The Souvenir, una educación sentimental

“No sabemos qué ocurre en su mente o en su corazón. No lo sabemos. Pero es lo que queremos descubrir cuando vamos a ver una película”. Así empieza una de las primeras conversaciones entre Julie (interpretada por Honor Swinton Byrne) y Anthony (Tom Burke), la pareja protagonista de The Souvenir (2019), la última película de la directora británica Joanna Hogg, estrenada el pasado 30 de julio dentro de la programación del Atlántida Film Festival y disponible en Filmin hasta el 27 de agosto.

The Souvenir cuenta una parte de la vida de la propia directora: la de su juventud primera, a principios de los años 80, cuando era estudiante de cine en Londres y vivía en un apartamento en Knightsbridge. Citaba el comienzo de aquella conversación porque a mi parecer, la película está recorrida por ese mismo pensamiento. Narra la intimidad de unos personajes, la educación sentimental de Julie a través de la búsqueda de sí misma como creadora y de la complicada historia de amor que vive con Anthony, un hombre adicto a la heroína. Se centra en ese proceso de aprendizaje vital y en ese enamoramiento torcido, y logra filmar de manera lúcida y natural sus múltiples capas y espacios de sombra. Desde el principio, la cámara coloca en un primer plano esa búsqueda personal y ese amor apasionado y tormentoso, sus encuentros y vicisitudes, pero también está lo que hay en un segundo plano y lo que se sugiere, lo que hay fuera de campo. Están las relaciones entre los personajes (de pareja y familiares), con los misterios que toda relación alberga, pero también entre estos y el mundo que los rodea, entre lo material y lo espiritual, entre el arte y la vida.

Como comentaba, The Souvenir es una película autobiográfica, pero al mismo tiempo es una ficción. Hogg crea algo nuevo a partir de sus memorias. A través de las posibilidades que tiene el cine, explora y retiene los recuerdos de una época (los 80) y de una etapa de su vida. El lenguaje explícito y el implícito conforman un relato complejo, ambiguo y emocionante, que va más allá de una situación personal concreta. Las canciones, las miradas, las elipsis son parte de ese lenguaje que describe de manera profunda una situación de crisis, sus contrariedades, los sentimientos ambivalentes que sienten unos personajes a la deriva, sus debilidades, deseos, miedos, dudas, renuncias, silencios, el dolor que provoca ver morir lo que uno ama.

The Souvenir, una educación sentimental

Pero no hay melancolía ni sentimentalismo fácil en The Souvenir. Como decía la misma directora en una entrevista para La Vanguardia, sus personajes no son fantasmas del pasado. La música y las imágenes capturan los recuerdos imperfectos que se difuminan con el tiempo, reviven con sosiego, vigor y sugestión toda la belleza y toda la tristeza de aquella historia pretérita. La misma fuerza y sutileza con la que la cámara se acerca a Julie y nos devuelve a aquella conversación primera de su enamoramiento.

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