Restaurante Cruix: volverás siempre a por su arroz

Un local informal de tapas de autor y de arroces de fantasía. Así se autodefine Cruix, un restaurante ubicado en la Esquerra de l’Eixample y para siempre en mi mapa gastronómico de Barcelona después de la primera visita. En serio: querrás ir al mediodía y repetir en la noche, y porque no puedes ir a desayunar o a merendar un arroz socarrat. De momento.

Cruix lo borda sin enseñar las costuras. Gustará al que viene a comer sin más, al que se las da que sabe, al que sabe y al que no es muy de probar cosas nuevas. Porque estamos ante uno de los menús degustación más baratos (25€ el corto y 28€ el largo), curiosos y bien resueltos que ofrece nuestra ciudad.  Lleva a tus padres, ve sola, con amigos, con tu amante, con tu pareja, a celebrar cosas o porque sí.

Restaurante Cruix: volverás siempre a por su arroz

Restaurante Cruix: brécol al tandoori

Yo escogí ese menú del que hablo (aunque puedes ir a hacer sólo unos cuantos platillos) y comí 10 platos redondos, sabrosos, que me dejaron contenta y nada pesada. Fueron los del menú degustación, que empezó por una anchoa angelet de curación casera, finísima, un filete de mar sobre la lengua. Llevaba unos puntos de salsa holandesa y reposaba sobre un pedazo de pan carasau, un producto del ingenio sardo llamado ‘carta da musica’ en el resto de Italia por su elevada dosis de crujencia. Crujosidad. Crujentismo. Que cruje, vaya. Que cruix. ¿Se entiende?

Restaurante Cruix: volverás siempre a por su arroz

Restaurante Cruix: tartar de salmón a la peruana

Los entrantes fueron llegando en intervalos cortos. Ahora unas cintas de calabacín bien aliñadas con pesto, porque nunca sobra un poco de verde. Luego los churros de bacalao, para remojar en la espuma de alioli, que desearías que vendieran en todas las churrerías. Un poco más tarde, las famosas croquetas de pato Pekín que llamaron mi atención desde que supe de la existencia de Cruix, que abrió en noviembre de 2017 de la mano de Miquel Pardo (1989) y el jefe de sala Carlos Fernández (1991), dos jovencísimos talentos al pie del fogón que cumplen lo que otros nos han prometido tantas veces: cruzar la cocina popular con la alta gastronomía sin pegarnos una estocada fatal al bolsillo. 

Restaurante Cruix: volverás siempre a por su arroz

Restaurante Cruix: croquetas de pato Pekín

Y siguieron llegando platillos en lo que me pareció la ración justa que te permite compartir y seguir animada para probar más. El hummus de remolacha con setas y trufa hizo su aparición como el cartel de neón de un dinner cuando aprieta el hambre: fucsia chillón y envuelto en un aroma que te hace salivar. Pero, ¿qué me digo? No estamos en Portland ni en Los Angeles y aquí se viene a dinar o sopar, que es lo que hacemos los catalanes dos veces al día para llenarnos la panxa. Garantías de hacerlo bien: ir a comer a Cruix.

Restaurante Cruix: volverás siempre a por su arroz

Restaurante Cruix: churro de bacalao y espuma de alioli

Eso ya lo pensaba a esas alturas del menú, cuando todavía faltaban cinco platos. Y lo mantengo. El tartar de salmón al estilo peruano es una vuelta de tuerca al ceviche que vemos por todos lados. El brécol lo sirven al tandoori, ligeramente especiado, para no malograr lo crujiente y lo sabroso que puede llega a ser este vegetal con un hervido o una cocción al vapor. Fue la perfecta antesala para la especialidad del restaurante Cruix: el arroz.

Porque si hay una cuestión que a los barceloneses se nos atraviesa (a parte de la del alquiler) es la siguiente: ¿dónde se come un buen arroz? Nos visitan los amigos que hicimos en el Erasmus y por el mundo, los que se fueron hace años en busca de un trabajo más digno, y no quieren irse de Barcelona sin haber comido arroz. Yo, después de probar el de gamba al ajillo de Cruix, para allí que los mandaré a partir de ahora.

Restaurante Cruix: volverás siempre a por su arroz

Restaurante Cruix: arroz de gambas al ajillo

El menú termina picante y crujiente: el postre Piñazo en la Pradera, un mango troceado y regado con curry verde, con un sabor fresco y herbáceo que contrasta con el calor que provoca el picante, que te abre la nariz y te hace relamerte para el último plato, el Día Triste en la Playa, un pequeño trauma que seguro que viviste en tu infancia y que ahora te puedes comer para olvidarlo para siempre jamás. No te olvides, pero, de cómo suena: Cruix.

Restaurante Cruix: volverás siempre a por su arroz

Restaurante Cruix: el postre Piñazo en la pradera, de mango con sorbete curry verde y guirlache de sésamo

Restaurante Cruix: volverás siempre a por su arroz

Restaurante Cruix: el postre Día Triste en la Playa, dos pequeños conos de helado de vainilla que se cayeron encima de una crema de chocolate

Restaurante Cruix
c/Entença, 57
L-S de 13 h a 16 h y de 20 h a 23:30 h
Es muy recomendable reservar
688 973 732