MÁS ALLÁ DE LA VIDA

LA ÚLTIMA PELI DE CLINT

La reputación intachable de Clint Eastwood, como uno de los más grandes cineastas de la historia del cine es irrefutable. Pero en esta ocasión parece haber caído en el mismo craso error que muchos de sus compañeros en los últimos años: poner un concepto o temática complicada de explicar como punto de partida, y pasar por encima de puntillas sin mojarse ni aportar nada al género, (Lost ha hecho mucho daño). En esta ocasión es el más allá el muy manido tema a tratar, que Eastwood narra sirviéndose de un correcto guión de Peter Morgan, pero que desafortunadamente opta por la vía narrativa de las historias paralelas. Tres son en esta ocasión las tramas que confluyen en una historia, que pretende contarnos las energías que percibe un magnifico y natural Matt Damon, que encarna a un médium que se siente, lastrado y maldito por el poder que posee de hablar con los muertos. Como en casi todas las películas en las que se opta por las tramas paralelas, en Más Allá de la Vida, nos encontramos con el problema de siempre, y es que hay por lo menos una de las tres historias que resulta mucho menos interesante o totalmente irrelevante en comparación con las otras dos, y por tanto desluce el conjunto del film.

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Demostrando una pericia técnica insuperable, Eastwood recrea el ocaso de un tsunami con una espectacularidad tan impresionante, que sólo por eso merece la pena ir al cine a ver esta película. Pero lo que parece que va a ser una peli de catástrofes, se torna en una historia de personajes desdibujados, entre los que destacan unos inmensos George y Frankie Mclaren, dos gemelos de 12 años de los que Clint se sirve para retratar una vez más el tema de la infancia. Los principales puntos bajos de la cinta, son los sonrojantes y manidos efectos especiales para recrear el mas allá (niebla, luz blanca, siluetas a contraluz), que chocan de frente con la postproducción de las brillantes escenas del más acá, y un inexplicable uso de la banda sonora, que encajaría mejor en Brokeback Mountain, y que por ejemplo, con el uso del trilladísimo Nessun Dorma, se carga irremediablemente una magistral escena de montaje, que recrea momentos de alta carga erótica entre los dos protagonistas durante unas clases de cocina. Aun así, las más de dos horas de película pasan volando, y uno sale del cine con una sensación, neutra, vacía pero con la seguridad de haber empleado bien el dinero de la entrada. Ya quisieran muchos tener semejante listón.

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