NATURALMENTEXPOSICIÓN DE GERARD MOLINÉ EN LA GALERÍA ART & DESIGN DE BARCELONA
La clave del trabajo de Gerard Moliné reside en comprender su papel de médium catalizador entre el Tiempo y los materiales: la piedra, la madera, los excrementos… Equilibrando ambos factores, Gerard consigue que la naturaleza nos revele su lógica interna, esa que los que cabalgamos al ritmo vertiginoso de la ciudad casi no nos planteamos ni que existe. La Naturaleza sólo revela su secreto a alguien a quien entiende como suyo. A primera vista, el trabajo de Gerard podría inscribirse dentro de la tradición del Land Art, por su implicación evidente con el entorno natural; pero no hay, sin embargo, en Gerard ninguna reconstrucción en el paisaje, ningún tipo de escenarización de lo natural. También podrían establecerse vínculos estéticos con el arte Povera, un fenómeno artístico que, con sinceridad, ha envejecido bastante mal, quedando, a la postre, como un puñado de mamotretos de pobreza impostada. Gerard no reconstruye ni simula, no sabe de lo uno ni de lo otro. Su práctica – como el propio nombre de la exposición indica – surge naturalmente, con la sinceridad del niño que encarama una botella en un árbol y la reencuentra con asombro cinco años después, medio engullida por el árbol.

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Lo que diferencia a Gerard de cualquier otro artista perteneciente a estos movimientos es que nunca se planteó un aparato conceptual que sustente su obra. Ni siquiera se ha planteado ser artista. Su obra es fruto de la intuición, la curiosidad y la autodeterminación, esa misma con la que brota el limón del limonero. Gerard es diseñador industrial de profesión. Sus obras artísticas surgen de una lógica productiva al revés: no importa la pieza final ni la utilidad o su rentabilidad, sino el proceso. En este sentido, la práctica artística de Gerard es el reverso de su actividad para ganarse la vida. Su colaboración con artesanos es fundamental y muy elocuente de su manera de pensar. De ellos valora su paciencia, su sabiduría y su resistencia. Para Gerard, los artesanos forman parte de la propia naturaleza, ya que la forma de sus piezas (botijos, cestas, textiles) viene definida por la lógica natural. Muy lentamente estos diseños son reformados por los propios artesanos en función del puro uso. Por eso, Gerard entiende la figura del artesano como la de un creador que innova, pero al que no se le da tiempo o crédito suficiente para observar su factor creativo, que es la metamorfosis de sus piezas. Este proceso creativo del artesano es mucho más lento que aquellos a los que estamos acostumbrados.

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Así, el paso del Tiempo se revela como un agente clave en la concepción de lo artístico y lo creativo para Gerard. Algunas de las piezas de Gerard – los alabastros que se erosionan con el curso del río son un caso paradigmático – son productos del Tiempo, es más: son piezas que llevan el Tiempo inscrito en sí mismas. Está claro que estamos ante un artista que no piensa en el mercado y sus dinámicas, que apremian al artistas a producir con rapidez para responder a todo tipo de compromisos. La Naturaleza no entiende de prisas. Por eso, Gerard es un artista contracorriente. Junto con el Tiempo, su otra materia de especulación son los materiales naturales, sus texturas y sus comportamiento. Ante estos Gerard actúa algo así como un poeta experimental. Se trata de observar el resultado de la erosión de la lengua de vaca sobre un bloque de sal. O cómo las abejas organizan sus celdas dentro de un molde. O cómo se comporta la madera bajo el dominio del fuego. O qué forma adoptan naturalmente 1400 piezas de barro refractario bajo presión. No cabe duda de que en estas tentativas reside un cierto goce estético, el que le conduce a realizar series o a pulir la madera quemada haciéndose continuador del tradicional y peculiar placer del trabajo escultórico. Los resultados son siempre hipnóticos.

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Pero su observación del comportamiento de los materiales, más allá de una curiosidad entomológica por la fenomenología, es la manera de llegar hasta la lógica inmanente de la naturaleza: sus mecanismos, cómo funciona. Esta es la etérea finalidad y no conseguir un objeto o cosa. Como en el arte conceptual más seminal, como en el Brossa más delicioso. Así pues, la ecuación que suma el paso del Tiempo y la observación de estos comportamientos, es la que resulta en la manifestación de la Naturaleza con su propia voz, en el susurro con el que revela su conciencia y su inteligencia secreta e inmanente. La lógica interna de la Naturaleza es, pues, la razón de ser de la obra de Gerard Moliné.

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Para todo esto, Gerard no tiene que viajar al desierto del Gobi ni a la tundra siberiana. La falta de ambición comercial en la obra de Gerard también tiene reflejo en el desinterés por rentabilizar lo exótico que sí tienen muchos artistas contemporáneos – más atentos a los conflictos vecinales en Tbilisi que a los de su propio barrio. Gerard trabaja en su entorno, en el que le vio nacer, que es La Seu d’Urgell. No siente la necesidad de buscar la naturaleza en más contexto que donde la encuentra. El está atado al entorno, a su tierra que es su propia biografía.
La muerte es el telón de fondo del ser humano. Se nos hace más o menos presente, pero siempre está ahí, recordándonos que un día se cernirá sobre nosotros. “A mí que no me entierren nunca en una caja”, reivindica Gerard. Su ideal para la bajada de telón fantasea con que, de manera natural, su cuerpo se descomponga y siga la cadena trófica que es el motor de la vida. Gerard quita hierro a la muerte, quizás porque pasa mucho tiempo en la naturaleza, que entiende la muerte como un tránsito, un episodio más. Quizás no: seguro.
Texto Mery Cuesta.

Del 22 de junio al 16 de julio. Galería Art & Design. Almogàvers, 142, Barcelona