
La joven sevillana Adela Angulo, conocida como Adela por Dios, es ilustradora, médica y la voz de una generación que se identifica con su mirada frontal, sincera y sin edulcorantes.
Adela por Dios tiene más de 200k seguidores en Instagram. Sus dibujos transforman lo cotidiano, y especialmente lo incómodo, en viñetas que destilan humor, sensibilidad, perspectiva feminista y una vulnerabilidad fortalecedora. Desde colaboraciones institucionales hasta su poderoso proyecto Quásares con pacientes oncológicos, su trabajo demuestra que hablar claro, sin eufemismos ni purpurina, puede ser el mejor lenguaje para conectar con lo humano.

De los apuntes de Medicina a ilustrar para el Ministerio de Infancia y Juventud, charlamos con Adela por Dios de todo lo que importa: del miedo, del humor, de dibujar sin red y de por qué la imperfección es el nuevo superpoder. Ahí reside su auténtica revolución.

De pequeños todos dibujamos, pero ¿tú ya dibujabas bien de pequeña?
¡Siii! Mi madre es pintora, así que en casa siempre ha habido caos y arte. De pequeña dibujaba historietas y cómics y participaba en concursos del cole. No dibujaba especialmente bien, pero sí tenía ideas y muchas ganas de llevarlas a cabo.

¿Cómo definirías tu estilo en una palabra?
Sincero.
¿Qué te inspira más, lo cotidiano o lo inesperado?
Definitivamente me inspira lo cotidiano… pero visto por un extraterrestre que intenta entenderlo todo y se siente completamente ajeno.

Tus ilustraciones son directas y sin filtro, ¿te autocensuras alguna vez?
Pocas veces. El miedo al juicio sigue ahí, aunque antes era mayor. Pero tengo un trato conmigo misma, en mis dibujos siempre tengo que decir la verdad.
¿Recuerdas el momento en que tus dibujos empezaron a explotar en redes?
Sí, estaba en tercero de Medicina, dibujando en la biblioteca. Venía de una mala época, primeros ataques de ansiedad, mis primeras visitas al psicólogo… Pasaba el día dibujando en los márgenes de los apuntes. Un amigo me dijo que lo subiera a Facebook, y desde el primer día empezó a subir muy rápido.

Tras pasar los 200k seguidores, ¿qué fue lo más inesperado que te pasó?
Probablemente lo del Ministerio ha sido lo más random. Me llamaron para dibujar en directo durante un evento en el Ministerio de Infancia y Juventud, parece que la ministra es fan. Me daba mucho miedo, pero salió genial. Desde entonces hay una placa con un dibujo mío ahí.

¿Miras las estadísticas o pasas olímpicamente de los números?
Sí que las miro, me fijo en qué gusta y qué no, aunque no me quita el sueño. En general analizo mucho lo ‘correcto’ e ‘incorrecto’ de las interacciones sociales. Soy bastante analítica y obsesiva por eso de querer encajar. Me frustra cuando lo que a mí me gusta no coincide con lo que le gusta a los demás. Pero lo guay de este trabajo es que hago cosas que me interesan a mí, y quiero que siga siendo así. Creo que precisamente por eso funciona: ¡porque es auténtico!

¿Qué debe tener un buen dibujo para que ‘funcione’ en cualquier contexto?
Para que ‘funcione’ en términos de gustarle a la gente, creo que tiene que ser sencillo y directo, sincero, y más esperanzador que derrotista. Creo (risas).
Después de todo este análisis, ¿qué temas te gusta dibujar y cómo intuyes que van a conectar con la gente?
Me gusta tratar las emociones como el miedo, o las difíciles, contradictorias y tabú. También las interacciones cotidianas, especialmente con hombres, siempre con perspectiva feminista. Excepto algunas que intuyo que van a gustar mucho, la mayoría son una incógnita. Sin embargo, he notado que la gente prefiere las más sencillas, donde se tratan emociones comunes.

Hablando de emociones, ¿qué buscas provocar?
En realidad, lo que busco es sentirme comprendida. El efecto colateral es que los demás sientan lo mismo: empatía, comprensión, pertenencia.
¿Cuál ha sido tu proyecto más divertido hasta ahora?
Los encargos normalmente me resultan interesantes, pero también estresantes, porque dependo de la validación del otro y tengo problemas con las expectativas. También las cosas de cara al público son muy gratificantes a posteriori, pero antes (6 meses antes) lo paso fatal. Lo que más disfruto es dibujar para mí lo que realmente necesito dibujar. Ahí entro en hyperfocus, las horas vuelan y salgo extasiada. Además, no hay conflicto con miedos a que rechacen el trabajo o que no cuadre con lo que querían.

Tiene sentido porque te expresas con el dibujo y es terapéutico para ti. Y sobre la aprobación de los demás, ¿qué es lo más inesperado que te han dicho o escrito?
Cuando me dicen que están muy chulos ‘a pesar de ser tan feos’, o cuando me felicitan porque algo me ha salido bien técnicamente. La parte técnica es la menos importante para mí; no es a lo que aspiro y casi lo considero un punto fuerte, porque me quita presión. Lo de ‘dibujar mal’ me parece relativo. En general busco la imperfección, lo espontáneo, que la técnica no sea la protagonista.

Cuando trabajas en proyectos sociales, ¿cambia tu proceso creativo?
Cuando tengo que representar una emoción que no es la mía, como en el proyecto Quásares con pacientes oncológicos, lo más difícil es entender bien qué emoción mostrar y cómo. Todo el proceso se sostiene en las conversaciones con los pacientes y su feedback. Ahí descubro que debe ser dicho, que hay que desmentir y cómo representarlo: desde la ironía, lo literal o lo simbólico. Requiere mucha escucha y empatía.

¿Qué aprendiste con Quásares?
Estoy aprendiendo que lo que necesita ser dicho no siempre es lo que yo pensaba; a veces incluso es todo lo contrario. También me he dado cuenta de que hay cosas que yo pasaba por alto y que todos coinciden en que son necesarias plantear. Sobre todo, he aprendido la importancia de hablar claro, sin purpurina ni eufemismos, y cómo el humor ayuda a comunicar temas serios.
¿Qué es lo más gratificante de tu trabajo con comunidades?
Lo más gratificante son los proyectos que unen medicina e ilustración. Aunque es más complicado porque no es tan personal y hay que escuchar bien lo que necesita el otro y acertar. Ahí es cuando siento que esto tiene sentido y que realmente es valioso para los demás.

¿Qué consejo darías a quien quiere usar el arte con impacto social?
Diría dos cosas: por un lado, darse a conocer aprovechando los medios que tenemos —las redes— con constancia y disfrute. Hay que alimentar al monstruo digital, crecer ahí y adaptarse un poco a su algoritmo. En mi caso, aunque hago ilustración, intercalo reels porque así Instagram muestra mi cuenta a más gente y me ayuda con la visibilidad. Por otro lado, está la propia ilustración: lo sincero, vulnerable y auténtico conecta mucho más que la perfección, que no mola tanto. También es clave la narrativa y el contexto: la gente entiende mejor un dibujo si sabe qué te atraviesa como autora.

Acabas de mencionar el humor ¿Qué papel juega en tu trabajo? ¿Es una forma de sobrevivir al drama?
El humor es parte de mi vida cotidiana y de mi identidad, hasta el punto de que quizá abuso de él… sino que le pregunten a mi psicóloga. Es una forma de hablar de cosas difíciles sin que pesen demasiado, ni para mí ni para los demás. Por suerte, los proyectos que me llegan suelen buscar precisamente eso; en Quásares, la idea es hablar del cáncer desde el humor.

¿Prefieres dibujar en digital o en papel? ¿Por qué?
Prefiero digital porque me resulta más fácil rectificar. Sinceramente, no he encontrado ni el rotulador ni el papel perfectos para que el resultado en papel sea exactamente como quiero. Los bocetos, donde no importa tanto la estética sino la lluvia de ideas, los hago en papel: es más fácil desahogarse y ‘apuñalar’ un folio que un iPad.
¿Cuál es tu herramienta de ilustración favorita?
El iPad, Procreate y el Apple Pencil. Es lo que más uso
¿Algún artista que te haya marcado?
De pequeña leía a Maitena porque mi madre tenía libros suyos. Luego Forges y Mafalda; de hecho, en clase había un chico que decía que yo era Mafalda y me hacía ilusión. De mayor, con el auge de la ilustración, me marcaron Flavita Banana, y últimamente Liana Fink, Will McPhail, Podeti o Laura Limón, entre otros.

Si no fueses ilustradora, ¿qué serías?
En la lista de carreras, mi primera opción era Medicina y la segunda Comunicación Audiovisual. Desde siempre he hecho y editado vídeos de viajes con amigos. En la adolescencia fui profe de un taller de edición de vídeo durante un voluntariado y hasta gané algún concurso de cortometrajes. En mi TFG de Medicina me felicitaron, no por el trabajo en sí, sino por cómo lo comuniqué —me dijeron que se me daba muy bien y que explorara esa faceta. ¡Quién me iba a decir que lo exploraría tanto! (risas). En general disfruto mucho grabando, guionizando y editando. De pequeña quería hacer documentales de animales, así que supongo que me habría gustado dirigir cortos y documentales… incluso hoy en día sigo fantaseando con eso.

¿Qué te falta por hacer que todavía no te has atrevido?
Estoy en mi era “mocatriz” y me apetece mucho cantar, componer, actuar y crear mi propio cortometraje. La ilustración no me deja mucho tiempo para mis cosas, pero creo que cuando necesite un descanso intentaré experimentar más con todo esto.

¿Qué proyecto te hace soñar con seguir creciendo?
Un segundo libro. Aunque me da miedo que no funcione tan bien como el primero o que me condicione demasiado lo que funciona y lo que no. Siento presión, tanto personal como editorial, pero aun así sueño con soltarme en el tema de los libros y salir de este bloqueo.

Si pudieras desdramaizar algo del mundo, ¿qué sería?
Me gustaría desdramatizar los giros profesionales. Habla mucha gente insatisfecha con su trabajo que no encuentra un plan B, y me gustaría que cambiar de profesión fuera tan natural como probar una afición, desde la curiosidad. Sé que es un privilegio arriesgarse o simplemente planteárselo, pero me gustaría que estuviera más normalizado y aceptado socialmente. También quiero quitarle drama a fallar, fracasar y equivocarse, un tema que trato mucho en mis ilustraciones.

¿En que estás trabajando ahora y proyectos futuros?
Sigo trabajando en el proyecto Quásares, co-creando un mapa de emociones con los pacientes y el personal sanitario. Ahora mismo estoy a tope con la producción de mi merchan: agendas, calendarios y otros productos. Tengo varias cosas escritas y dibujadas que me planteo plasmar en un libro, aunque estoy considerando sacarlo en formato fanzine. Y, la verdad, tampoco me da mucho tiempo a fantasear con más cosas…
