LA ISLA MÍNIMA

SORDIDEZ ENTRE LAS MARISMAS DEL GUADALQUIVIR

“Año 1980, dos policías de homicidios de Madrid son enviados a Sevilla para investigar la desaparición de dos chicas en las marismas del Guadalquivir”, de esta manera explicaba Alberto Rodríguez el argumento de su última película, desde hoy en cines, ‘La Isla Mínima’, una de las joyas cinematográficas de la temporada que ya viene precedida por una calurosa y entregada crítica en el Festival de San Sebastián. Alberto Rodríguez dirige en esta ocasión una película policíaca ‘made in Spain’ (no todo es malo como fama tiene en el cine español) con Raúl Arévalo y Javier Gutiérrez como detectives de un caso turbio como el Guadalquivir en época de recolecta. Un thriller que desde el primer minuto capta tu atención, te zarandea en el camino y te deja con la boca abierta en su desenlace, gracias en parte a la encrucijada emocional sobre la que se planea escena tras escena.

LA ISLA MÍNIMA

Una película en la que gracias a una aplicada radiografía de lo que fue el paso del Franquismo a la Democracia, nos expone un relato oscuro, en un ambiente en el que presenciamos las diferencias de las llamadas 2 Españas y en la que el perfil de cada personaje se va desgranando minuto a minuto. Una cinta en la que no todo es lo que parece a simple vista y en la que estos dos detectives se intentan hacer paso a través de una comarca no preparada a ser removida por la ley y donde la tensión corre por la tierra. Rodríguez nos hace olvidar ipso facto anteriores taquillazos como ‘7 Vírgenes’ o ‘Grupo 7’ (parece que el número 7 le trae suerte) y nos ahoga hasta el fondo en un drama del que parece beber la serie americana ‘True Detective’. Un argumento que partió de unas fotos del sevillano Atín Aya y de la novela ‘2666’ de Roberto Bolaño, pero acentuado por el misterio de los parajes andaluces de los 80 y de esas historias subterráneas al margen del río.

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Si hay algo que verdaderamente supera al interés del propio guion, realizado por Rafael Cobos y Alberto Rodríguez, son las interpretaciones principales a cargo de un frenético y brillante duelo entre Raúl Arévalo y Javier Gutiérrez que pese a sus diferencias profesionales como polis se dan réplica, en todo momento, de manera tan natural que pareces estar, al igual que ellos, enfangado hasta el corvejón entre arrozales sureños. Una relación que en muchas escenas roza la maestría y que mejora cuando secundarios como Antonio de la Torre, Nerea Barros, ‘el Niño’ Jesús Castro o Manolo Soro hacen su aparición. Una desgarradora historia que conmueve y te sitúa al pie del nervio crónico en la que se trata de defender lo que nunca se debió esconder, en la que aún se cree que el tiempo todo lo cura (¿o todo lo esconde?), una auténtica recreación de aquellos casos que escapaban del interés policial en aquella época, dados los intereses de terratenientes y demás familia de tronío de provincias.

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El espectador tendrá la posibilidad de ir desgranando junto a estos detectives, el crimen ocurrido, por un guion que en ningún caso anticipa lo que está por venir y no saca conclusiones por adelantado. Una ‘Isla Mínima’ que va disolviéndose ante nuestra mirada recelosa e impactada por lo que acontece, que teletransporta a una España sórdida y con resquemor a la que no queremos volver y que confirma de pleno que el cine español se marca obras que con el tiempo pueden llegar a maestras, aceptando nuestra propia idiosincrasia y perfecta para un thriller entre las marismas del Guadalquivir. Imprescindible.

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