, acongojante, preciosa y altamente conmovedora.
La Teoría del Todo se estrena en cines hoy, 16 de enero