Entrevistamos a Aitor Saraiba

El dibujante participa en #Absoluticon, una nueva apuesta de Absolut por el arte contemporáneo.

El estudio de Aitor Saraiba, en pleno centro de Malasaña, es un fiel reflejo de su obra. Montañas de libros de poesía apilados en el suelo y cuadernos desbordantes de apuntes conviven sin inmutarse con discos de black metal, que esperan su turno para ser pinchados en el viejo tocadiscos que se encuentra debajo de la mesa. Desde las paredes, dibujos propios y ajenos observan el aparente desorden, mientras que un unicornio de cerámica, cual mascota inmóvil, se asegura de que los pinceles se mantengan en su sitio encima de la mesa abarrotada. Cada rincón resulta un estímulo para una mente abierta, dispuesta a asimilarlo, y uno se pregunta qué forma tendrá la próxima obra de arte que salga de este reducido espacio.

Por suerte, hemos tenido la oportunidad de verla. Se trata de un lienzo de gran tamaño, fruto de una colaboración entre el artista y Absolut. El proyecto forma parte de la última iniciativa de la marca, #Absoluticon, por la que diez de los artistas más representativos del panorama creativo español reinterpretan el diseño de su botella, todo un icono de la cultura popular gracias a las intervenciones que hicieron artistas como Warhol, Basquiat o Keith Haring. Ahora llega el turno de una nueva generación, que aporta su manera de entender el arte a través de uno de los envases más famosos de la historia. Ellos son: Diego Canogar, Ricardo Cavolo, Felipe Pantone, Irene Grau, Raúl Díaz Reyes, Coco Dávez, Javier Calleja, Antonyo Marest, Aggtelek y Aitor Saraiba.

Con éste último quedamos en su estudio para hablar de su nuevo libro, la colaboración con Absolut, el black metal y el mundo del arte en general.  

 

Dentro de poco sale tu nuevo libro. ¿Sigue siendo éste tu formato favorito para contar historias?
Sí, me encanta el formato libro. Me parece el más democrático. Las técnicas y los temas van cambiando pero el formato libro va a estar siempre.

Preséntanoslo brevemente.
El libro se llama “Cómo ser valiente, justo y feliz y otras cosas en la vida (o al menos intentarlo)”. Son una serie de pequeñas historias personales que aparecen en el lado izquierdo del libro, mientras que a la derecha planteo al lector un ejercicio para que juegue con ese tipo de historia. A mi me ha pasado que todo el mundo al leer mis libros o ver mis dibujos me dicen que se sienten muy identificados con ellos, así que me dije: “voy a hacer algo que el lector sea el protagonista también”. Quiero que la gente que haga los ejercicios que yo mismo he hecho primero, al terminar el libro tengan como una historia de su vida escrita.

¿En qué consisten esos ejercicios?
Pues por ejemplo, te explico el que da título al libro. Hay un momento en el que sale una foto mía cuando soy pequeño y pone: “si pudiera mandar un mensaje a mi yo pequeño, le diría: sólo tienes que ser tres cosas, valiente, justo y feliz”; y en la página de al lado pone: “si tú pudieras mandar un mensaje a tu yo de la infancia, ¿qué le dirías?”. Todo el libro es así, cada página es un ejercicio.

En estos tiempos que corren, ¿es más necesario que nunca un libro con consejos para ser feliz?
Bueno, no se si serán necesarios pero yo tenía la necesidad de lanzarlo. Igual el público no lo necesita, no lo se, pero yo sí.

En este libro, como en el resto de tu obra, utilizas de nuevo tu propia vida como material sobre el que crear. ¿Consideras que tu vida es extraordinaria?
No, todo lo contrario. Lo interesante de las historias es que sean vidas ordinarias. Si la gente se identifica con mis libros es porque mi vida es todo lo contrario a extraordinaria, es más, es bastante normal, como la de cualquiera. Lo interesante es que todo el mundo tiene una historia que contar, todo el mundo. Pasan un millón de cosas desde que bajas del ascensor de tu casa y vas a la panadería, te pasan un millón de aventuras en ese tramo. Simplemente es saber contarlas, pero te repito, todo el mundo tiene una historia que contar.

¿Nunca has estado en la situación de no tener nada que contar?
No, es que a mi me pasan cosas interesantes todo el rato. A todo el mundo le pasan, pero hay que saber verlas.

¿Cómo has evolucionado como artista desde la publicación del tu primer fanzine “Tus ídolos favoritos” en 2005?
Yo sigo haciendo lo mismo desde hace once años (risas). Me hace mucha gracia cuando la gente me dice: “ay, que guay, que ahora estáis de moda los dibujantes”. Pues yo llevo haciendo esto desde tercero de carrera, cuando el mundo era Corel, vectorial, Freehand, Photoshop, y yo era un friki haciendo fanzines. Ahora el fanzine, los dibujos o las cosas hechas a mano están bien vistas, pero hace una década no. Entonces era muy distinto, a mí me costó mucho que la gente me hiciera caso. Por ejemplo, que una revista como Neo2 me entrevistara a mí, hace diez años, como que no.

¿Y al ver tus primeras obras y compararlas con los de ahora consideras que dibujas mejor?
Me da igual. Lo único que me preocupa es la evolución conceptual, que las cosas que me preocupaban hace diez años ahora ya no, porque las he resuelto. Igual por eso he escrito este libro, un manual de instrucciones para la gente. Pero estéticamente me da igual. A mi la estética de mis dibujos siempre me ha dado igual, nunca me ha importado lo que estuviera de moda. Muchos de los dibujos de “Tus ídolos favoritos” los podría hacer ahora y la gente ni se extrañaría, no pensarían que los hice hace veintidós años.  

Entrevistamos a Aitor Saraiba

En noviembre del año pasado pudiste ver como tus dibujos y tus historias cobraban vida en un teatro con la obra “La máquina del tiempo”. ¿Cómo fue la experiencia?
Yo estaba acostumbrado al libro y es una sensación muy distinta, porque el acto de leer y de escribir es muy solitario. No es como estar en un teatro, donde ves las reacciones de la gente, cómo aplauden, lloran, se ríen o se levantan y se van. Fue una sensación extraña, no sé si quiero volver a repetirla, la verdad.

¿Y cómo fue el proceso de trabajo?
Estuvimos dos años preparando “La máquina del tiempo”. Fue un proceso larguísimo, porque todo lo autogestionamos nosotros, la compañía Furia Teatro y yo. Asi que fue mucho curro, por una lado de financiación, y por otro de adaptación, porque yo quería adaptar los tres libros. Y claro, en total eran como 800 páginas, por lo que lo más difícil fue ver qué quitábamos.

¿Estás satisfecho con el resultado?
Sí, me encantó. Ha sido increíble, porque la obra estuvo tres meses y hasta hace nada, que ya había pasado un mes y medio desde que se quitó, seguíamos en el top ten de obras de teatro de Madrid en Atrápalo. Desde que se estrenó entró directamente al top ten de las obras de teatro mejor valoradas, variando muchas veces entre el primer y el segundo puesto. Y todo esto siendo yo un absoluto intruso en el mundo del teatro, no tenía ni idea de lo que estaba haciendo.

¿Conectó bien con el público?
Yo creo que sí, a la gente le encantó. Pero la experiencia era muy distinta a la de los libros, incluso para la gente que los había leído. Yo quería ofrecer algo distinto.

Siempre defiendes que esta conexión se produce porque tu obra es muy honesta. ¿Vivimos en un mundo tan hipócrita que nos emocionamos con la verdad?
Yo vivo en un mundo lleno de máscaras, la gente tiene pudor a aquellos que no lo tenemos. Entonces en un mundo donde hay una búsqueda constante del mejor grupo, el mejor diseñador y esas cosas, realmente esa búsqueda es la búsqueda de la honestidad. De repente viene el típico niño de veinte años que le toca el coño todo y hace algo honesto y todo el mundo alucina. Lo que ha hecho es, en vez de mirar lo que se está haciendo y copiarlo, ser honesto con su propia idea. Como te decía, vivimos en un mundo repleto de máscaras, así que en el momento en que alguien se la quita hace que el público se sienta vulnerable, y ahí es muy difícil juzgar. La posición del público es muy fácil, todos somos espectadores y lo criticamos todo. Es sencillo criticar una película sin darte cuenta de que lleva un trabajo de diez años, entonces cuando te muestras vulnerable y eres capaz de que el público, independientemente de su nivel cultural, sea consciente de eso, se hace una conexión humana, que hace que las críticas sean mucho más dóciles. Al final el arte es para encontrar esa conexión, todo lo demás no me interesa.

¿Crees que tu público llega a entender todos los códigos de tu obra? Hay muchos elementos tomados del black metal que no son obvios para mucha gente.
Mi obra tiene un millón de referentes distintos, diseccionarme es complicado. Pasa con las cerámicas como con los libros, que de repente se habla de grupos de black metal como de poetas turcos de los años 50 que no conoce ni dios, o cosas mainstream que conoce todo el mundo como Metallica, que pueden ser hasta casi ordinarias. A mi me nutre todo lo que veo, además yo cojo referencias de todo, de cualquier cosa que esté cerca de mi, para eso soy una esponja. Hay poca gente que conozca que descifre mi obra al cien por cien, que entienda todos los símbolos de los que hablo.  

¿Y de dónde viene esa conexión con la naturaleza? Muchos de tus dibujos y cerámicas representan animales.
A mi el mundo salvaje me fascina, y el arte es lo único que nos diferencia de los animales. El humano se ha desnaturalizado a través de la cultura. Freud tiene un libro precioso sobre eso, sobre cómo el hombre se desnaturaliza buscando la cultura, y cuanto más culturizado está, más alejado está de lo salvaje. Cuanto más culto eres, menos animal eres. Y entonces me fascina ese juego con los animales, y coger símbolos como la rata, la serpiente o el unicornio. Además yo soy muy concreto, no cojo cualquier animal, lo busco muy bien por lo que simboliza para mi. Por ejemplo el pajarillo o el carnero.  

Todavía después del proyecto Tattoo Magic te siguen llegando fotos de gente que se tatua tus diseños. ¿No da algo de vértigo?
Me daría vértigo que la gente no se lo tatuara, que no hubiera gente que sintiera tanta pasión por lo que hago.  

¿Te afecta de alguna manera, positiva o negativa, saber que hay tanta gente implicada con tu trabajo, que al fin y al cabo es tu vida?
Nunca pienso en el público, me da igual. Yo siempre hago un libro como si no lo fuera a leer nadie, todavía sigo con ese truco. Siempre pienso que igual es el último, que con ese se acabó. Ni me planteo lo que quiere el público. Por eso a veces se mezclan cosas como black metal con algo infantil y la gente se despista mucho, cuesta seguirme el ritmo. No soy una de esas personas que encuentra una fórmula y la repite una y otra vez. Cualquier persona que vea mis dibujos puede ver una similitud estética, pero conceptualmente van de un extremo a otro constantemente.

Volvemos a la conclusión de que lo que une toda tu obra es la verdad, y que por eso gusta tanto.
Sí, bueno, mi obra al final de lo que habla es superbásico, y es de lo que habla el principio de la humanidad: la lucha entre la luz y la oscuridad, en todas sus diferentes versiones. Por eso aparece un unicornio y el black metal.

Háblame de la colaboración con Absolut. ¿Qué has preparado?
Pues hablando de animales, he escogido la cabra, porque me parece que de todos los iconos que he creado es el más representativo. He jugado mucho con la ‘A’ de Absolut; como yo además me llamo Aitor me gustaba ponérsela como si fuera un sello. Además quería hacer una obra grande, porque en un mundo en el que todo se ve en pequeño, en formato red social, ya que me permitían hacer lo que quería y sabiendo que iba a ser expuesto, no quería hacer algo de 20×30. Así que cogí el símbolo de la cabra, que cualquiera que haya seguido mi obra un poco lo va a reconocer, y le puse con el color de la marca la ‘A’ en la frente.

Entrevistamos a Aitor Saraiba

Además de Absolut, a lo largo de tu carrera has colaborado con otras marcas como Sisley, o Converse. ¿Son las marcas comerciales los nuevos mecenas del arte?
Es que en España los artistas estábamos muy mal acostumbrados, porque si tu te vas a Estados Unidos, Inglaterra o cualquier otro país, lo de que los gobiernos ayudan a los artistas no existe, no es verdad. Lo de que los gobiernos, los bancos y ese tipo de organismos compren obra es muy típico de España. Aquí se ha criticado mucho la colaboración con las marcas pero un montón de artistas de izquierdas se han olvidado cuando han colaborado para la derecha. Creo que la responsabilidad ahí es del artista, de saber cómo se implica y cómo juega con la marca. Yo miro mucho las marcas con las que colaboro, a Absolut le había dicho que no cuatro veces ya, hasta que llegó un proyecto que me parecía interesante. No colaboro con cualquier marca, cuando una me plantea un proyecto que me parece interesante y coherente acepto, porque hay muchas marcas que quieren colaborar contigo ya no por tu nombre ni por tu obra, sino por tus seguidores, es muy triste. Entonces es mi responsabilidad saber a quién digo sí y a quién digo no. Por ejemplo, cuando colaboré con Converse, o con Sisley o con Benetton fue porque son marcas con las que me identifico cien por cien y los proyectos eran muy coherentes, como el de ahora de Absolut. En cuanto a si son los nuevos mecenas, pues no lo sé, yo realmente vivo del público. Mi obra sigue siendo ridículamente barata para lo que podría haber subido a lo largo de mi corta historia, pero la sigo vendiendo a precios asequibles para todo el mundo. Mis cerámicas, que para mi son esculturas totales y las hemos expuesto en museos, yo las sigo vendiendo a cien euros, que es como el precio más popular que puedo tener, el precio justo para que gane dinero todo el mundo: el Centro cerámico de Talavera, el artesano que la hace, el que la vende, yo. Intento ser muy muy muy coherente con los precios, porque yo no vivo ni de marcas ni de entidades públicas, sino del público que compra mi obra, ellos son los que me mantienen. Aun así es maravillos que venga una marca y me ofrezca colaboraciones, porque al final se gastan el dinero en arte y cultura, y eso me encanta, pero repito que la responsabilidad final es del artista, con quién colabora y qué hace.  

¿Qué lugar ocupa el arte en la sociedad hoy en día? ¿Está relegado a las élites?
Mi arte es cero elitista. La gente que compra mi obra vive en pisos de treinta metros cuadrados, ahorran para comprar una cerámica mia. No tengo coleccionistas que vengan y se gasten 20.000 euros en obra de Aitor Saraiba, eso no existe. La gente viene y me compra un dibujo de doscientos euros, lo que pasa es que vendo muchos de esos. Yo he estado siempre en contra del arte para unos pocos. El barrio de donde vengo, la forma en la que me han educado, jamás podría hacer arte elitista. Seguramente habrá gente que piense que una cerámica de cien euros lo es, pero en cuanto sepan el trabajo que cuesta, verán cuánto dinero perdemos. En eso soy muy respetuoso, con quién colaboro, quiero saber cuánto se van a llevar, que todo el mundo gane el dinero justo, que todo seal al cincuenta por ciento para todo el mundo. Por eso he tenido muchos problemas con galerías, porque no tienen la filosofía de trabajo que tengo yo.

Eso al final acaba siendo una protesta contra el sistema.
Sí, sin quererlo sí. No es que yo quiera ser un artista social, pero siempre digo que lo personal es político. Por ejemplo, el otro día fui a La Rioja a dar una charla en la escuela pública de arte, y me trataron como a un príncipe. Me sorprendía porque me contaron que había artistas que decían que no iban a dar las charlas. Yo digo, ¿cómo un artista puede decir que no a una escuela pública? No lo entiendo. Yo voy donde me llamen. Me ha pasado que he ido hasta la escuela de arte de Ciudad Real, que me han pagado el AVE y un bocata, pero porque por posicionamiento político tenía que ir, gratis, da igual, hay que hacerlo. En mi obra, que puede parecer naif desde fuera, está todo medido y sé de sobra cada movimiento que se da y que no se da. Igual por eso puedo llevar diez años haciendo lo que estoy haciendo y la gente no se ha cansado. He visto muchas estrellas fugaces entre medias, gente que es lo más y al rato es lo menos. Yo nunca he llegado a ser lo más, siempre he estado entre medias, que me encanta. Siempre digo: lo peor de estar de moda es que te vas a pasar de moda, asi que yo jamás quiero estar de moda, no me interesa nada de nada. Pero a lo mejor por medir tanto lo de las marcas, o no querer producir de forma masiva, o buscar un precio justo, he crecido mucho más despacio pero con una base sólida, y eso puede llevar a la gente a pensar que soy antisistema. Yo soy una persona antisistema, así que el que no lo ve en mi obra lo puede ver a mi alrededor.

¿Falta compromiso político en el arte?
Creo que es más un compromiso político personal. Mi arte a simple vista puede no parecer político, pero es que lo es cien por cien. He publicado tres novelas gráficas donde la temática es totalmente homosexual y un montón de editoriales gay me ofrecieron trabajar con ellos, pero yo dije que no. A mi me interesa que las publiquen Lunwerg, de Planeta, como pasó con “Nada más importa”. Eso es lo interesante, lo que tenemos que luchar, que lleguemos ahí y que lo lea cualquier persona: una señora de cincuenta años, una chica de veintitrés, un niño de dieciocho o un señor de sesenta. Antes tenía más localizado mi público, pero ahora por ejemplo en las firmas de libros ves que viene gente de lo más dispar: unos vienen por el black metal, otros porque les encanta la cerámica. Creo que el ser honesto ayuda a todo esto, a no tener que explicar cosas, no creo que la gente me tenga que preguntar mi posicionamiento político porque queda bastante claro por mi forma para trabajar.

Has escrito un par de libros para niños, ¿cómo reciben tu arte?
Mi relación con los niños es rara, porque yo no tengo hijos y no hay niños a mi alrededor, pero tengo una sobrina. Entonces me planteé que quería hacer libros que ella pudiera leer, porque los que tenía no eran para niños. Mi sorpresa fue cómo fueron acogidos por los adultos. Es más, el primero que saqué, “Cuentos y ejercicios para niños y niñas inquietas” ha inspirado mi nuevo libro, que es lo mismo pero para adultos. La responsabilidad es nuestra, no de los niños, que van a absorber todo lo que les demos.

¿En este nuevo libro repites la fórmula de los anteriores y añades al final lo de: “esta es la cuarta novela de Aitor Saraiba y espero que no sea la última”?
Pues mira, en ésta no la he puesto, ¡a ver si va a ser la última! (risas). Lo que pasa es que como ésta no es novela gráfica es distinto. El otro día hice una entrevista para la radio sobre la reedición de “El hijo del legionario”, que ha sacado Fulgencio Pimentel con Pepita de calabaza, y me preguntaban sobre mi próxima novela gráfica, pero yo decía: “creo que no va a haber más, hice esas tres y ya está”. Seguramente no haya más, en esas tres cuento mi existencia, los treinta años de mi vida. Igual cuando tenga sesenta sigo, pero ahora me parecería muy deshonesto intentar escribir algo. Ahora siento lo mismo que cuando estaba haciendo “Tus ídolos favoritos”, investigando hacia donde voy. Esas tres novelas se quedan ahí como una especie de trilogía que no voy a repetir. En ese momento era muy importante que tuvieran esa continuidad, porque sentía que tenía que seguir contando la historia, y con “Nada más importa” sentí que la cerré. Nunca me planteé que fuera una trilogía, los hice de forma orgánica. Pero sí, igual con sesenta años vuelvo a hacer algo así, o me pasa algo tan increíble, tengo una epifanía tan grande que tengo que escribir otras trescientas páginas, pero ahora mismo no tengo esa necesidad.

Respecto a tus otros trabajos hay uno un tanto excepcional. Me refiero a la portada que hiciste para un single de Nacho Vegas. Estando tan metido en la escena del black metal, ¿no ha habido ningún acercamiento por parte de alguno de sus grupos para que les hagas algún diseño?
No. Soy consumidor absoluto de black metal y es triste ver como no hay gente abierta estéticamente a nada que no venga de allí. Aunque igual eso también es lo interesante, que se mantenga puro. Yo sí he contactado con muchos para colaborar: cuando hice la exposición “The Black Mark” para PhotoEspaña el texto me lo escribió Salva Rubio, que es un tío que escribió un libro sobre metal extremo que es la ostia; el logotipo me lo hizo un chico holandés que ha hecho el diseño de todos los grupos. Esas son las cosas que la gente que ve sólo mi Instagram no se da cuenta del trabajo que hay detrás, pero estaba todo muy medido. Pero no, yo no he recibido ofertas de nadie. Aunque como consumidor de black metal yo nunca llevaría una camiseta de Burzum diseñada por Aitor Saraiba, no tendría sentido, tenemos que conocer nuestras limitaciones.

Tocabas en un grupo de metal, si no me equivoco.
Sí, Carnero. Damos un concierto al año porque no tenemos tiempo, pero Carnero va a estar ahí siempre, nunca va a desaparecer.

Te has caracterizado siempre por no parar nunca de crear, de enlazar un proyecto con otro, asi que ahora que vas a publicar un nuevo libro, ¿nos puedes adelantar en qué estás metido ahora mismo?
Estoy haciendo un libro nuevo para el 2017. Va a ser bastante distinto a lo que he hecho hasta ahora, porque los dibujos ni siquiera los voy a hacer yo, pero no puedo adelantar nada porque los editores me matan. Lo único que puedo decir es que sale con Lunwerg y que creo que a la gente le va a encantar.

_______________________

#Absoluticon

<www.absolut.com/es/>

<www.aitorsaraiba.com>
__________________________