LOS PRINCIPIANTES

LOS RELATOS ORIGINALES DE RAYMOND CARVER

En 1981 se publicó, a través de la editorial Alfred A. Knof, el libro “What We Talk About When We Talk About Love”, publicado por Anagrama en 1987, donde se recogen una serie de 13 relatos firmados por el propio autor.  Su editor en aquel entonces era Gordon Lish, fundador de la revista West Magazine – revista avant garde literaria donde se introdujo a escritores como Jack Kerouac o Allen Ginsberg – y editor de la revista Esquire en los años 60-70´s. Hasta aquí, todo bien.

Fue 10 años después de la muerte de Carver, en 1998, cuando salió a la luz un artículo en el New York Times magazine donde se alegaba que Gordon Lish había modificado ostensiblemente el manuscrito original de Raymond, cambiando el final de 10 de los 13 relatos, y suprimiendo casi la mitad de las palabras. “Principiantes”, recién publicado ahora en España de nuevo por Anagrama, muestra los relatos originales, después de un arduo trabajo de investigación y corrección de los manuscritos originales. Como en su día no leí la versión “retocada” prefiero no realizar comparaciones, podrán los interesados buscar en internet mucha información, aunque la mejor manera será leerse los dos libros.

En cuanto a lo que nos toca ahora, “Principiantes”, su lectura me resultó de lo más interesante, mucho tenía ganado ya este alto representante del realismo sucio, su manera de escribir, que en principio me llevó a un Palahniuck – sin tanta labia, más moderado – o a un Salinger – versión contemporánea – . El caso es que este libro me ganó ya en las primeras páginas y tuve esa sensación que experimentas con el primer capítulo de una temporada de esa serie que ya sabes no abandonarás – ¿Mad Men? -. Agradezco mucho su tipo de escritura, sin adjetivación, con parquedad para las descripciones, donde todo está en su sitio, sin más que lo que lees y ves, pero donde inevitablemente no puedes dejar de irte más allá porque las situaciones interpersonales se cuestionan en todo momento, aunque esos personajes no se atrevan a cuestionarlas, bien por miedo, bien por cansancio, bien por ese baño permanente de alcohol, que no llega a emborrachar, pero que vislumbra un pasado problemático y sus presentes consecuencias. Me gusta también ese realismo cotidiano, donde la dicotomía locura-cordura cuelga de un hilillo que por momentos parece se vaya a romper. Finalmente, uno no sabe muy bien porque siente cierta fascinación por ese caldo de cultivo inagotable para las artes visuales y escritas que son la cultura americana de los años 60-70´s, véase sus zonas residenciales, sus boleras, barbacoas, el modelo tradicional de familia cuestionándose y claro, el alcohol, eso que no falte.