En Molina de Segura (Murcia) aterriza Rambla Climate-House, resultado de la colaboración entre los arquitectos Andrés Jaque y Miguel Mesa del Castillo. Una contribución a la recuperación en la biodiversidad de las ramblas murcianas en forma de vivienda.
Dibuja Lucía Berlín con prosa de escuadra, cuentos que ocurren en hoteles, casas de apuestas, mansiones y comisarías. No gasta palabras en delinear, ni la vestimenta, ni los movimientos, ni la luz, ni las palabras de quienes animan sus relatos. En sus letras son la arquitectura y sus ecologías las que cuentan, arman y contextualizan. Es la atmósfera y no la casa la que importa; el espacio habitado, el frío sobre las vigas de madera y el calor asfixiado bajo las tablas, la humedad del jardín junto a las ventanas y el viento que se cuela por sus rendijas. Son cuentos, como ocurre con la arquitectura de Rambla Climate-House, para no caer en destinos ajenos. Para darnos de bruces justo con el sustrato de nuestra propia existencia.
La convocatoria, a través de una pequeña casa, de los grandes desafíos de la arquitectura contemporánea: reecologizar, restaurar y reparar nuestra biosfera y sus ecosistemas.
Emergencia climática de Rambla Climate-House
No es fácil presentar esta arquitectura, así como no es fácil condesar la intensidad y el cuidado con el que atiende a los factores que involucra. El de Andrés Jaque (Madrid, 1971), esta vez junto a Miguel Mesa del Castillo (Murcia, 1965) es un trabajo que, comprimido en no más de dos décadas, se encomienda a invitarnos a repensar la posibilidad de establecer un pacto entre lo natural y las exigencias de la vida cotidiana. Fuertemente anclada al contexto de emergencia climática, su arquitectura y, en este caso concreto – la de la Rambla Climate-House -, es un esfuerzo de diseño e investigación que habla de ecología, políticas de la domesticidad y responsabilidad medioambiental
Empecemos por el contexto. Desde los años ochenta con la urbanización de territorios como el de Molina de Segura (Murcia), por medio del crecimiento poco cuidadoso, el desarrollismo inmobiliario ha conducido al aplanamiento de la variedad topográfica y, en consecuencia, los ecosistemas de las ramblas y torrenteras murcianas han desaparecido paulatinamente. Las ramblas suponen, pues, las arterías del paisaje pluvial de Murcia y cuya desaparición ha tenido un gran impacto en la contribución de este paisaje a las crisis climáticas globales y a la caída en la biodiversidad en la región.
El encargo: la familia aspiraba a que los insectos, los pájaros y el clima, atravesasen la casa
De acuerdo con la trayectoria de sus autores – y con la premisa de Antonio y Victoria que, junto con sus dos hijos, Teo y Fátima buscaban una arquitectura que les permitiese vivir en contacto con la naturaleza, pero en un sentido más relacional que visual-, en 2017, Andrés Jaque y Miguel Mesa empezaron a trabajar en los 180 m2 que más tarde consolidarían Rambla Climate-House.
Al inicio del periplo, la familia aspiraba a que los insectos, los pájaros y el clima, atravesasen la casa. Y eso, juntamente con el de reparar un pequeño nodo de la ecología húmeda de las ramblas, se convirtió en el objetivo primordial de la casa. Algo que queda lejos de las premisas previsibles a las que nos tienen acostumbrados los encargos residenciales.
Una casa que funciona como un dispositivo climático
Para ello, la casa funciona como un dispositivo climático. Un patio en forma de elipse, al que se circunscribe un anillo de espacios continuos, alberga un trozo de rambla. Es el centro de la casa y escenario de convivencia entre sus habitantes (humanos y no-humanos). Ahí no hay diseño y mucho menos una naturaleza controlada. Se trata de un espacio basado en las interacciones dentro del territorio que comparten insectos, reptiles, pájaros, humanos y algunos gadgets tecnológicos. En las cubiertas que vuelcan a dicho patio se recoge el agua de la lluvia que se acumula junto a las aguas de las duchas y los lavabos. Paralelamente, en el sustrato del jardín elíptico hay unos sensores que detectan el momento en el que el nivel de humedad desciende. Cuando eso ocurre, automáticamente la casa genera una nube de micropartículas de agua que proporciona las condiciones necesarias para la reparación biológica de la rambla.
Precisa economía de medios y gestos materiales
“Esta casa intenta revertir, y en lo posible reparar, un paisaje que ha sufrido un proceso de explotación, del que los humanos son a la vez promotores y víctimas. Esta casa pretende operar un cambio de un paradigma basado en la explotación, a otro basado en los cuidados mutuos. La casa cuida a sus habitantes humanos, y a la humanidad en su conjunto, que depende de la riqueza biológica, ecosistémica y climática de las ramblas. Es una casa/clima. Una arquitectura que no se construye con muros, sino con relaciones ecosistémicas”, nos cuenta Andrés Jaque.
Todo se resuelve, no obstante, con una precisa economía de medios y gestos materiales. Esto se vislumbra tanto en la estrategia como en los detalles. En términos de conjunto, se multiplica el aislamiento térmico para gestionar la radiación solar y minimizar el uso de la climatización. A su vez, un serpentín expuesto al sol y ubicado en la corona del patio, proporciona agua caliente a lo largo de todo el año. En cuanto a sus fachadas, se da un tratamiento especial a aquellas más expuestas a la radiación en los meses de verano, ya que en sus alzados se incorporan pantallas térmicas.
En el deleite de los detalles, la casa ensaya de forma no ortodoxa técnicas para el incremento de la eficiencia energética. Esto lo vemos en los muebles en el caso concreto de un gran banco que bordea la elipse del patio. Para el prolongado asiento, se utiliza el mármol, no como un elemento que aporta lujo, sino por sus propiedades térmicas, ya que permite que aquellos que viven en la casa se refresquen pegando su piel a la superficie del material.
Rambla Climate House se adscribe a una constelación de proyectos en el caso de Andrés Jaque y Office for Political Innovation – Ikea Disobedients, Tupper Homes, Mousse City, Never Never Land, Rolling House for the Rolling Society -, y, en el de Miguel Mesa en torno a los jardines activistas, enfocados ambos, a movilizar la arquitectura como un espacio político capaz de de activar todo un contexto de activismo vinculado a lo doméstico.
Recuperación de las formas de vida características de un paisaje malherido
“En estos momentos en que las instituciones y las administraciones públicas sufren una de las mayores crisis de los últimos siglos, y en los que la arquitectura de promoción de las administraciones ha sido tristemente secuestrada como una arena de prácticas para la privatización, la arquitectura que a escala pequeña asume el compromiso de contribuir a lo colectivo es uno de los pocos espacios en los que la arquitectura puede contribuir al bienestar común”, sentencia Jaque.
Allí donde había la herida de una rambla, empiezan a brotar laureles, lentiscos, mirtos, baladres, vincas y palmitos. Todo forma parte de la recuperación de las formas de vida características de un paisaje malherido. Cuando nos alejamos de la visión de considerar a la arquitectura como un logro estético o como una afirmación bien construida -si somos perspicaces-, nuestra mirada puede descifrar que lo que en apariencia es una casa, fantasea con ser una ventana abierta a la ilusión de un paisaje.
Aventuras arquitectónicas como las de Andrés Jaque y Miguel Mesa en Rambla Climate-House, convienen que su sentido final, más allá de representar, un lugar de intimidad, descanso y pertenencia, aspiran entusiasmarse no con aquello que somos, sino de aquello que está por venir.
Fotografías: José Hevia
