El alma new age de Agnes Obel

Multiinstrumentación orgánica, espiritualidad y halo medieval en el tercer disco de la danesa, publicado el pasado 21 de octubre por Play It Again Sam

“Ciudadano de cristal dispuesto a abrirse, para que todo el mundo lo vea”. A partir de esta premisa sobre cómo el ser humano queda expuesto y vulnerable al participar de la vida en sociedad, o cómo se agranda la distancia entre la imagen que tenemos de nosotros mismos y la que tienen los demás, partió la danesa Agnes Obel para confeccionar el ente conceptual de su nuevo trabajo, Citizen of Glass. Este tercer disco, tras sus anteriores y aplaudidos Philharmonics (2010) y Aventine (2013), nos llega amplificado, con ansias de expandirse, con una intensidad infecciosa, con mayor detallismo, con una sensibilidad que hiela y una inteligencia emocional en plena combustión.

Continúa moldeando las bases instrumentales de sus canciones con esa naturaleza orgánica y peregrina que le ha llevado a conquistar Europa en apenas seis años. Sin embargo, con este  trabajo, el hada de la new age contemporánea ha decidido dar un paso adelante y adentra en su sonido un nuevo instrumento  que engrandece todavía más ese compendio de clarinetes, violines y arpas. Se trata del trautonio, un instrumento eléctronico original de 1924, con el que termina de bordar ese aroma medieval que viste sofisticadamente las diez composiciones de este Citizen of Glass.

El alma new age de Agnes Obel

Algunas de estas canciones parecen remontarnos hasta los tiempos decimonónicos del romanticismo gótico, como es el caso de “Stretch your eyes”, la canción que abre el álbum galopando entre tambores y cellos. Otras como “Familiar” o “Red virgin soil” se inmiscuyen en el medievo de espíritu juglar, a base de coros masculinos o incluso desde una secuencia puramente instrumental, sin lírica. Feminidad sensorial con “It’s happening again”, amor y complicidad en “Stone”. Inquietud y cierto tenebrismo para “Trojan horses”, tristeza e inseguridades para la homónima “Citizen of glass”, pasado y nostalgia con “Mary” y comparaciones vitales desde “Golden Green”.

No hay ni un solo tema que no atienda a la trama de fragilidad, transparencia, exposición y asolamiento por la desnudez del alma al que se enfrenta el individuo -el ciudadano de cristal- por habitar en su entorno. Las melodías, por su lado, se encargan de ir perfilando nota a nota esa espiritualidad que envuelve ya no solo el sonido, sino el sentido, con el que Agnes Obel ha querido iluminarnos esta vez.