Dos elementos de mobiliario de gran escala celebran el arte de reunirse en el nuevo hogar de 160 m2 reformado por Estudio Diir en un edificio de los años cincuenta de Chamberí, el barrio de moda del centro de Madrid.
“El cliente es un apasionado de la música y el diseño. Siempre estuvo muy abierto a la experimentación, lo que nos dio pie a apostar por elementos singulares que terminaron convirtiéndose en las piedras angulares del proyecto”, cuenta Iñigo Palazón, uno de los cuatro arquitectos fundadores del estudio madrileño junto a David Meana, Ignacio Navarro y Ricardo Fernández. Y es que la identidad de esta vivienda se construye en torno a dos claros protagonistas: la gran isla de acero de seis metros y un mullido sofá de cinco metros.
Los arquitectos modificaron de forma parcial la planta para organizar el programa en dos alas claramente diferenciadas. Por un lado, el núcleo de la vivienda, vinculado a la calle San Bernardo, donde se encuentran las zonas comunes y el dormitorio principal. Y, por otro lado, un área más privada, que alberga las habitaciones adicionales iluminadas por los patios de luz. “Desde el primer momento, el cliente nos trasladó la necesidad de crear espacios amplios y diáfanos, de apostar por la flexibilidad en la concepción del programa y de proyectar ambientes relajados, pero a la vez sofisticados”, afirma Palazón.
Estudio Diir evoca la domesticidad en torno a una gran isla y un mullido sofá
La arquitectura de Estudio Diir es sutil; aparece solo si se la necesita. Es a la hora de comer, cuando junto a la gran isla abierta al salón se van descubriendo los electrodomésticos ocultos en el frente metálico de la cocina. Ahí donde una puerta sale de su escondite si se quiere pasar a la parte más reservada de la casa, comprendida por una estancia pasante, dos dormitorios y un baño. Y, cada vez que es necesario usar la lavandería o ganar privacidad en los dormitorios, se descorren los planos blancos de suelo a techo hábilmente camuflados entre las paredes.
El monumental sofá de color blanco respalda la isla, orientado hacia el luminoso par de ventanales con cercos de granito de la sala de estar. Los arquitectos han colocado sobre un pódium los cojines que generan esa atmósfera chill out tan deseada por el propietario, enmarcados por los dos pilares y la viga de hormigón visto. “El sofá se proyectó como un volumen en sí mismo, por eso creamos la base de ladrillo revestida de microcemento que cruza el espacio. A través de esta acción rotunda y directa, buscábamos diferenciar la cocina del salón”, explica el arquitecto.
La calidez de la madera escogida para los suelos contrarresta con la sobriedad de los tonos crudos y metalizados que predominan en el apartamento. Los listones macizos de pino landas, una variedad muy popular en el sur de Francia, desprenden serenidad junto a las níveas paredes revestidas con mortero fino y los techos con un proyectado acústico a juego.
Mármol verde indio como contrapunto a los tonos neutros y metalizados
Una nota oscura, procedente del dormitorio principal, invita al silencio con cierto aire exótico. Un gran bloque cubierto de mármol verde indio da forma al cabecero de la cama, recorriendo la pared desde el hueco que deja entrever la ducha hasta la puerta de un baño inundado de verde. En el exterior, un largo balcón de once metros conecta el ventanal del dormitorio con los dos del salón, al que se accede directamente por la puerta corredera interior.
El mobiliario se caracteriza por su estética industrial, presentando un diseño sencillo y muy práctico, firmado también por los arquitectos. Ejemplo de ello son los estantes flotantes y los muebles empotrados de la sala de estar, así como las pequeñas mesas y taburetes fabricados con acero inoxidable. Un apartamento equipado para recibir a grandes grupos de amigos, pero también para disfrutar del día a día en calma.
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Créditos de Casa SB:
Arquitectura: DIIR
Ubicación: Madrid
Fecha de finalización: 2024
Superficie: 160 m2
Fotografía: Simone Marcolin