Ampparito. Un proyecto con banderas

Quizá todo guion sea prescindible en el trabajo de Ampparito (Madrid, 1991). Quizá no. Su discurso se retroalimenta y se genera precisamente al plantearse ver las cosas de otro modo. Al salirse. Al tergiversar nuestra óptica habitual y dar paso a lo sorprendente como algo extraordinariamente posible. Y es que la intensidad de nuestra labor con las imágenes nos impide cualquier mínima consciencia sobre las mismas.

Ya no sabemos volar ni mucho menos detenernos. Nos resignamos con una injusta inmediatez. De ahí que conseguir repensar el valor y el significado de determinadas imágenes e incluso facilitarnos su manipulación supone colocarnos como espectadores en una gran y extraña tesitura. Esa es la magia de Ampparito. Crear un metaespacio experiencial en el que cualquier contrainstrucción es bienvenida. Un lugar en el que aparentemente no nos sirve nada de lo aprendido. Un paso atrás en el que retomar el impresionismo. Desnudos. Con la única posibilidad de cubrirnos con un simple trozo de tela rectangular.

Ampparito. Un proyecto con banderasAmpparito. Un proyecto con banderas

Elaborar un proyecto sobre /la bandera/ como objeto y símbolo supone hoy todo un reto como elemento especialmente presente en la práctica artística, política, social, cultural, patrimonial y personal. Pocos son los artistas o colectivos que aun no han trabajado con o sobre lo que genera este trozo de tela. Ampparito es uno de ellos. Un artista que se hace muchas preguntas y que da también muchas vueltas a sus proyectos de intervención. Vueltas que llegan a límites absurdos desde los cuales trabaja de manera obsesiva y exigente. Este punto sitúa a la vez que desconcierta a un espectador siempre expectante frente a su trabajo. Este proyecto no es una excepción. Desde el minuto cero, hemos trabajado en todo un amplio abanico de registros sobre lo que envuelve la bandera como un rectángulo sobre el cual conviene tener cuidado a muchos niveles.

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Y son precisamente el conjunto de normas, protocolos, recomendaciones y consejos prácticos sobre su uso y mantenimiento lo que nos ha hecho pensar en maneras extraordinarias, erróneas, inadecuadas, inconvenientes y experimentales de entender la bandera como aquello que es (y no es) en un sentido muy básico y primario. Pequeñas revoluciones. Caída, desplegada, vertical, horizontal, pintada o bordada, una bandera es una imagen. Una forma que nos remite a unas emociones ocasionales o reencontradas que generan uniones o rechazos, que nos hacen sentir similares o diferentes. Son precisamente el conjunto de normas, protocolos, recomendaciones y consejos prácticos sobre su uso y mantenimiento lo que nos ha hecho pensar en maneras extraordinarias, erróneas, inadecuadas, inconvenientes y experimentales de entender la bandera como aquello que es (y no es) en un sentido muy básico y primario.

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¿Qué pasaría, por ejemplo, si invirtiéramos o subvirtiéramos los colores o la alternancia de estos en las banderas? En momentos de exaltación nacional o patriótica, la necesidad de poseer y exhibir una bandera es importante. Pero al comprar una bandera, ¿nos planteamos realmente llegar a lavarla algún día como si fuera una prenda más o preferimos que el tiempo de exhibición (casi siempre en el exterior porque es en la “fachada” de las casas donde creamos vínculos o nos diferenciamos respecto a nuestros vecinos y donde nos exhibimos de la manera más cómoda con el orgullo que nos permite estar en la frontera entre lo privado y lo público) incorpore en ella rasgos que denoten solera y reafirmación de los propios principios y creencias? Porque un lavado puede resignificar, pero nuestra visión es aun más frágil y susceptible de ser sobreestimulada. Y cuando nos exhibimos, la imagen siempre es importante. Es como su etiqueta. Cosida, adhesiva o colgando, la etiqueta de una bandera debe ser visible, de un material resistente y tiene que tener la misma vida útil que la tela sobre la que informa.

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Este proyecto es el resultado de la residencia artística de Ampparito para B-MURALS. Centre d’Art Urbà. Una iniciativa de DIFUSOR en Nau Bostik (Barcelona) con el soporte curatorial de Jordi Pallarès y la colaboración extraordinaria de los artistas Albert Gironès, Nil Joan, Octavi Serra y Anna Vilamú. Hasta el 4 de septiembre de 2019.

Texto: Jordi Pallarès / Fotos: Fer Alcalá