LA NUEVA PELI DE LOS DIRECTORES DE PERSÉPOLIS
Teherán, 1958. Desde que se rompió su amado violín, Nasser Ali Khan, uno de los músicos más famosos de su época, ya no tiene ganas de vivir. Al no encontrar un instrumento digno de sustituirlo, decide meterse en la cama y aguardar la muerte. Durante la larga espera, se sume en ensoñaciones melancólicas y alegres que le llevan a su juventud, a hablar con Azrael, el Ángel de la Muerte, y que le revelan el futuro de sus hijos… A medida que encajan las piezas del rompecabezas, empezamos a descubrir el gran secreto de su vida: una maravillosa historia de amor que alimentó su genio y su música…
De este tétrico argumento, los autores de la mágica Persépolis nos llevan a lo que podría ya considerarse un género cinematográfico en sí mismo, el mundo cruel y realista mezclado con la fantasía bien efectada e inventada con grandes dosis de ingenio y brillantez. Con gran influencia de toda la estética de Jean-Pierre Jeunet, con altas dosis del ADN fílmico de Marjane Satrapi y Vincent Paronnaud, la cinta nos recuerda a veces a los momentos hipertrofiados de “La invención de Hugo” (Scorssese), consiguiendo una sólida película que mezcla amor, poesía y fantasía con mucha inteligencia. Mathieu Amalric lleva el peso de toda la historia, está esplendido en su papel de ñoño atormentado, dándole la réplica una María de Medeiros en estado de gracia. Hasta nuestros ojos disfrutan un momento de Isabella Rossellini, es decir, TODO con mucha clase y con cero pretensión. ¡Así da gusto!
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