LA VIUDA EMBARAZADA, EL NUEVO LIBRO DE MARTIN AMIS
Desde que descubriera en este orden (no recuerdo si fue curiosidad o recomendación), “Niños muertos” y “El libro de Rachel” (sus dos primeras, y polémicas, incursiones en la literatura) Martin Amis se ha convertido para mí en un escritor de referencia. Algo así como el padre putativo, lejano, cascarrabias, genial y ausente (sólo presente a través de largas cartas de ficción publicadas en forma de libro por Anagrama). Como un compañero etílico, drogodependiente, aficionado al porno y a todo lo trash (el tándem violencia+sexo incluido) oscuro, envidiable, rabiosón, político, revolucionario, estético, cínico, insoportablemente dandy y bocazas. NECESARIO, vamos. Como un hermano silencioso cuyas virtudes se extienden entre referencias al lumpen más destructivo y a los claroscuros del ser humano moderno con el ritmo y la sabiduría de la literatura de altura. Martin Amis es mi amigo mutante imaginario, el nombre que nunca falta en mis listas de escritores de cabecera, una presencia barroca, espléndida, retorcida y descarada. Con los años, y algunas de las páginas más deslumbrantes de la literatura mundial (ahí están “Dinero”, “Campos de Londres”, “La información”, “La casa de los encuentros”, “Tren Nocturno”, “Koba el temible” etc. todas ellas obras totémicas e inabarcables, de una maestría inigualable), Martin Amis se ha convertido en MI escritor. Mención aparte merece “Experiencia”, esa autobiografía descarnada e impúdica en la que repasaba sus amistades, sus desavenencias con Julian Barnes y la relación rocambolesca que le unía a su progenitor (el también escritor Kingsley Amis). Repasar sus libros es repasar mi vida, creo.
Martin Amis es a la literatura lo que Scorsese (con quien comparte nombre, por cierto) al cine. Es decir, en palabras menos metafóricas: un artista que hace lo que le da la gana. Porque él lo vale. Y puede. Como su tocayo cinematográfico se pasa por la piedra los fundamentos cuando la historia no los pide, es elegantemente clásico cuando se requiere, instruido y delirante, insultantemente joven y arriesgado la mayor parte del tiempo. Incluso en sus aventuras más lúgubres (en términos de calidad) vuela muy por encima de sus coetáneos. Es un hombre en pleno dominio de su ocupación. O un maestro de las letras. Incómodas, por cierto.
En su última novela, publicada por Anagrama, con su fina e hiriente ironía (un quasi-nihilismo literario) y un dominio del lenguaje más allá de los halagos (cercano a sus maestros y amigos Bellow y Nabokov) Amis desgrana un verano en un castillo de la Italia de los años setenta, en plena eclosión de la revolución sexual. Un lugar paradisíaco por el que se cruzan estudiantes ingleses que valoran las grandes obras a ras de los polvos que en ellas salen (impagables sus elucubraciones literarias) desencantados con su pareja y su relación afectiva, bellas afroditas, italianos henchidos de testosterona y deformes enanos, juegos decimonónicos de beatificación y guarrerío, la liberación de la mujer y de su sexualidad, los escarceos con las sustancias, los chicos que son chicas, las chicas que se comportan como chicos, los polvos salvajes y escondidos, la seducción más zarrapastrosa, las inseguridades emocionales, la violencia de la lucha de clases, la descomposición de los órdenes sociales y sus vástagos rabiosos, el pijerío intelectualoide británico-cool, la homosexualidad del conquistador, la conciencia de la religión y un sinfín incontable de artefactos que en manos de este mago literario se convierten en proyectiles dirigidos a la yugular. Todo en flashback y con ingentes anotaciones del narrador, por supuesto (algo común en la prosa de Amis). Porque como el mismo cuentista dice al comienzo del libro, esta es una novela acerca de un pasado cambiante que se convierte en un presente amordazado y caprichoso. Al final, hay que llegar al final para entenderlo. Doloridos, como en todos sus libros.
Y así, entre carcajadas heladas, va discurriendo entre tus manos esta novela misteriosa, atípica, arriesgada y única. Profundamente personal (dicen las malas lenguas que se basa en su propia hermana que murió a una edad temprana para construir uno de los personajes, la mujer “patológicamente promiscua”). Construida con una belleza susurrante y dolorosa. Compleja y cristalina. Todo para poder hablar del sexo como desesperación y como política. Bienvenidos de nuevo al territorio Amis. Esta vez, eso sí, iréis acompañados de un escritor curtido, un viejo diablo conocedor de los trucos, pero cuyo alma sigue perteneciendo al joven tocacojones que irrumpió, allá por los 70, la misma época en la que acontece esta novela, en la escena literaria internacional con la fuerza de un tornado. Chapó, de nuevo. Por muchas más, Sr. Amis.